El lunes 6 de Agosto (y habíamos esperado durante el fin de semana porque nuestra guía decía que cerraba sábado y domingo) salimos hacia Plzen, pronunciado Pilsen con una "i" ,muy breve, y digo esto porque pronto se entenderá que es la ciudad que da nombre a un tipo de cerveza y lugar donde aún se elaboran algunas de las de mayor consumo local, como la Pilsner Urquell, para visitar el museo Skoda, adyacente a la fábrica de automóviles, del que venía en la guía, incluso, la dirección. Marco esa dirección en el navegador y me dejo llevar. Aparcamos en un lugar ya cercano al destino, caminamos entre unas naves totalmente deterioradas y llegamos al presunto museo, nos sorprende que es un simple portal de una nave y que tenga un cartel que indica la necesidad de llamar al timbre en caso de querer visitarlo, ninguna referencia a la fábrica de automóviles ni nada parecido, nos abre el cuidador, le explicamos que queremos visitar el museo y, sorprendido él también, nos advierte que ese es solo un museo de motores y maquinaria pesada, que el museo de automóviles se encuentra en otra localidad, la fábrica de automoción Skoda hace muchos años que ya no está en Plzen. El hombre, muy amable, nos da unos folletos del museo que, en realidad, queríamos visitar. Esta será una de las primeras veces que me acuerde del listo que hizo la guía Anaya Touring, no sé en que año de la pera y que siguen reeditando sin corregir, siempre con una visión despectiva hacia el país, hablando de una precariedad total en lo económico y lo cotidiano, de un parque de automóviles casi inexistente y de otras flores que ya nada tienen que ver con la realidad.
Aprovecharemos pues el día para visitar la ciudad. Caminando en línea recta por la avenida que nos había llevado hasta el museo (de maquinaria pesada). Aunque la ciudad es bastante grande, con cerca de 200.000 habitantes, el casco histórico es abarcable en una visita bastante breve, el aspecto de las primeras ampliaciones urbanas revela el carácter industrial de la localidad cuando la fábrica Skoda estaba aquí instalada, con construcciones sin excesivas florituras y bastante ennegrecidas por la contaminación.
Como en el caso de Klatovy, el antiguo recinto amurallado, protegido aquí por la confluencia de los ríos Mze y Radbuza, incluye en su interior una trama muy regular de manzanas rectangulares y una gran plaza casi cuadrada de cerca de 200 m. de longitud en su lado mayor (dicen que la más grande del país) en medio de la cual se alza, aislada, la iglesia de San Bartolomé, ahora en obras y recubierta de andamios, junto a la misma, una columna de la peste y, en los laterales, varios edificios representativos, como la Archidiócesis del s. XVIII y el Ayuntamiento renacentista.
Una amplia alameda o parque ocupa el borde de lo que fueron las murallas y un hermoso conjunto de edificaciones decimonónicas de estilo ecléctico o modernista cicatrizan esa sutura respecto al casco histórico, una de ellas es un hotel, que conserva ese lujo decadente de los años veinte, entramos a comer en el restaurante que tiene en la planta baja, magnífica idea, un ambiente tranquilo y relajado, el servicio impecable y unos precios increíbles. Al bord e de la alameda, donde se hace notar ya el bullicio del tráfico, junto a la confluencia con la calle Husova, el Teatro de la ciudad, un edificio monumental y bastante pesado y, al otro lado, la Gran Sinagoga, con dos torres también de un estilo indefinido, con capacidad para casi 3.000 fieles, construida en 1890 a partir de las donaciones de la comunidad judía local, desde entonces, las cosas han cambiado mucho.
Abandonamos Plzen sorprendidos gratamente por una ciudad bastante despreciada por nuestra guía de viajes, que destaca, sobre todo su gran deterioro, a veces me pregunto cuales son las calles que ha recorrido quien la escribió, dejando para otra ocasión el Museo de la Cerveza, que cuentan tiene gran interés.
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