En Waldkirch hemos quedado con nuestros amigos, que ya habían reservado mesa para cenar, llegamos a un cámping que se encuentra en las afueras, sobre una colina, es pequeño y muy familiar, cuesta un poco llegar porque no está muy bien indicado, la carretera de acceso, en el último tramo,es sumamente estrecha. El personal de recepción es muy agradable, tenemos tiempo suficiente para montar la tienda, descansar un rato y pasearnos por la ciudad antes de acudir a nuestra cita.
Es una pequeña ciudad, situada a unos 15 km. de Freiburg, al sur de Alemania. El núcleo histórico se encuentra en en profundo valle, rodeado de montañas y al borde del río, al otro lado del centro urbano, también en una elevación, las ruinas del castillo dominan el panorama sobre el casco y sus crecimientos. El corazón del mismo lo constituye la antigua plaza del mercado, una calle alargada y ensanchada a la que se abren las tradicionales edificaciones coloreadas, de poca altura. Es famosa por su tradición en la fabricación de organillos mecánicos.
Hemos cenado en un restaurante de la plaza que se llama algo así como el "molino de pimienta", al escuchar el dueño que, pese a que nuestros amigos encargan los platos en alemán, hablamos entre nosotros en español, se nos acerca y nos dice que él es un granadino que lleva ya gran parte de su vida en esa región germana.
Salimos tarde de cenar y entramos en el único local que queda ya abierto en la ciudad para tomarnos un café, cuando nos despedimos es ya medianoche, volvemos a coincidir con el granadino de vuelta a su casa tras cerrar el local.
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