viernes, 29 de mayo de 2009

Olomouc y Kromeríz


Después de varios días inmersos en la humedad de los bosques de Brno, amanece por fin una mañana soleada, iniciamos con buen ánimo una excursión a Olomouc, una ciudad relativamente grande (algo más de 100.000 habitantes) y de gran importancia estratégica ya desde la antigüedad, elegida en el s. XII como capital de Moravia y con Universidad desde el s. XVI. Hoy es un importante centro industrial y, como suele ser habitual, un núcleo urbano con una forma muy precisa y delimitada, totalmente planificada, en la que conviven un bonito casco histórico y el verde de los espacios libres que lo bordean, expandiéndose entre la nueva edificación y los múltiples equipamientos deportivos de que dispone.
La entrada en coche a la ciudad la hacemos por Trída Svobody, esa amplia avenida que recorre el lado de poniente de lo que fue el cierre defensivo del casco histórico y que da paso a un pequeño primer ensanche, con muchos edificios públicos y los parques Smetanovy sady y Cechovy sady. Como en otras ciudades europeas, cuando a mediados del siglo XIX se procedió al derribo de las murallas, se inició la planificación de estas amplias superficies verdes en todo ese ámbito, conformando un anillo que separa la ciudad antigua de la moderna. Conseguimos aparcar en la confluencia con otra de las calles de borde, junto a un supermercado y centro comercial, en una explanada al sol. Tras un pequeño trecho caminando por una de las estrechas calles del conjunto histórico, desembocamos en la espectacular Horní námestí, una irregular plaza en medio de la que se alza el antiguo Ayuntamiento (Radnice) y una monumental columna de la Trinidad que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad. En la oficina de turismo que se encuentra en una de las esquinas de la plaza facilitan una fotocopia con un itinerario que permite visitar, de forma ordenada e inteligente, el casco histórico y apreciar sus cualidades.
Para hacerse una idea, no está de más pararse un rato ante el modelo en bronce que hay en la propia plaza, descubriendo esa planta estrangulada en su parte central por los fuertes desniveles topográficos, la adecuación del sistema de murallas a esos mismos condicionantes del terreno (parte de las cuales aún se conservan, con sus baluartes) y el juego de plazas entrelazadas, siempre abriéndose en abanico, que jalonan todo el núcleo histórico. Después, refrescarse en alguna de las tres fuentes escultóricas que se sitúan en la plaza y echar un vistazo al reloj astronómico, nos recordará al de Praga, solo que aquí, no será necesario darse de codazos con los turistas japoneses, o italianos, o... para poder verlo en funcionamiento, la sorpresa será ver como tras los desperfectos de la guerra, por el reloj renacentista ya no desfilan santos o personajes religiosos, sino obreros de los distintos gremios que dieron realce al régimen, estampa que repite también el mosaico con que cubrió la hornacina un desconocido artista del realismo socialista, siempre sin complejos ante el reto de enfrentar su creación a una pieza histórica de tal relevancia.

Deambular por las calles del casco histórico resulta un pasatiempo muy agradable, la Dolní naméstí está casi adyacente a la plaza anterior, en ella, otras dos fuentes, la de Neptuno y Júpiter y otra columna, la de la Peste, la iglesia de la Anunciación y el palacio Hauenschild con su curioso balcón-mirador cerrado. Las calles Denisova y 1. máje constituyen el eje central de la ciudad antigua y llevan hacia la Námestí Republiky, con la fuente del Tritón y a una de las salidas del recinto, en su entorno, el Palacio Arzobispal y varias imponentes construcciones clericales, algunas de ellas vinculadas a la Universidad, ponen de manifiesto lo poco que ha interesado mantener en buen estado de conservación esos signos de ese otro poder, no civil, y la escasa capacidad de inversión que muestra la iglesia para mantener el patrimonio histórico de su propiedad allí donde no le produce ventajas promocionales.
Tras visitar la catedral de Sv. Václav, conviene pasear por esas calles exteriores donde bulle la vida urbana, con los tranvías yendo y viniendo, y los coches saltando sobre esos inmensos adoquines que el tiempo ha pulido hasta sacar un brillo casi de espejo.
Comimos muy agradablemente sentados en una terraza exterior de un local de una de las calles peatonales cercanas a la plaza del ayuntamiento viejo, un menú extraordinariamente económico que anunciaban en un cartel, sin saber, hasta ver los platos ante nosotros, de que constaba (una ensalada de pepino y un plato de carne).

Me ha interesado acercarme hasta el estadio del Sigma Olomouc, un antiguo clásico de las competiciones de fútbol europeas, de esos que siempre acaban eliminados en las primeras rondas, se encuentra justo al borde del casco antiguo, en medio de una gran zona deportiva, muy frecuentada por los habitantes de la ciudad, con una avenida monumental también muy característica del lucimiento del deporte como actividad lúdica de las masas que tanto gustaba al régimen. Junto al campo de fútbol y el Estadio Olímpico, un avión Tupolev, posado en el suelo, sirve como bar y centro de reunión de los hinchas del Sigma.

Tras comprar algo en el supermercado y enfriar el coche, todo este tiempo abrasándose en el aparcamiento exterior del centro comercial, conducimos hacia Kromeríz.


Kromeríz es una pequeña ciudad de casi 30.000 habitantes que está recuperando su importante legado histórico tras el abandono o desinterés que se mostró hacia el mismo en la época comunista que, por fortuna, apenas lo ha afectado. Su importancia regional le viene de su reconstrucción, tras la Guerra de los Treinta Años, para constituirse en residencia de verano del arzobispado. Situada justo al borde del cauce del río Morava, la huella ovalada de su núcleo histórico se interrumpe al Noroeste para caer sobre un inmenso parque inglés con varios lagos, sobre el mismo, el palacio levantado sobre lo que fue el castillo (Arcibiskupský zámek) en la segunda mitad del s. XVII, en cuyo interior se rodaron imágenes de la película Amadeus.

La enorme plaza rectangular (Velké námestí) se ha reurbanizado, aunque no han conseguido retirar definitivamente los coches aparcados frente a las hermosas casas medievales y barrocas, con robustos pórticos, que cierran sus frentes. La propia plaza parece inclinarse ante el palacio y se abre en uno de los laterales hacia la esquina del mismo, huella de un ángulo del antiguo zámek, e introduce la imponente torre dentro del panorama del espacio público. El casco antiguo no es muy grande y tiene rincones y calles tranquilas por donde pasear a la sombra de las casas.


Los nuevos crecimientos han acompañado sin grandes traumatismos el avance de esas calles hasta el punto donde lo urbano se funde con el campo, un límite siempre claro y, a veces, poblado por transiciones envidiables, como ese otro espacio ajardinado de carácter histórico, el Kvetná zahrada, de estilo italiano, con geométricos parterres y notables contrapuntos arquitectónicos, pero habíamos estado ya mucho tiempo bajo el frescor de los árboles en Podzámecká zahrada (jardín bajo el castillo) y el paseo al sol se nos hizo demasiado largo, además, se acercaba el tiempo de caducidad del ticket de estacionamiento.

Así que, recogemos el coche en el aparcamiento de superficie que da justo delante del acceso al casco antiguo desde el puente del río Morava y nos encaminamos hacia Zlín, un tramo final de excursión que va a convertirse en un pequeño fracaso. Circulamos por carreteras secundarias, con cierto desasosiego por las actitudes de riesgo de muchos de los vehículos, una camioneta que llevamos delante no nos deja ver lo que pasa al frente, pero en determinado momento, el frenazo es inevitable, ante nosotros, choque frontal entre el camión y un turismo que quizá se ha incorporado valientemente en una intersección, nos hemos librado por muy poco, tanto de darnos de narices contra la camioneta, como de ser atravesados por el listillo que venía detrás intentando adelantar a todos de una sola vez.

Según nuestra guía de viajes, muy mala y tendenciosa, Zlín es una ciudad interesante por los ejemplos de arquitectura de la primera etapa moderna, que propició allí, a principios del XX, Tomás Bat'a, creador de una industria del calzado de importancia nacional a la que los comunistas cambiaron el nombre, y la dirección, tras la guerra. Pero nos resulta muy difícil discernir esos inmuebles ejemplares entre un continuo bastante homogéneo y, sobre todo, orientarnos sin un mínimo plano en una ciudad que ronda los 100.000 habitantes. Tras unas vueltas en coche entre esos bloques de vivienda colectiva y construcciones industriales, volvemos hacia Ostrovacice para pasar nuestra última noche en la República Checa, mañana entraremos en Eslovaquia.

jueves, 28 de mayo de 2009

Brno

Dejamos Chrustenice, recogiendo la tienda todavía húmeda de la lluvia de estas noches pasadas, nos despedimos de un par de vecinos holandeses con los que hemos hablado algo durante nuestra estancia aquí y salimos hacia Ostrovacice. Al llegar al cámping previsto, solo hay dos tiendas, no hay personal en la recepción y, el pequeño bar que hay a la entrada, está también cerrado, el suelo, con la hierba muy crecida, está totalmente encharcado. No sabemos muy bien que hacer, buscando, encontramos un cartel con algo escrito en inglés, leyéndolo, interpretamos que podemos instalarnos donde nos apetezca y que por la tarde vendrá alguien de la propiedad para inscribirnos. Tienen algunos bungalows bastante económicos, para alquilarlos pone que debemos llamar a un teléfono, lo hacemos hablando en inglés y la dueña nos pasa con su hija para poder entendernos. Al poco rato llega la señora que limpia y cambia la ropa de las camas de uno que había estado ocupado hasta ese día y en algo menos de media hora lo tiene listo para que podamos ocuparlo. Como siempre, está un poco viejo, pero tiene cuatro camas, mesa, una pequeña nevera y un estupendo porche con sillas para comer o descansar al exterior.
Estamos muy cerca del circuito de Brno, en medio de uno de los bosques que nos rodean, donde, cuando ya nos hayamos ido, habrá competición de motociclismo y, seguro, un montón de españoles. Después de tomarnos unos bocadillos y un café, salimos hacia la ciudad de Brno (pronunciado Bernó, más o menos, con la "e" apenas sonando). La entrada a la ciudad por carretera impresiona bastante, con esas aglomeraciones de viviendas del "realismo socialista", bloques surgiendo del bosque, que ahora están siendo tratados con color y van tornándose más amables a la vista, también por los impresionantes atascos que se producen en la circunvalación de acceso, con limitaciones de velocidad que conviene no saltarse, a varios coches extranjeros los para la policía por ir demasiado deprisa. Yo he preferido hacer lo que veía hacían los conductores locales, es decir, seguir en la cola y sin saltarse el límite anunciado en las señales.

He puesto en el navegador la dirección de una calle exterior al centro, nada más llegar a la misma, veo un recién construido aparcamiento cubierto en un edificio de oficinas y meto el coche, la sorpresa es que la calle en cuestión es larguísima y, probablemente, estamos muy lejos del centro, tampoco sé muy bien en que dirección queda y caminamos, al principio, en sentido contrario, la propia evolución de lo construido nos dice que vamos mal. Ya orientados, vamos adentrándonos en un ensanche reticulado en el que se encuentran varios edificios universitarios y conjuntos de viviendas algo deteriorados pero de gran interés. Las grandes manzanas mezclan lo nuevo con lo viejo, los edificios decimonónicos con los bloques abiertos de las nuevas tipologías, todo bastante bien planificado y según una evidente unidad de cornisa. Flanqueamos el parque Luzánky, tras el que se encuentra la famosa villa Tugendhat de Mies van der Rohe, pero no tenemos tiempo para organizar una visita a la misma, continuamos hacia el casco antiguo.
Las destrucciones de la guerra nunca fueron recuperadas del todo, de forma que, a veces, la nueva producción de la reconstrucción socialista se suma en Brno sin complejos al legado histórico, no siempre de forma afortunada.


La zona urbana que entra en contacto con el casco antiguo tiene gran animación, con los tranvías y el ir y venir de la gente compartiendo el mismo espacio. La calle Ceská, peatonal, es el camino más adecuado para aproximarse al corazón del núcleo histórico, la Námestí Svobody, una gran plaza de planta triangular bastante irregular, con la inevitable columna de la peste en su parte central, a la que se abren algunos de los edificios de mayor interés de la ciudad, nos la encontramos en obras de reurbanización, va a ser peatonalizada y, por las imágenes que se muestran del proyecto, acabará ganando mucho, ahora apenas se puede pasear más que por los laterales, todo está levantado. Una edificación reciente muestra el nuevo modo de compartir medianería con una construcción histórica, sin renunciar a poner de manifiesto su propia modernidad pero compartiendo escalas y ritmos.

Tras pasear por las calles peatonales que desembocan en esa plaza, nos acercamos a Zelný Trh, otra plaza en la que están ahora recogiendo los puestos de venta de fruta y verduras de un mercadillo que hacen en ella, ha recuperado su nombre después de dejar de llamarse como el día en que se produjo la toma del poder por el régimen comunista. Tiene una interesante fuente de fines del s. XVII y una columna de la Trinidad. Muy cerca el Stará radnice, o ayuntamiento viejo, en la calle Radnická, la portada reconstruida en estilo gótico, da acceso a la torre, previo pago, desde la que se tienen unas impresionantes vistas panorámicas de la ciudad.
Según el lado al que se mire, se descubre la sucesión de tejados del casco antiguo o ese paisaje osado del progreso socialista, las chimeneas de una central térmica entre las casas y la otra ciudad, la de los bloques de vivienda colectiva asomando justo en lo más alto de una colina cercana.



La catedral de San Pedro y San Pablo domina la silueta bastante uniforme de la ciudad antigua (salvo esas nuevas agujas de las chimeneas de la térmica o lo que sea) y ocupa una pequeña elevación donde parece que estaba un castillo, sus torres ofrecen también inmejorables vistas, la colina de Spilberk, donde se encuentra la fortaleza, nos queda ya un poco a contratiempo pues tenemos que deshacer un largo camino hasta donde tenemos el coche. Antes de recogerlo pasamos por un supermercado para comprar provisiones que no pesen mucho, la parte trasera nos descubre una ciudad en transformación con mucho trabajo por hacer, estamos en la segunda en importancia del país, con unos 400.000 habitantes, la mayor de la región de Moravia, con una intensa vida cultural y universitaria.















Dos días en Praga


Salimos de mañana en coche con la intención de dejarlo en Zlicín, una gran zona comercial, para acercarnos a Praga en metro, pero no conseguimos orientarnos para localizar el punto anunciado de Park and Ride, al final seguimos conduciendo hasta que llegamos a una avenida de entrada a la ciudad, por el lado de Malá Strana, aparcamos en la calle Vrchlickeho y eso nos permite caminar hacia el centro entre esos edificios históricos de gran valor pero medio destartalados en los que vive un buen porcentaje de la población de la parte antigua de la capital. No voy a descubrir aquí que Praga es una de las ciudades más hermosas de Europa, pero también es una gran capital que merece ser recorrida con calma, saliéndose de los itinerarios turísticos, auténtico escaparate de la ciudad, y apreciar la potencialidad que tiene su paisaje urbano para cuando las cosas mejoren y las rehabilitaciones alcancen todas esas zonas menos fotografiadas. El día amenaza lluvia, pero va a respetar toda nuestra visita a la ciudad.



La visita del primer día ha de incluir obligatoriamente el Karluv most, el puente flanqueado por su torres protectoras en los extremos y con las hileras de esculturas barrocas, siempre en medio de una procesión de turistas, seguir la "Calle Real", el itinerario que seguían los desfiles de coronación de los reyes, indicado con placas en el pavimento, recorrer la plaza principal de la ciudad antigua, la Staromestské námestí, también dándose de codazos con la multitud y, si por casualidad, se encuentra sitio, sentarse en la terraza de uno de los bares de la propia plaza. Hay muchas cosas en las que fijarse, como las casas del antiguo ayuntamiento, el reloj astronómico con su desfile de figuras cada hora, la iglesia de Sv. Mikulás, ahora abierta a la plaza después de que los nazis volaran parte de las dependencias municipales, o el monumento a Jan Hus, un profesor universitario que, en el siglo XV, se oponía a la doctrina de la iglesia vigente y practicaba la pobreza como virtud evangélica, ganándose así el seguimiento de las gentes oprimidas, circunstancia que fue considerada como una herejía por la oficialidad. Llamado a discutir con el Papa esta situación de rebeldía, fue apresado, aún contando con salvoconducto para acudir a esa cita, y quemado en la hoguera, otra muestra del seguimiento de los preceptos cristianos por parte de la jerarquía eclesiástica.


Otros puntos de interés son las calles Husova o Karlova y el barrio judío, pero recomiendo, sobre todo, salirse hacia los ensanches de la Nove Mesto y admirar ese decorado cosmopolita de fachadas eclécticas y de estilo Secesión vienesa que, pese a la mala conservación de algunas de ellas, nos introduce en el esplendor urbano de la Praga de principios del siglo XX. La Václavske námestí es más un inmenso eje con amplio bulevar central que una plaza propiamente dicha y tiene el imponente edificio del museo como fondo de perspectiva, aquí se alinean hoteles e importantes comercios, los amantes de la letra impresa no deben perderse una enorme librería en esta calle, no he conseguido encontrar el retorcido edificio de Frank Ghery porque mi guía de viaje es muy mala y anticuada, pero sé que está en alguna esquina de esta calle.


En perpendicular a esa calle-plaza, el tramo peatonal de Na Príkope es también una zona comercial muy animada que prolonga los ejes abiertos sobre el casco antiguo para enlazar los puentes sobre el Moldava cuando se rectificaron estas alineaciones de modernización a finales del s. XIX, aquí comemos en un restaurante situado en el primer piso de un edificio modernista, el U Pelikan, con un interior que mantiene también ciertos motivos decorativos de esa época, junto a la amplia cristalera que da sobre la calle, una maravilla a precios asequibles y con gastronomía genuinamente checa.

Tras la comida, nos adentramos en esos barrios menos frecuentados por los turistas, que con una simple mano de pintura, se convertirían en decorados tan espléndidos como esas partes tan visitadas, el comercio y los restaurantes son de otro tipo, pero los precios están a un nivel más asumible por la gente que los habita. Es una Praga que no sale en las guías, sin grandes monumentos, pero igual de recomendable, no es necesario tomar el metro para hacer este recorrido a lo largo del centro pues tiene un tamaño bastante abarcable. Para quien no tiene el caminar entre sus aficiones, existen distintas formas de recorrer esos inevitables hitos turísticos del centro, desde el trenecito al coche de caballos, pero resulta especialmente atractivo hacerlo en uno de esos Skoda clásicos que ofrecen en diversas plazas de la ciudad, preferiblemente en uno de esos modelos deportivos descapotables.

De regreso en el coche, comienza a llover y ya no dejará de hacerlo el resto de la tarde y durante toda la noche.

El día siguiente salimos de nuevo hacia Praga y esta vez conseguimos dejar el coche aparcado e ir en metro desde Zlicín, que es una forma cómoda de hacer este desplazamiento, aunque el primer día tampoco nos resultó muy difícil aparcar cerca de la ciudad. Esta vez, nuestra excursión se centra en el otro lado del Moldava, la zona llamada Malá Strana, que se extiende entre las laderas de la colina que ocupa el castillo y el borde del río, todo es bastante más tranquilo que los alrededores del puente, los turistas se concentran en puntos muy concretos y quedan muchas calles para recorrer con calma y sin agobios. Quisimos subir al castillo en el teleférico, pero está en obras, así que comenzamos la ascensión a pie pero se nos hizo un poco duro, viendo la cantidad de gente que estaba llegando a ese lugar, decidimos conformarnos con las panorámicas y dejarlo para una mejor ocasión.

Comimos en un restaurante cerca del río y volvimos a cruzar el puente para pasear por el otro lado de la ciudad, de regreso a Chrustenice recibimos la llamada de Max, uno de los hijos de nuestros amigos alemanes, que está haciendo su servicio social en Praga, atendiendo a ancianos judíos víctimas del nazismo y quedamos con él para vernos en el centro comercial de Zlicín, cenamos juntos en una pizzería, nos enseña algunas palabras en checo y nos explica como funciona la pronunciación de algunas de las tildes o la agregación de consonantes sin ninguna vocal intercalada (se incluyen vocales muy débiles, que apenas se pronuncian).

miércoles, 27 de mayo de 2009

Kutná Hora y Jicín

Kutná Hora tiene ahora algo más de 22.000 habitantes, el núcleo histórico está reconocido como Patrimonio de la Humanidad desde 1995, en tiempos fue la segunda ciudad en importancia del país y, seguramente, la que producía una mayor riqueza gracias a los yacimientos de plata, que se decía podían explotarse desde los sótanos de las viviendas, durante la época de los Habsburgo,
se denominó Kuttenberg, o Montaña de las Minas, que es lo que significa también en checo, en el edificio llamado "La Corte italiana" vivían y fabricaban moneda los acuñadores, artesanos especializados que procedían de ese país. Toda la parte antigua de la ciudad se adapta a una pequeña elevación y tiene una planta bastante irregular, en la que se enlazan varias pequeñas plazas siguiendo el itinerario principal por su interior, se ha renovado casi toda la pavimentación y la urbanización tiene, en general, bastante calidad.
Se hace muy fácil llegar y conseguimos aparcar sin agobios en el vial perimetral de acceso, a muy escasos metros de los puntos a visitar de mayor interés. Aunque se dice que es uno de los lugares que atrae más turismo de la región de Bohemia Central, todo es muy tranquilo, nada que ver con otros países europeos en este mes, además, ese turismo es casi absolutamente de carácter nacional, al menos hoy sábado.

La principal de ese sistema de plazas entrelazadas, es la Palackého námestí (esto último significa plaza en checo) de planta sensiblemente triangular y en la que se alinean casitas bajas, muchas con pórticos en el bajo, de muy diversos estilos pero unificadas por ese uso de los revestimientos y molduras coloreadas en distintos tonos, algo que hace a estas ciudades bastante más luminosas o alegres que las construidas solo en piedra. En la Rejskovo námestí, plaza que hace de contrapunto respecto a la anterior siguiendo la calle Husova como eje, se levanta una enorme fuente monumental del gótico tardío. Desde aquí se puede callejear hasta la iglesia de Sv. Jakub (de Santiago) e internarse sin prisas por las callejuelas adyacentes para tomar la Barborská ulice y, tras pasar ante una edificación que permanece como vestigio de un segundo cinturón de murallas de la ciudad, recorreremos la larguísima fachada del antiguo colegio de los jesuitas pasando ante una sucesión de estatuas barrocas de diversos personajes religiosos con esos llamativos detalles dorados que relucen sobre la escultura en piedra. El conjunto del colegio jesuita está muy deteriorado, fue utilizado como cuartel tras la expulsión de la orden a finales del XVIII y ahora está abandonado.

Siguiendo la calle, con vistas abiertas hacia el entorno de la ciudad, se llega a la catedral de Santa Bárbara (Sv. Barbora), patrona de los mineros. Es una interesantísima iglesia gótica, cuya singular cubierta, como si fuesen tres tiendas de campaña de un solo mástil central, constituye un hito de referencia en la silueta urbana de Kutná Hora. En su interior conviven la riqueza del gótico bohemio y obras de completamiento posteriores, como las vidrieras modernistas de Frantisek Urban.

Después de pasear por todo el casco histórico, retomamos la carretera comarcal para acercarnos a Jicín. Aquí también tenemos bastante suerte con el aparcamiento en una calle exterior, la ciudad es tan solo algo más pequeña que la anterior (17.000 habitantes) y atesora, al interior de crecimientos planificados de densidad media y baja, un núcleo redondeado, siguiendo la forma de su antigua muralla con una inmensa plaza rectangular en su centro. Aunque es difícil apreciarlo si no se conoce su real implantación en el territorio, existen una serie de actuaciones urbanas barrocas de gran magnitud, todas ellas ordenadas por el duque de Waldstein, un comandante del ejército imperial que levantó aquí su feudo, acuñando moneda propia, atrayendo a famosos arquitectos italianos para llevar a cabo esas transformaciones. La propia plaza no sería sino un punto central en un eje visual que recorrería la distancia entre un parque y pabellón de caza y un convento, todo ello alineado según el recorrido de salida y puesta del sol. Queda de ese eje un largo paseo plantado con cuatro hileras de tilos que enlaza la ciudad antigua con Libosad, el pabellón que, como el resto de esas actuaciones, quedó sin terminar tras la prematura muerte, asesinado en Cheb, del duque de Waldstein.

Entramos en la gran plaza central, llamada Valdstejnovo námestí en recuerdo del duque, pasando por la puerta Vladická, una esbelta torre que permanece de las varias que tuvo la muralla, desde arriba puede observarse el conjunto de la ciudad, pero está cerrada y ya no volverá a abrir hoy, es también un museo dedicado a un ilustrador de cuentos (la ciudad celebra periódicamente un Festival de Cuentos de Hadas). Acaba de llover y todo está un poco gris pero, aún así, el conjunto de edificaciones porticadas luce espléndido, en medio de la plaza, una columna de la peste y dos fuentes, muy cerca, las iglesias de Sv Ignác y Sv. Jakub.

Vale la pena pasear también por la zona inmediata al casco histórico, esa primera prolongación que amplia el núcleo, allí hemos descubierto un magnífico café con variedades de pastelería que no tienen nada que envidiar a la propia capital del imperio austrohúngaro, del que se ve que mantienen muchas tradiciones por aquí. Tras unos cafés y la degustación de algunas de las especialidades, recién hechas, volvemos al coche e iniciamos el camino de regreso a Chrustenice.

Otros dos días de carretera

Esta vez recorriendo toda Francia, los tiempos según lo previsto, para llegar a un cámping en Neuenburg (Mülheim) ya en Alemania, el acceso a recepción se demora un poco porque unos holandeses, con su caravana, han bloqueado el final de la carretera, en fondo de saco, para inscribirse y no dejan sitio para pasar al aparcamiento previo, siempre igual de torpes esta gente del Norte. Cuando terminan sus trámites se me acerca para pedirme que retire mi coche de detrás y poder maniobrar para entrar, estoy a punto de decirle que no me apetece hasta que acabemos nosotros de hacer nuestro papeleo de ingreso ¿no es acaso lo que ha hecho él? Pongo cara de no enterarme de lo que me pide y lo hago despacio y a desgana, por ver si se da por aludido, que creo que no.
Nos sitúan en una zona de hierba, cuyo único inconveniente es que da justo sobre las pistas deportivas, donde los niños, y no tan niños, juegan hasta muy tarde. Las instalaciones, de todo tipo son muy buenas, estamos, además, muy cerca de la autopista a Freiburg.
A la mañana siguiente, iniciamos la travesía de Alemania, todo sin problemas y según lo previsto, cruzamos la frontera y hacemos los trámites obligados, cambiar euros por coronas checas y adquirir la "viñeta" adhesiva que nos autoriza a utilizar las autopistas. Comenzamos el recorrido por las autopistas checas, sorprende que el firme es, en muchos tramos, de hormigón y el coche va saltando continuamente cuando pasa sobre las juntas de dilatación, un ruido constante que acaba siendo como una música de percusión que hace de fondo a nuestras conversaciones. Llama la atención también que está plagada de cámaras de control, decidimos espetar escrupulosamente los límites de velocidad, por si acaso.
Tenemos previsto permanecer durante varios días, como base de etapa, en un cámping situado a unos 25 km. de Praga, al que llegamos sin contratiempos y siguiendo las instrucciones del navegador, también nuevo, que habíamos comprado para no perdernos por Madrid durante la época en que cortaban los accesos conocidos, una semana si y la otra también, por las obras de los túneles de la M 30.
El cámping está en la localidad de Chrustenice, en dirección norte una vez pasado Lodenice. Hablan inglés en recepción y está bastante bien equipado, con un restaurante y una pequeña tienda que abre solo de mañana. Es uno de esos puntos en que se concentran los turistas holandeses, creando auténticos barrios que casi repiten los propios de procedencia.
Después de comer, damos un paseo con el coche y llegamos casi hasta Praga, comprobamos que hay una gran zona comercial desde la que parece se puede dejar el vehículo y acercarse a la capital en metro, cosa que es nuestra intención, pero resulta un poco difícil habituarse a las indicaciones de carretera, ya que algunas cosas somos incapaces todavía de traducirlas.
De vuelta cenamos en el restaurante con una jarra de "pilsener" local, la bebida nacional y nos retiramos.

El viaje de 2006

Fue el primero que hicimos en coche a la República Checa y Eslovaquia, aunque no el primero a un país de la Europa del antiguo bloque del Este. El primero fue casi veinte años atrás, cuando todavía existían los bloques y el telón de acero, al primer país que se abría al turismo extranjero, la antigua Yugoslavia, poco después de la muerte de Tito, el líder que consiguió mantener unidos y callados, quizá a la fuerza, esos odios y diferencias regionales que más adelante estallarían en una guerra infame entre vecinos.
En este viaje estrenamos coche, un Skoda Octavia combi, muy adecuado para mimetizarse en el paisaje viario de los países que vamos a visitar y después de haberse roto la caja de cambios, nada más iniciar nuestra travesía de Francia, el anterior, un Renault Laguna SW, sin causa aparente alguna, en nuestras últimas vacaciones.
Salimos de casa, ya con todo cargado en el maletero el día anterior, a las 9,30 del 2 de Agosto para atravesar España por autovías y autopistas en dirección a Irún, la parada para comer en un restaurante de la autopista nos demoró bastante, demasiada gente para poco personal, los platos eran poco agradecidos y bastante caros para su simplicidad, pero eso es algo habitual en ese tipo de locales.
La noche la pasamos en el cámping "Le Paradise" de la localidad francesa de Abzac, en la carretera N 89 de Bordeaux a Perigueux, un lugar muy agradable y tranquilo para utilizar como fin de etapa.

Un regreso meteórico

Por obligaciones laborales, el regreso debe ser rápido, es ya día 20 y hemos consumido la totalidad de los días de vacaciones que disponíamos, salimos de Waldkirch a las 10,45 y hacemos autopista con paradas periódicas para descansar atravesando toda Francia, ya cerca de los Pirineos, echamos una cabezada en un área de servicio y reemprendemos la marcha, el trayecto nocturno es mucho más tranquilo, sobre todo en este país en el que, a partir de cierta hora de la tarde, disminuye mucho la circulación, llegada la medianoche, estamos cruzando la frontera por Irún y a las 10,30 de un 21 de Agosto ya estamos en casa. En total han sido 7135 km. de viaje.

martes, 26 de mayo de 2009

Una noche en Waldkirch

En Waldkirch hemos quedado con nuestros amigos, que ya habían reservado mesa para cenar, llegamos a un cámping que se encuentra en las afueras, sobre una colina, es pequeño y muy familiar, cuesta un poco llegar porque no está muy bien indicado, la carretera de acceso, en el último tramo,es sumamente estrecha. El personal de recepción es muy agradable, tenemos tiempo suficiente para montar la tienda, descansar un rato y pasearnos por la ciudad antes de acudir a nuestra cita.
Es una pequeña ciudad, situada a unos 15 km. de Freiburg, al sur de Alemania. El núcleo histórico se encuentra en en profundo valle, rodeado de montañas y al borde del río, al otro lado del centro urbano, también en una elevación, las ruinas del castillo dominan el panorama sobre el casco y sus crecimientos. El corazón del mismo lo constituye la antigua plaza del mercado, una calle alargada y ensanchada a la que se abren las tradicionales edificaciones coloreadas, de poca altura. Es famosa por su tradición en la fabricación de organillos mecánicos.
Hemos cenado en un restaurante de la plaza que se llama algo así como el "molino de pimienta", al escuchar el dueño que, pese a que nuestros amigos encargan los platos en alemán, hablamos entre nosotros en español, se nos acerca y nos dice que él es un granadino que lleva ya gran parte de su vida en esa región germana.
Salimos tarde de cenar y entramos en el único local que queda ya abierto en la ciudad para tomarnos un café, cuando nos despedimos es ya medianoche, volvemos a coincidir con el granadino de vuelta a su casa tras cerrar el local.

Dos breves reencuentros

La mañana del día 17 preparamos todo para abandonar Zakopane e iniciar el camino de retorno, unos compatriotas con los que coincidimos nos cuentan que Polonia, en general, les ha defraudado un poco, señalan también lo difícil que resultan los desplazamientos largos en coche por estas regiones que todavía no cuentan con ninguna autopista. Entre lo que merece la pena visitar nos hablan de Gdansk, antes incluso que Varsovia, algo que nosotros dejaremos pendiente para otra ocasión.
Admiramos, de nuevo y por última vez en este viaje, el imponente telón montañoso que sirve de fondo a esta ciudad acogedora, que alberga unos buenos equipamientos para la práctica de los deportes de invierno y nos despedimos del personal de recepción, esta familia que se ha lanzado a aventura de la economía de mercado dentro de una cierta regulación y al margen de toda esa gente que se pone al borde de las carreteras con un cartelito ofreciéndote una habitación en sus casas. Prometemos regresar algún día.
Nos dirigimos hacia Steinekirchen, un pequeño pueblo con una gran iglesia de piedra, aunque un día debieron ser varias, como su nombre indica, para saludar a Katharina, una chica que, participando en un programa de intercambio escolar con una organización internacional, estuvo viviendo con nosotros años atrás. La salida de Polonia se hace pausadamente, como siempre, con constantes retenciones en cruces y semáforos.
En Eslovaquia, coincidimos con obras o un accidente, en las proximidades de Martin pero lejos de cualquier población, la policía tiene cortada la carretera por la que vamos, nos dan el alto y, al final, intuimos que nos preguntan, un poco cabreados porque no les entendemos, hacia donde vamos, contestamos "Martin", como los indios, sin formar ningún tipo de frase para no despistar y el topónimo, quizá mal acentuado, lo comprenden. Indican, los gestos son elocuentes, que debemos tomar un camino rural de tierra que da servicio a unos campos vecinos. La cosa es que el programa que lleva cargado el navegador no incluye más que hasta la frontera checa, nada de Eslovaquia o Polonia y los mapas de carreteras que tenemos, aunque son muy buenos, no descienden a esta escala de detalle de las servidumbres agrícolas. Nada más empezar a internarnos por el camino señalado, aparece una intersección en "T" en donde ambos brazos tienen la misma importancia, para colmo, circulamos solos, sin ningún vehículo local que nos abra paso, tampoco hay nadie en medio de estos campos ni aldea alguna en las inmediaciones. Así que nos paramos y, como estamos en una zona alta, buscamos en el horizonte la traza de la carretera, una vez localizada y, más o menos orientados, vamos descartando las sucesivas intersecciones y dirigiéndonos siempre hacia el punto cardinal en que hemos oteado la continuación de la carretera. Tras pasar entre las casas de un pequeño pueblo, con los perros armando gran escándalo persiguiendo el coche, desembocamos en el vial por el que veníamos y continuamos sin problemas.
Antes de Bratislava nos incorporamos a la autopista y atravesamos la capital por ese puente que divide la ciudad en dos, tras pagar la pegatina que nos permite circular por autopista en Austria, entramos en Steinekirchen alrededor de las cuatro de la tarde. Katharina está sola en casa, sus padres están fuera, de vacaciones, nos sentamos en el jardín y hablamos tranquilamente de lo que ha sido este año en nuestras vidas.
Por la mañana nos ponemos en contacto con nuestros amigos alemanes, Erich y Äenne, que vienen dedicando sus vacaciones de Agosto a hacer tramos sucesivos de caminata a lo largo del Camino de Santiago, un recorrido que iniciaron en su domicilio y en el que han alcanzado ahora las proximidades de Freiburg, quedamos en vernos en la localidad de Waldkirch, donde ellos ya han reservado alojamiento de final de etapa.

Las minas de sal de Wieliczka



Nos desplazamos hasta la mina de sal de Wieliczka, no sin dificultades y retenciones, como siem- pre, se trata de una explotación subterránea con más de siete siglos de antigüedad y que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad.

Hay una cola descomunal esperando para entrar, una vez que se sacan los billetes hay que in-corporarse a la misma para esperar el regreso de un grupo con guía, no bajan más que un número determinado de personas cada vez. El calor es insoportable aquí parados, agradecemos el momento en que nos coincide un rato de espera bajo la sombra de un árbol.

A la mina se baja en el mismo ascensor que utilizaban los operarios mientras estuvo en servicio, se desciende a más de 100 m. de profundidad, pero no da esa impresión, la visita dura más de hora y media y recorre las galerías, algún lago subterráneo, máquinas y sistemas de extracción de la sal y esculturas labradas también en sal, que convierten a todo esto en una especie de parque temático de la minería. Salvo la capilla de San Kinga, una inmensa apertura, como una catedral enterrada, dentro del sistema de galerías y la denominada "cámara Staszic", con el techo a casi 40 m. de altura, lo demás decepciona un poco. Tampoco ayuda un recorrido tan largo con comentarios solo en polaco y, en nuestro caso, el nauseabundo olor a sudor que desprende uno de los visitantes locales que, no sé por que extraña razón, acabamos teniendo siempre a nuestro lado por más que nos movemos sucesivamente de emplazamiento dentro del grupo. La gran ventaja es que, al menos, aquí abajo se está fresquito.

Además de una cafetería y tienda de regalos, las minas incluyen una especie de balneario para tratamientos respiratorios, pero esa parte no se ve en la visita guiada, también se cuenta que los nazis quisieron hacer aquí una fábrica de aviones, pero tal vez sea solo una leyenda.

Salimos al exterior y nos tomamos un tentempié comprando algo de comer en unos puestos callejeros que hay de camino al aparcamiento, paseamos un poco por la población y nos vamos.

lunes, 25 de mayo de 2009

Krakow (o Cracovia)


Salimos de mañana para visitar Cracovia, como siempre, hemos necesitado muchísimo tiempo de carretera para llegar a nuestro destino (no hay autopistas en esta zona y ya he hablado de los atascos monumentales de la travesía de Zakopane, así como de la precaución con que se conduce en este país.
Nuestra llegada a la ciudad coincide con algún tipo de evento deportivo al borde del río y la policía ha cortado el acceso al centro por ciertas calles, nos ordenan desviarnos, acabamos entrando en las grandes avenidas arboladas que circunvalan el perímetro que seguían las antiguas murallas. Aparcar se vuelve una labor complicada, algunos hoteles tienen parkings de pago en su propiedad, pero el portero nos indica que, a estas horas, ya está completo. Las calles siguen pensadas para el tranvía, por eso no se puede estacionar en los laterales (es por donde pasan las vías) como alternativa, los vehículos se dejan directamente subidos a la acera, me produce cierto temor esa situación, pero no puedo dejar pasar uno de los únicos huecos que quedan libres y hago lo mismo que los nativos, el coche sobre la acera y un exiguo paso para los peatones que circulen por ella.
Nos dirigimos hacia las fortificaciones de Wawel, donde se alza todo el complejo del castillo Real, para iniciar nuestra visita, nos sorprende una gran cola que se forma a la entrada. Unos policías revisan las mochilas y ropa, con un escáner, como si se pasara por el control de un aeropuerto, no se me ocurre quien puede querer, a diario, perpetrar un atentado terrorista en este lugar, pero así debe ser.

Las fortificaciones se encuentran sobre una colina que domina el resto de la ciudad, en su interior se disponen una serie de edificios monumentales que, en torno a la catedral gótica y el palacio renacentista que servía de lugar de residencia a los reyes, constituyen uno de los signos de la identidad nacional, hay muchísimos visitantes y renunciamos a cualquier tipo de acceso al interior de alguno de ellos porque las colas ponen en evidencia que el retraso será de horas y hace muchísimo calor como para soportarlo.

El patio del castillo, con sus estupendas arcadas renacentistas, puede verse sin agobios desde el exterior y tiene partes en sombra, lo que es un alivio con estas temperaturas.Fuera, entre la hierba, pueden verse los restos de las iglesias medievales que hubo en este lugar, posteriormente destruidas por los austríacos.

Desandamos la llamada "Vía Real", por ser el camino oficial que recorrían antaño los monarcas y diputados, para visitar la zona antigua de la parte baja de la ciudad.


La plaza Mayor del Mercado es un inmenso espacio libre de planta rectangular, ocupado casi en su parte central, por el Mercado de Paños, una edificación renacentista con arcadas que sustituyó, en su momento a una anterior gótica, la planta baja la ocupan ahora cafés y diversos locales comerciales, en la superior, está instalado un museo, cerca se alza la torre del Ayuntamiento, aislada, como el único vestigio de esa antigua construcción gótica.

Todo el conjunto de la plaza está atestado de gente, resulta casi agobiante, al igual que alguna de las calles principales que llevan a la misma, en las zonas en que convive el tránsito rodado con el peatonal, los conductores se desesperan cuando la marea humana invade los pasos cebra y acaban amenazando con atropellar a alguien para abrirse paso, lo de las motos ya es una exageración, en su caso la pugna es también con los coches y los tranvías.
Pero si uno se sale de este circuito, Cracovia ofrece también tranquilidad, tanto en la ciudad vieja como en los ensanches decimonónicos, ornamentados por ese cinturón verde, a modo de parque, llamado Planty.
Por esas calles nos perdemos, para comer en una terraza exterior algo de cocina local, mucho más tranquilos que entre el trasiego de visitantes y a un precio también bastante menos "turístico".
Volvemos a callejear por la parte antigua y regresamos para recoger el coche, que sigue estando en donde lo dejamos, allí subido a una acera, regresamos a Zakopane para cenar en la pensión de la casita de madera, de noche nos acercamos a la ciudad que tiene algunos locales muy animados y, tras retirar algo de dinero en un cajero, nos vamos a dormir, la vuelta nos desorienta un poco al ser sin la luz del día, pero, a cambio, supone bastante menos tiempo de trayecto y mayor fluidez en el tráfico.

Stary Sacz

Estamos en la región de Galitzia, que recuerda en el nombre esa otra de la que venimos, conducimos desde la última de las iglesias de madera hasta la pequeña ciudad de Stary Sacz, con algo menos de 9.000 habitantes, el centro se extiende en torno a una gran plaza central, donde se celebra el mercado, también es, como casi siempre, lugar de estacionamiento, aparcamos en ella y, nada más dejar el coche y pagar el recibo al vigilante, se nos acerca un polaco y nos pregunta de que parte de España somos, se ríe y dice que no entiende porque viajamos a su país, en Polonia todo el mundo sueña con irse de vacaciones a España, al sur, a Valencia, o Barcelona, a disfrutar de las playas. Le contesto que las playas ya las tenemos cerca de casa y que esto es totalmente desconocido para nosotros, e insiste en que no acaba de ver el atractivo que puede tener su país.
Muy cerca de la plaza, con sus edificaciones antiguas y el animado ir y venir de gente hacia los comercios, se encuentra el convento de la Orden de Santa Clara, cuya construcción se inició ya en el s. XIII, es un gran conjunto de edificaciones es las que destaca la iglesia, volvemos a encontrarnos con la familia de polacos que nos habló al aparcar, volvemos a reirnos todos. La visita guiada es en polaco, acabamos apartándonos del grupo, por todas partes, referencias al Papa Juan Pablo II.
De regreso paramos en una especie de área de descanso existente al pie de un monumento a la resistencia, no podemos traducir muy bien a que se refiere exactamente, está todo muy sucio y lleno de basura, aunque para mucha gente para subir hasta la escultura que conmemora algún hecho de carácter bélico.
Estamos de vuelta a las 17,00 horas, hacemos tiempo tomando un café hasta la hora de la cena que tenemos reservada, es decir, hasta las 19,00 horas, cuando llegamos ya está cenando un matrimonio alemán de jubilados, el hombre se pasa el día disfrutando de la cerveza local. La cena magnífica, como siempre, y a un buen precio, aunque ya les gusta hacer la traducción a euros.

Las iglesias de madera

Salimos a las 10 de la mañana para hacer una pequeña excursión, centrada, sobre todo, en un conjunto de iglesias de madera desperdigadas por esta región y que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La localización de las mismas la haremos a partir del mapa de carreteras, no se mencionan en la guía, pero alguien nos había hablado de ellas, no son una atracción turística siempre identificable y, encontrarlas, no va a ser fácil en ocasiones.
Previamente habíamos pensado pararnos en Chocholow, un pequeño pueblo cuya calle principal reune los mejores ejemplos de casas del s. XVI característicos de la arquitectura tradicional en madera de esta zona, pero la calle es a la vez la carretera, entre los atascos y la imposibilidad de aparcar, decidimos ir apreciando el conjunto desde el coche, la lenta marcha lo permite.
La carretera se hace eterna por veces, siempre atravesando poblaciones con limitación a 40 km/h. y los conductores lo cumplen tan estrictamente que, para no pasarse, circulan a menos de 30. No quiero dar mal ejemplo y hacer el loco, pero, en ocasiones no me queda más remedio y alguno de los coches a los que adelanto por ir más lento que en bicicleta, me pone las luces llamándome la atención por haberlo rebasado a 42 km/h.
Las iglesias no defraudan, son construcciones tecnológicamente impecables, que aprovechan todas las posibilidades de un único material, la madera, verlas por dentro ya no siempre es fácil, la mayoría se visitan previa cita con el cura dentro de un determinado horario, muy pocos turistas se acercan a verlas, por eso, a veces, han tenido la delicadeza de dejar un hueco en la puerta con una pequeña reja, a través del que se aprecia el interior. Son los templos parroquiales de pequeñas aldeas y, en algunos casos, todo el entorno tiene un gran valor paisajístico.
La primera que visitamos, del s. XVI y dedicada al nacimiento de la Virgen, es la de la localidad de Harklowa.


La de Debno es la más visitada, sobre todo porque se encuentra al borde de la carretera general, aquí ya han hecho una explanada para aparcar y existe una incipiente explotación turística del emplazamiento por parte de los lugareños, todo bastante precario, te ofrecen incluso utilizar una cabina de aseo previo pago, pero resulta de más interés hacerlo en cualquiera de los bares. Han instalado también varios puestos de venta ambulante, compramos algo que tiene aspecto de ser unas empanadillas o fritos de algún tipo, pero resulta ser un exquisito queso artesanal

Siguiendo la misma carretera y desviándose hacia el pueblo del mismo nombre, está la de Maniowach, dedicada a San Sebastián, en este caso, se trata de una capilla de cementerio, situada junto al camposanto y, por su funcionalidad, mucho más pequeña que las anteriores (iglesias parroquiales de cada una de las localidades).

Al final de la calle sobre la que se alinea el pueblo, en Grywaldzie, en un entorno muy pintoresco, se encuentra la iglesia dedicada a San Martín, a la que se llega ascendiendo una escalinata, es de finales del s. XV y tiene el interior policromado, no podemos apreciarlo, agradecemos, sin embargo, que cada una de las edificaciones cuente con una placa al exterior, en polaco, inglés y alemán, que explica algunas de sus características.

Zakopane, ya en Polonia

No eran siquiera 200 km. lo que nos separaba de esta ciudad polaca, famosa por ser una importante base de deportes de invierno, sin embargo, hemos invertido la totalidad de la mañana en el desplazamiento, aunque el tramo eslovaco lo hicimos bastante bien y según las previsiones, nada más entrar en Polonia nos encontramos con una retención monumental, dos importantes carreteras se unen en una intersección, simplemente regulada por un "stop y ceda el paso", así que, cuando la carretera a la que tenemos que incorporarnos, girando a la izquierda, está colapsada, quedamos inmovilizados y a la espera, pasando de uno en uno cuando alguien deja, amablemente un espacio, pasan horas en esta situación y el seguimiento en caravana de esa otra carretera es igual de lento. Desgraciadamente, ya descubriremos que esta es una situación inevitable cada vez que tratemos de entrar o salir de la localidad.
Llegamos al cámping que habíamos previsto a las 13,30 horas, lo escogimos por tener bungalows (así lo indicaba en nuestra guía) pero el par de ellos que en algún momento tuvo están totalmente destartalados y ya no los ofrecen a nadie, así que tenemos que montar la tienda bajo la lluvia que no cesa ni un momento. La gran ventaja del emplazamiento es que la vivienda de los propietarios es, a la vez, una pequeña pensión con restaurante de comida casera magnífica, tradicional y con un ambiente tranquilo y muy familiar, del que saldremos encantados. El chico que, junto a su mujer, lleva la recepción y la propia pensión, nos dice que a partir de mañana va a mejorar el tiempo.
Después de tomarnos un café, reservamos la cena en la pensión (es necesario pues cocinan solo sobre demanda) salimos a dar un paseo caminando por los alrededores, está todo bastante sucio y llegado un punto, se pierden las aceras y se hace imposible seguir por la carretera sin algún tipo de vehículo, al menos, una bicicleta, todo está muy húmedo y el arroyo de montaña que pasa por cerca de donde estamos instalados casi ya no cabe en su cauce de lo que lleva desaguando.

La montaña de la Virgen

Hoy, domingo 12, ha amanecido un día gris, después de haber llovido con intensidad durante toda la noche, por eso decidimos hacer senderismo por los alrededores, desde aquí salen diversos recorridos, de larga y corta distancia, señalizados, que se internan en el bosque y permiten llegar andando hasta localidades cercanas.
Abrigados con los chubasqueros nos metemos en la oscuridad del bosque, sorteando el agua que recorre los caminos, para acercarnos hasta la Montaña de la Virgen, donde, dominando la ciudad, se encuentra una antigua capilla de peregrinación, la Basílica Menor, lugar que, en los últimos tiempos del régimen comunista sirvió como punto de congregación, entre política y religiosa, para poner de manifiesto la oposición al sistema de gobierno, algo muy similar a lo que pasaba en Polonia, de hecho, el Papa Juan Pablo II estuvo aquí en la peregrinación del año 1995 y su recuerdo se conmemora por todas partes, algo de lo que acabaremos incluso saturados cuando visitemos su patria de origen.
Por lo demás, la basílica se encuentra en un marco natural realmente hermoso y las alturas ofrecen una panorámica de conjunto de la ciudad también sumamente interesante. Desde allí, seguimos uno de los senderos de montaña hasta una aldea rural escondida entre el arbolado, siempre entre una naturaleza exuberante, ahora poblada por un montón de especies de anfibios que aprovechan la humedad para disfrutar de este entorno.
Regresamos al cámping, muy cerca está la zona de esparcimiento de la localidad, con piscina y aparcamiento. Llueve durante toda la noche y ha resultado bastante incómodo recoger el equipaje y desplazarlo al maletero del coche bajo un intenso aguacero, salimos hacia Polonia.

Levoca

Levoca tiene algo especial, por aquí dicen que es una joya escondida que está esperando ser descubierta por los visitantes extranjeros, ya estuvimos el pasado año y repetimos estancia en un cámping situado en medio del bosque, muy cerca de esta pequeña ciudad, de unos 10.000 habitantes. Pedimos uno de los diminutos bungalows de los que disponen, una especie de experimento acerca de la superficie mínima habitable, muy logrado, todo en madera y con una curiosa sección pentagonal que amplia el volumen allí donde más falta hace. El tiempo siempre es bastante inestable en esta zona y a un calor insoportable suele seguirle una tormenta de agua que deja todo lleno de charcos, por eso mejor no utilizar tienda para estancias cortas.
Aunque no teníamos demasiada distancia por recorrer desde Bojnice, el trayecto se ha hecho muy largo, la autopista sigue haciéndose a trozos, los encofrados de puentes y viaductos se hacen de manera artesanal, con andamiaje convencional y tablón, sigue sin estar abierta al tráfico un año más, la carretera se hace lenta, aunque este año se ven menos kamikazes, se ve que también las sanciones están adaptándose al estándar europeo. Circular, a veces da un poco de miedo, sobre todo cuando nos enfrentamos con esas intersecciones en las que gira a la izquierda salvando los cuatro carriles de un vial importante simplemente con un "ceda el paso", pero a todo se habitua uno.
Llegamos sin problemas, aunque con cierto retraso respecto a lo previsto, alrededor de las 13 horas, después de comer algo decidimos acercarnos a la ciudad caminando (unos 3km.). Rodeamos esos lienzos de muralla que conserva a lo largo de buena parte del perímetro del casco antiguo y entramos a la gran plaza central por la llamada Puerta de Polonia (Pol'ská brána). La ciudad tenía gran importancia, ya desde el s. XIII, por su localización sobre un itinerario que relacionaba con ese país, aunque no encontramos ninguna referencia a ello, este trayecto es el del Camino de Santiago desde esta zona de Europa, una concha de peregrino labrada en los sillares de la puerta de una construcción religiosa, así lo atestigua, la gran iglesia parroquial gótica, está dedicada también al apóstol y es, en esta ocasión, lo que justifica, principalmente, nuestra visita. El año anterior estaba en obras y no pudimos ver los magníficos 15 retablos góticos y renacentistas que tiene en su interior.
Cinco de estos retablos son obra del Maestro Pavol de Levoca, uno de los imagineros más reconocidos del gótico flamígero de Europa Central, llama la atención el realismo de las escenas, ya tan lejos de lo habitual en el medievo, que se incorporan en total armonía respecto a las obras renacentistas que los rodean.
La visita guiada es, por supuesto, en eslovaco exclusivamente, por lo que me separo siempre un poco del grupo para ver las cosas con más tranquilidad y por mi cuenta pero, enseguida un tipo fornido y de traje, con aspecto entre seminarista y portero de discoteca, me invita a alejarme la distancia reglamentaria de las tallas policromadas, no vaya a ser que las alcance con un escupitajo, o algo así.
Después de darnos una última vuelta por la ciudad, apreciando de nuevo las casas de comerciantes con fachadas esgrafiadas (algunas a la espera de una inminente restauración) y el Ayuntamiento renacentista, coronado por esos tejadillos que parecen repetir un nuevo edificio de menor tamaño, volvemos caminando y, como somos las únicas personas que lo hacen por esta carretera, por dos veces se nos acercan polacos y eslovacos, respectivamente para preguntarnos (esto más o menos lo intuyo) por donde se va a la montaña de la Virgen (Marianska Horka o algo similar) y creo que lo sé pero prefiero no meterme en líos y les explico en inglés que soy extranjero.

sábado, 23 de mayo de 2009

Bojnice,Cicmany y Banská Stiavnica

Salimos de Trusalová tras despedirnos de la familia de pajarillos que nos ha hecho compañía yendo y viniendo con moscas e insectos en la boca para alimentar a su voraz prole, nos dirigimos a Bojnice, otro cámping con bungalows que se encuentra muy cerca del mayor atractivo de esta localidad, un castillo real levantado sobre una pequeña colina y transformado después siguiendo los modelos de los existentes en el Loira.
Los bungalows, como todo en el cámping, son bastante precarios, no tienen nevera y el espacio es bastante reducido, el interior de madera, algo totalmente común aquí, le proporciona, sin embargo, una calidez que hace más llevadera la elección. Después de comer algo, salimos hacia Cicmany, un pequeño pueblo al que se califica como de los más pintorescos del país.
Está aislado entre montañas, cuando llegamos, el día está gris y lluvioso, un total de unas 140 casas en madera oscura, muestran en sus fachadas curiosos motivos decorativos geométricos pintados en blanco, algo que no se repite en ningún otro punto del país y que se supone proporcionaba cierto tipo de protección a las viviendas.
Un arroyo recorre la calle principal, junto a la que se van alineando las distintas casas y la iglesia, se echa en falta un mejor acondicionamiento del entorno, que desmerece bastante respecto al valor etnográfico del conjunto, pero todo llegará
A principios del s. XX, varios incendios habían destruido el 75 por ciento de estas construcciones, pero en 1923, el arquitecto Dusan Jurkovic inició un plan de reedificación que devolvió el pueblo a su estado original.
Durante la visita al pueblo dejó de llover o lo hizo muy débilmente, cuando regresamos al bungalow nos sorprende que la frondosidad del arbolado bajo el que estamos ha permitido que todo se mantenga seco, pese a que fuera, la carretera sigue húmeda.






La mañana del 10 de Agosto salimos, sin abandonar nuestra base de permanencia en Bojnice, para visitar Banská Stiavnica, una pequeña ciudad de cerca de 11.000 habitantes cuyo centro histórico ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Antaño fue uno de los enclaves mineros más importantes de Europa, situada justo encima de lo que eran prósperos yacimientos de oro y plata. En el s. XV la ciudad ya era una de las más ricas del país y, a principios del siguiente, fue el primer lugar en Europa donde empezó a utilizarse la pólvora en la explotación de los yacimientos, técnica que permitió multiplicar su rentabilidad. El imperio austrohúngaro obtenía de aquí parte de su riqueza y en el s. XVIII, las galerías alcanzaban ya tal profundidad que debieron recurrir a un complejo sistema de ingeniería hidráulica para bombear las aguas freáticas que inundaban los túneles, evacuándolas hacia un gran número de balsas a cielo abierto en distintos puntos de la comarca. Aquí se fundó la primera escuela técnica de minería del mundo, que aún sigue en funcionamiento.
La ciudad se extiende, siguiendo una calle principal, a lo largo de un estrecho valle, dominada por dos castillos o palacios, el viejo y el nuevo (Starý zámok y Novy zámok), que se alzan sobre sendos puntos prominentes, en la parte baja, se abre una alargada plaza plaza de planta irregular presidida por la columna de la peste y a ella se abren las lujosas casas de las familias que poseían las minas más importantes, en estilo gótico o renacentista y construidas en torno al s. XVI.
En otro punto elevado se sitúa la "carraca" edificación desde la que se llamabaal trabajo a los mineros mediante unos característicos golpes, ahora es una especie de pub o algo así, con terraza asomándose al conjunto urbano. Desde la plaza puede accederse a algún pozo minero que atraviesa la ciudad.
Desde los castillos puede verse, a lo lejos, el calvario de la colina Scharfenberg, coronado por una capilla, un conjunto de 23 piezas del s. XVIII que hemos intentado ver, pero es inútil buscar la señalización y, los planos que dan en información, así como la orgánica disposición de la propia ciudad, hacen muy difícil encontrar el camino correcto, así que, al final, hemos desistido. Comemos en una pizzería de la plaza y salimos para ver un museo al aire libre dedicado a la minería.



El museo al aire libre de la minería decepciona bastante si no se va con niños, la visita va precedida de una gran parafernalia inicial en que uno debe hacerse con un traje de plástico, un casco y una linternita, después se desciende a los pozos, donde uno va viendo los distintos tipos de sistemas de extracción del mineral y la maquinaria que se empleaba en cada época. Por supuesto, el idioma de las explicaciones de los guías apenas permite intuir de que están hablando, mejor centrarse en los cartelitos de cada montaje.

Volvemos a nuestra base de operaciones por última vez antes de cambiar de localización, previamente, repostamos gasóleo y paramos en un centro Tesco para aprovisionarnos.