Dejamos Chrustenice, recogiendo la tienda todavía húmeda de la lluvia de estas noches pasadas, nos despedimos de un par de vecinos holandeses con los que hemos hablado algo durante nuestra estancia aquí y salimos hacia Ostrovacice. Al llegar al cámping previsto, solo hay dos tiendas, no hay personal en la recepción y, el pequeño bar que hay a la entrada, está también cerrado, el suelo, con la hierba muy crecida, está totalmente encharcado. No sabemos muy bien que hacer, buscando, encontramos un cartel con algo escrito en inglés, leyéndolo, interpretamos que podemos instalarnos donde nos apetezca y que por la tarde vendrá alguien de la propiedad para inscribirnos. Tienen algunos bungalows bastante económicos, para alquilarlos pone que debemos llamar a un teléfono, lo hacemos hablando en inglés y la dueña nos pasa con su hija para poder entendernos. Al poco rato llega la señora que limpia y cambia la ropa de las camas de uno que había estado ocupado hasta ese día y en algo menos de media hora lo tiene listo para que podamos ocuparlo. Como siempre, está un poco viejo, pero tiene cuatro camas, mesa, una pequeña nevera y un estupendo porche con sillas para comer o descansar al exterior.
Estamos muy cerca del circuito de Brno, en medio de uno de los bosques que nos rodean, donde, cuando ya nos hayamos ido, habrá competición de motociclismo y, seguro, un montón de españoles. Después de tomarnos unos bocadillos y un café, salimos hacia la ciudad de Brno (pronunciado Bernó, más o menos, con la "e" apenas sonando). La entrada a la ciudad por carretera impresiona bastante, con esas aglomeraciones de viviendas del "realismo socialista", bloques surgiendo del bosque, que ahora están siendo tratados con color y van tornándose más amables a la vista, también por los impresionantes atascos que se producen en la circunvalación de acceso, con limitaciones de velocidad que conviene no saltarse, a varios coches extranjeros los para la policía por ir demasiado deprisa. Yo he preferido hacer lo que veía hacían los conductores locales, es decir, seguir en la cola y sin saltarse el límite anunciado en las señales.
He puesto en el navegador la dirección de una calle exterior al centro, nada más llegar a la misma, veo un recién construido aparcamiento cubierto en un edificio de oficinas y meto el coche, la sorpresa es que la calle en cuestión es larguísima y, probablemente, estamos muy lejos del centro, tampoco sé muy bien en que dirección queda y caminamos, al principio, en sentido contrario, la propia evolución de lo construido nos dice que vamos mal. Ya orientados, vamos adentrándonos en un ensanche reticulado en el que se encuentran varios edificios universitarios y conjuntos de viviendas algo deteriorados pero de gran interés. Las grandes manzanas mezclan lo nuevo con lo viejo, los edificios decimonónicos con los bloques abiertos de las nuevas tipologías, todo bastante bien planificado y según una evidente unidad de cornisa. Flanqueamos el parque Luzánky, tras el que se encuentra la famosa villa Tugendhat de Mies van der Rohe, pero no tenemos tiempo para organizar una visita a la misma, continuamos hacia el casco antiguo.
Las destrucciones de la guerra nunca fueron recuperadas del todo, de forma que, a veces, la nueva producción de la reconstrucción socialista se suma en Brno sin complejos al legado histórico, no siempre de forma afortunada.
La zona urbana que entra en contacto con el casco antiguo tiene gran animación, con los tranvías y el ir y venir de la gente compartiendo el mismo espacio. La calle Ceská, peatonal, es el camino más adecuado para aproximarse al corazón del núcleo histórico, la Námestí Svobody, una gran plaza de planta triangular bastante irregular, con la inevitable columna de la peste en su parte central, a la que se abren algunos de los edificios de mayor interés de la ciudad, nos la encontramos en obras de reurbanización, va a ser peatonalizada y, por las imágenes que se muestran del proyecto, acabará ganando mucho, ahora apenas se puede pasear más que por los laterales, todo está levantado. Una edificación reciente muestra el nuevo modo de compartir medianería con una construcción histórica, sin renunciar a poner de manifiesto su propia modernidad pero compartiendo escalas y ritmos.
Tras pasear por las calles peatonales que desembocan en esa plaza, nos acercamos a Zelný Trh, otra plaza en la que están ahora recogiendo los puestos de venta de fruta y verduras de un mercadillo que hacen en ella, ha recuperado su nombre después de dejar de llamarse como el día en que se produjo la toma del poder por el régimen comunista. Tiene una interesante fuente de fines del s. XVII y una columna de la Trinidad. Muy cerca el Stará radnice, o ayuntamiento viejo, en la calle Radnická, la portada reconstruida en estilo gótico, da acceso a la torre, previo pago, desde la que se tienen unas impresionantes vistas panorámicas de la ciudad.
Tras pasear por las calles peatonales que desembocan en esa plaza, nos acercamos a Zelný Trh, otra plaza en la que están ahora recogiendo los puestos de venta de fruta y verduras de un mercadillo que hacen en ella, ha recuperado su nombre después de dejar de llamarse como el día en que se produjo la toma del poder por el régimen comunista. Tiene una interesante fuente de fines del s. XVII y una columna de la Trinidad. Muy cerca el Stará radnice, o ayuntamiento viejo, en la calle Radnická, la portada reconstruida en estilo gótico, da acceso a la torre, previo pago, desde la que se tienen unas impresionantes vistas panorámicas de la ciudad.
Según el lado al que se mire, se descubre la sucesión de tejados del casco antiguo o ese paisaje osado del progreso socialista, las chimeneas de una central térmica entre las casas y la otra ciudad, la de los bloques de vivienda colectiva asomando justo en lo más alto de una colina cercana.
La catedral de San Pedro y San Pablo domina la silueta bastante uniforme de la ciudad antigua (salvo esas nuevas agujas de las chimeneas de la térmica o lo que sea) y ocupa una pequeña elevación donde parece que estaba un castillo, sus torres ofrecen también inmejorables vistas, la colina de Spilberk, donde se encuentra la fortaleza, nos queda ya un poco a contratiempo pues tenemos que deshacer un largo camino hasta donde tenemos el coche. Antes de recogerlo pasamos por un supermercado para comprar provisiones que no pesen mucho, la parte trasera nos descubre una ciudad en transformación con mucho trabajo por hacer, estamos en la segunda en importancia del país, con unos 400.000 habitantes, la mayor de la región de Moravia, con una intensa vida cultural y universitaria.
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