Es esa una de las ciudades relativamente grandes de Eslovenia, la cuarta en importancia, pese a tener poco más de 50.000 habitantes, y daba su nombre a la antigua provincia austríaca de la que era capital. Mucho menos frecuentada por el turismo que otras curiosidades históricas de la región, conserva un casco antiguo de origen medieval y lo nuevo, fuera de él, tiene suficiente interés también para ser recorrido. También es conocida como "la ciudad de Preseren", el más grande de los poetas eslovenos, que vivió y escribió gran parte de su obra aquí en la segunda mitad del s. XIX. Hay una escultura en bronce oscuro de France Preseren justo delante del edificio del teatro, obra de Joze Plecnik, otro de los emblemas culturales eslovenos de principios del s. XX. Tal como se comprueba en otra que existe en Ljubliana en medio de la plaza dedicada al poeta, la figura de Preseren no parece fuese tan cúbica ni imponente (esta podría utilizarse para asustar a los niños, casi como personalizando la efigie del coco) como la resultante de la interpretación artística de una pareja de escultores del realismo socialista, ese en donde importaba más la idea que su materialización artística.
La ciudad antigua empieza a recuperar su esplendor de antaño, poco a poco, las fachadas comienzan a lucir esos vivos colores de los frentes urbanos austrohúngaros, las calles están mejorando sus pavimentos y apariencia, nuevos adoquines, más árboles... quizá empiezan a sobrar sombrillas y terrazas, como en todas las poblaciones turísticas, pese a que esta todavía no es muy visitada. Es muy loable también el esfuerzo que está haciendo la municipalidad por dar a conocer sus secretos, aunque en una visita de un día no nos ha sido posible acceder a todos esos que se abren previa cita concertada o formación de grupo.
Quizá la síntesis de valores de la ciudad puede encontrarse en la plaza Slovenski trg, antes llamada de la revolución, que conserva una escultura de ese periodo pasado muy emparentada con la de Preseren en estética, una especie de nueva puerta de entrada al casco histórico donde conviven modernas fachadas de vidrio serigrafiado con un Instituto de letras del XIX y vivienda popular de hormigón, esta última en un estado de urgente petición de ayuda. Justo al lado del monumental viejo Instituto, la secuoia gigante, pegadita al aparcamiento de pago frente a un hotel, donde hemos dejado el coche.
La ciudad antigua tiene forma alargada, una calle principal ensarta tres plazas como las cuentas de un collar, su forma en planta sigue la del terreno existente entre la confluencia de los ríos Kokra y Sava, protegida por una muralla por el lado de este último (cuyos lienzos todavía se conservan en parte) y por el impresionante desnivel natural que forma el cañón del Kokra por el otro, un corte del terreno al que algunas casas se asoman sin temor.
Aunque nos habíamos desorientado un poco por la acumulación de obras y pasos provisionales que había a la entrada del centro, cuando hemos empezado a caminar, enseguida nos dirigimos acertadamente hacia el casco histórico gracias a la visión lejana de la silueta del campanario de la parroquial de Sv. Kancijan, cuyo hermoso interior tampoco pudimos ver, estaba cerrada.
La plaza más importante del casco antiguo, como siempre la calle principal ensanchada, es la Glavni trg y a ella asoman las más hermosas fachadas y los edificios significativos (iglesia, antiguo ayuntamiento...) el resto son otras dos calles paralelas, una a cada lateral, una especie de conjunto concéntrico que repite el perímetro geometrizado del asentamiento. Al fondo, como una proa, la torre del Pungert, junto a la iglesia de Sv. Rok (San Roque para nosotros) es un residuo del sistema de defensa medieval y, probablemente de lo que era el último reducto o ciudadela. Como curiosidad también relacionada con la defensa, ahora convertida en reclamo turístico, una red de túneles excavados durante la ocupación nazi, sobre todo para servir de refugio antiaéreo ante un inminente bombardeo de los aliados al final de la contienda. Da gusto pasear por la Tavcarjeva ulica, menos frecuentada y restaurada que la peatonalizada calle principal y asomarse al otro lado del Kokra por el puente sobre el cañón.
En la Vodopivceva ulica, una fuente de Joze Plecnik sustituyó en los años 50 otra estructura hidráulica histórica, al igual que sucede con la arquería del teatro, tiene algo de extraño o fantasmagórico en medio de este entorno gótico, renacentista y barroco, no puedo decir que me guste, pese al valor que tienen la mayoría de las obras de este poco convencional maestro del primer racionalismo yugoslavo y que descubrimos en España a través de aquel antiguo número de la revista Quaderns.
No hemos podido ver tampoco la capilla del osario, del s. XIII recuperada tras unos, relativamente recientes, trabajos arqueológicos, pues hay que concertar visita en el Gorenjska museum, en el antiguo Ayuntamiento.
Tras el recorrido callejero, pedimos unos folletos en la oficina de turismo, que por fin hemos encontrado en un extremo de la Slovenski trg.
No hay comentarios:
Publicar un comentario