lunes, 30 de agosto de 2010

Zelezniki

Ha sido nuestra siguiente etapa después de salir de Skofja Loka. Es una pequeña población formada por la sucesión de varios pueblecitos que se enlazan unos a otros siguiendo el cauce de un río de montaña, un valle encajado entre montañas cubiertas de verde.





Tradicionalmente ha vivido de las fundiciones de hierro, desde muy antiguo e incluso ahora conserva alguna industria de cierta importancia, circunstancia que también fundamenta esos bloques residenciales de hace un tiempo ya, que forman un asentamiento al borde de los pueblecitos que contrasta bastante con lo que luego uno se encuentra.

Hemos paseado su conjunto, extensamente alargado según el curso del río, en una agradable caminata, sobre todo cuando abandonábamos la carretera y nos internábamos en esos conjuntos de casas donde aún se conservan los vestigios de las antiguas fundiciones.

En una especie de pequeña plaza, junto a lo que es el museo, se mantiene lo que se dice es uno de los más antiguos hornos para fundir el hierro, como si fuese la torre de una iglesia a la que le hubiesen quitado el resto de la edificación. Parece adivinarse todavía el humo saliendo por las aberturas semicirculares que cubre un tejadillo a cuatro aguas.





La verdad es que habíamos recorrido todo este conjunto de asentamientos de Zelezniki, aquí en la parte baja, intentando encontrarnos, en algún lugar, con esos encajes de bolillos que, se dice, todavía son característicos de la artesanía local o, mejor aún, con las galletitas elaboradas con miel que figuran en una fotografía del cartel turístico que hay en el panel de información donde hemos dejado el coche, pero no hemos visto ninguna de las dos cosas a lo largo de nuestro itinerario a pie. Quizá se hacen y venden en otra localidad cercana de la montaña.

Lo cierto, en cualquier caso, es que no nos hemos cruzado con turistas en ningún lugar de la villa y que, los escasos visitantes que había, eran de las proximidades.

Junto a la menor de las dos iglesias por las que pasamos, un pequeño cementerio parroquial con todas sus tumbas en tierra, como es habitual y donde no hace falta llevar flores periódicamente, porque cada sepultura es un pequeño jardín vivo que algún familiar cuida según su propio gusto y estilo personal.

De vuelta a nuestra base de estancia en Sobec, paramos de nuevo en Skofja Loka, en un supermercado de la cadena local Merkator para aprovisionarnos.

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