La mañana del día 17 preparamos todo para abandonar Zakopane e iniciar el camino de retorno, unos compatriotas con los que coincidimos nos cuentan que Polonia, en general, les ha defraudado un poco, señalan también lo difícil que resultan los desplazamientos largos en coche por estas regiones que todavía no cuentan con ninguna autopista. Entre lo que merece la pena visitar nos hablan de Gdansk, antes incluso que Varsovia, algo que nosotros dejaremos pendiente para otra ocasión.
Admiramos, de nuevo y por última vez en este viaje, el imponente telón montañoso que sirve de fondo a esta ciudad acogedora, que alberga unos buenos equipamientos para la práctica de los deportes de invierno y nos despedimos del personal de recepción, esta familia que se ha lanzado a aventura de la economía de mercado dentro de una cierta regulación y al margen de toda esa gente que se pone al borde de las carreteras con un cartelito ofreciéndote una habitación en sus casas. Prometemos regresar algún día.
Nos dirigimos hacia Steinekirchen, un pequeño pueblo con una gran iglesia de piedra, aunque un día debieron ser varias, como su nombre indica, para saludar a Katharina, una chica que, participando en un programa de intercambio escolar con una organización internacional, estuvo viviendo con nosotros años atrás. La salida de Polonia se hace pausadamente, como siempre, con constantes retenciones en cruces y semáforos.
En Eslovaquia, coincidimos con obras o un accidente, en las proximidades de Martin pero lejos de cualquier población, la policía tiene cortada la carretera por la que vamos, nos dan el alto y, al final, intuimos que nos preguntan, un poco cabreados porque no les entendemos, hacia donde vamos, contestamos "Martin", como los indios, sin formar ningún tipo de frase para no despistar y el topónimo, quizá mal acentuado, lo comprenden. Indican, los gestos son elocuentes, que debemos tomar un camino rural de tierra que da servicio a unos campos vecinos. La cosa es que el programa que lleva cargado el navegador no incluye más que hasta la frontera checa, nada de Eslovaquia o Polonia y los mapas de carreteras que tenemos, aunque son muy buenos, no descienden a esta escala de detalle de las servidumbres agrícolas. Nada más empezar a internarnos por el camino señalado, aparece una intersección en "T" en donde ambos brazos tienen la misma importancia, para colmo, circulamos solos, sin ningún vehículo local que nos abra paso, tampoco hay nadie en medio de estos campos ni aldea alguna en las inmediaciones. Así que nos paramos y, como estamos en una zona alta, buscamos en el horizonte la traza de la carretera, una vez localizada y, más o menos orientados, vamos descartando las sucesivas intersecciones y dirigiéndonos siempre hacia el punto cardinal en que hemos oteado la continuación de la carretera. Tras pasar entre las casas de un pequeño pueblo, con los perros armando gran escándalo persiguiendo el coche, desembocamos en el vial por el que veníamos y continuamos sin problemas.
Antes de Bratislava nos incorporamos a la autopista y atravesamos la capital por ese puente que divide la ciudad en dos, tras pagar la pegatina que nos permite circular por autopista en Austria, entramos en Steinekirchen alrededor de las cuatro de la tarde. Katharina está sola en casa, sus padres están fuera, de vacaciones, nos sentamos en el jardín y hablamos tranquilamente de lo que ha sido este año en nuestras vidas.
Por la mañana nos ponemos en contacto con nuestros amigos alemanes, Erich y Äenne, que vienen dedicando sus vacaciones de Agosto a hacer tramos sucesivos de caminata a lo largo del Camino de Santiago, un recorrido que iniciaron en su domicilio y en el que han alcanzado ahora las proximidades de Freiburg, quedamos en vernos en la localidad de Waldkirch, donde ellos ya han reservado alojamiento de final de etapa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario