martes, 31 de agosto de 2010

De Sobec a Celje



Un día a la semana hay espectáculo folclórico delante del resturante aquí en Sobec, donde permanecemos instalados y hemos tenido la ocasión de asistir a uno de ellos, con esos bailes regionales amenizados por la música del acordeón y la percusión pautada de los pies de los danzantes la tarima del escenario.


La salida del día siguiente, un seis de Agosto que amanece soleado y sin agua, tiene en sus previsiones visitar Celje, Ptuj y Maribor, cuya localización respectiva forma un triángulo al Norte de Zagreb y Ljubljana, fácilmente accesible por autopista. O eso parecía en un principio, porque las obras en el entorno de la capital de Eslovenia provoca siempre un impresionante atasco en el punto donde los dos carriles acaban convirtiéndose en uno.


Salvo ese inconveniente, llegar a Celje no es difícil, tampoco lo es aparcar en cualquiera de las zonas de pago, incluso en pleno corazón del casco antiguo, donde pretenden hacerlo, juntas, dos enormes autocaravanas italianas, al final han colapsado la estrecha calle y uno de los conductores de las mismas ha tenido que dirigir, pie a tierra, las maniobras de la otra para poder despejar el lugar. Tenemos la suerte de aparcar frente a un edificio singular, parece como si el coche quedase a la puerta de nuestro palacio clásico. Y de frente, el parque junto al río, bastante animado a estas horas por el flujo de gente que pasea, reposa o hace deporte. Al otro lado del río Savinja, la iglesia de Santa Cecilia en un alto, con una escalinata protegida por cubierta a dos aguas, algo que ya hemos visto en algún lugar de Eslovaquia, también de rudos inviernos. Más en la lejanía, la silueta de antiguo castillo, Grajski Hrib.

Celje es una ciudad media, la tercera en número de habitantes de Eslovenia, por eso el crecimiento esterior y las nuevas edificaciones del centro histórico, sobre todo las del primer período después de la II Guerra Mundial, han roto un poco la unidad ambiental del conjunto que, pese a ello, mantiene el interés para una pausada visita. El turismo no es todavía muy significativo y se puede recorrer con bastante tranquilidad.


Al entrar en la oficina de turismo, dos mujeres hacen una pregunta indiscreta a la chica que las atiende en un lamentable inglés, quieren se les responda si resulta seguro dejar el coche aparcado en la calle, la chica ha hecho como si no entendiera, cuando salen, oigo como dice una a la otra: "P'a mi qu'esta tía no m'ha entendío, o yo m'he'splicao mú mal o s'ha hecho la tonta. Mucho ne, ne, ne, pero no m'ha contestao ná".


¿Qué se debería responder en España ante similar pregunta? Pues no hija, mejor no lo dejes en la calle, en la primera hora te romperán la luna para afanar en el interior, si lo dejas todo un día en el mismo lugar, la mañana siguiente te lo encontrarás sin ruedas. Es algo que ha podido pasarle a alguien en cualquier lugar, a veces, ciertos compatriotas hacen turismo por el mundo exhibiendo el pecho enchido de aire y con un sublime sentimiento de superioridad, de país que todo lo puede, sin darse cuenta de que ciertos comentarios pueden herir la sensibilidad de quien habita en otros, gentes que, muchas veces no tienen nada que envidiarnos en humanidad o valores. Puede que haya sido solo casualidad o fortuna pero, en todos los años que llevamos viajando en coche por el Este de Europa, jamás nos ha pasado nada en el coche cuando lo hemos dejado en la calle.
Celje ocupaba un lugar privilegiado en la antigüedad, entre la confluencia de los cauces del Savinja y el Voglajna, un enclave estratégico con murallas que cerraban un recinto rectangular, apoyándose en la barrera natural de los dos ríos como protección adicional. Hoy, sobre el borde del Voglajna discurre el ferrocarril, una infraestructura que fundamentó sus primeros desarrollos de la etapa industrial y el bonito edificio de la estación decimonónica marca el límite de crecimiento de la ciudad moderna.




Hemos entrado en la estación, porque siempre sorprende lo bien conservados que suelen estar por aquí sus interiores clasicistas de mármoles y maderas, la continuidad en el uso y una cierta desafección respecto a las renovaciones que tanto conocemos, convierten a estas construcciones en una especie de joya con un interior accesible.


Desde sus orígenes, el casco antiguo presenta cierta regularidad, con grandes manzanas alargadas, algo que facilita mucho la orientación y el paseo por sus calles, varias de ellas peatonalizadas, buscando sus principales monumentos entre un tejido urbano que, no siempre es uniforme, pero que transita entre las diversas épocas históricas con la habitual compañía de los variados tonos pastel de sus fachadas.


Algunas construcciones singulares se nos acercan más en el tiempo, como el edificio del Ayuntamiento, donde está la oficina de información turística, o la Ljudska posojilnica, una especie de banca popular o caja de ahorros (Ahora Banka Celje).


De lo más antiguo, quedan restos de la muralla, como la llamada Torre del Agua (Vodni stolp) que cerraría la ciudad por el lado del río, el hospital y capilla de Santa Isabel, el castillo de Abajo o la Abadia de San Daniel.

La Glavni trg, como en muchas otras ciudades, es casi más una calle irregularmente ensanchada que una verdadera plaza tal como la conocemos en la ciudad mediterránea, pero deja espacio para las animadas terrazas de los bares, ocupadas a cualquier hora en estos meses de verano, y a la columna de la Ascensión, con su figura principal de reluciente dorado, todo sobre un paseo adoquinado que lleva la vista, sin sobresaltos hasta, el campanario de la iglesia. Aunque queda por abordar una cierta mejora ambiental que retire tanto coche aparcado en el centro histórico, es Celje un lugar tranquilo y muy agradable, desde donde se puede llegar, con facilidad a otros destinos del mismo tipo, un sitio donde se agradece la facilidad para el paseo que proporciona su emplazamiento en un lugar prácticamente plano.



Por cierto, el coche lo volvemos a recoger intacto después de varias horas aparcado en la calle, solo un poco más caliente por el sol, algo que resuelve un rato de puertas abiertas y la puesta en funcionamiento del aire acondicionado. "No l'ha pasao ná", que dirían aquellas dos mujeres.

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