Levoca tiene algo especial, por aquí dicen que es una joya escondida que está esperando ser descubierta por los visitantes extranjeros, ya estuvimos el pasado año y repetimos estancia en un cámping situado en medio del bosque, muy cerca de esta pequeña ciudad, de unos 10.000 habitantes. Pedimos uno de los diminutos bungalows de los que disponen, una especie de experimento acerca de la superficie mínima habitable, muy logrado, todo en madera y con una curiosa sección pentagonal que amplia el volumen allí donde más falta hace. El tiempo siempre es bastante inestable en esta zona y a un calor insoportable suele seguirle una tormenta de agua que deja todo lleno de charcos, por eso mejor no utilizar tienda para estancias cortas.
Aunque no teníamos demasiada distancia por recorrer desde Bojnice, el trayecto se ha hecho muy largo, la autopista sigue haciéndose a trozos, los encofrados de puentes y viaductos se hacen de manera artesanal, con andamiaje convencional y tablón, sigue sin estar abierta al tráfico un año más, la carretera se hace lenta, aunque este año se ven menos kamikazes, se ve que también las sanciones están adaptándose al estándar europeo. Circular, a veces da un poco de miedo, sobre todo cuando nos enfrentamos con esas intersecciones en las que gira a la izquierda salvando los cuatro carriles de un vial importante simplemente con un "ceda el paso", pero a todo se habitua uno.
Llegamos sin problemas, aunque con cierto retraso respecto a lo previsto, alrededor de las 13 horas, después de comer algo decidimos acercarnos a la ciudad caminando (unos 3km.). Rodeamos esos lienzos de muralla que conserva a lo largo de buena parte del perímetro del casco antiguo y entramos a la gran plaza central por la llamada Puerta de Polonia (Pol'ská brána). La ciudad tenía gran importancia, ya desde el s. XIII, por su localización sobre un itinerario que relacionaba con ese país, aunque no encontramos ninguna referencia a ello, este trayecto es el del Camino de Santiago desde esta zona de Europa, una concha de peregrino labrada en los sillares de la puerta de una construcción religiosa, así lo atestigua, la gran iglesia parroquial gótica, está dedicada también al apóstol y es, en esta ocasión, lo que justifica, principalmente, nuestra visita. El año anterior estaba en obras y no pudimos ver los magníficos 15 retablos góticos y renacentistas que tiene en su interior.
Cinco de estos retablos son obra del Maestro Pavol de Levoca, uno de los imagineros más reconocidos del gótico flamígero de Europa Central, llama la atención el realismo de las escenas, ya tan lejos de lo habitual en el medievo, que se incorporan en total armonía respecto a las obras renacentistas que los rodean.
La visita guiada es, por supuesto, en eslovaco exclusivamente, por lo que me separo siempre un poco del grupo para ver las cosas con más tranquilidad y por mi cuenta pero, enseguida un tipo fornido y de traje, con aspecto entre seminarista y portero de discoteca, me invita a alejarme la distancia reglamentaria de las tallas policromadas, no vaya a ser que las alcance con un escupitajo, o algo así.
Después de darnos una última vuelta por la ciudad, apreciando de nuevo las casas de comerciantes con fachadas esgrafiadas (algunas a la espera de una inminente restauración) y el Ayuntamiento renacentista, coronado por esos tejadillos que parecen repetir un nuevo edificio de menor tamaño, volvemos caminando y, como somos las únicas personas que lo hacen por esta carretera, por dos veces se nos acercan polacos y eslovacos, respectivamente para preguntarnos (esto más o menos lo intuyo) por donde se va a la montaña de la Virgen (Marianska Horka o algo similar) y creo que lo sé pero prefiero no meterme en líos y les explico en inglés que soy extranjero.
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