En el año 85 nos sorprendió la cantidad de turismo del centro y norte de Europa que ya había en toda esa zona, aunque era el mes de Julio, la estrecha carretera de la costa estaba casi perpetuamente colapsada y circulábamos en fila india al ritmo que marcaba la larga cola. Las playas aún tenían rincones libres por entonces y, en una de ellas, descubrimos que bañarse en el Mediterráneo era una experiencia totalmente distinta a hacerlo en nuestras rías, era como entrar en una bañera llena hasta los topes de agua caliente, nada de escalofríos ni prisa por salir.
Los hoteles ya empezaban a despuntar alegremente en cualquier rincón y ese optimismo del desarrollo comunista o semi, hacía que instalaciones portuarias o refinerías de crudo, ocupasen también calas en la costa, sin importar lo más mínimo el daño que hiciesen al paisaje, un bien que debía parecer, por entonces, inagotable.
Sorprendente fue también descubrir lugares como Koper, Piran o Porec, (Capodistria, Pirano, Parenzo) que parecían no haberse desgajado nunca de esa antigua República de Venecia, dominados por el color y la silueta de los campanarios de la Serenísima, como si esa Italia rica y limpia se hubiese quedado atrapada para siempre en esta pequeña península. No se daba uno cuenta de que la costa eslovena apenas llegaba un poco más al Sur de Portoroz, el resto, que ahora es Croacia, con su límite fronterizo, se sucedía sin solución de continuidad.
Nos cuesta imaginar que sucede ahora con aquel tráfico congestionado que recorría la carretera de borde de la península, hacia Pula y Rijeka, forzado a hacer un alto en los puntos de control de pasaportes. El turismo de playa había unido Eslovenia a Croacia, regiones pujantes, entonces, dentro de la Federación. Me hubiese gustado, ahora, volver a Piran, la ciudad de Tartini, donde, no hace tanto, han remodelado la plaza ganada al mar donde se sitúa el monumento dedicado al virtuoso del violín, porque su afinidad veneciana parece hacerlo vibrar todo, como si sus tonalidades de color tuviesen mucho que ver con las notas enlazadas tan características de ese músico local.
El segundo viaje, el de 2010, va a obviar la costa, en la que sigue perviviendo ese rico patrimonio, pero en la que las cosas se complican mucho en Agosto, aquí la guerra apenas ha dejado huellas, todo ha vuelto con más fuerza al frenético trasiego del turismo. Esta región litoral, que hace veinticinco años nos abrumaba con su riqueza cuando la comparábamos con la situación en que se encontraban otras del interior de la antigua Federación yugoslava, ha vuelto a despegar con más fuerza y esas diferencias se han acrecentado. Otra cosa que imaginamos ahora distinta es la multiplicación de bares y terrazas con sombrillas, ocupando aquello que un día paseamos como parte del espacio público, la expansión de este nuevo sistema económico, en algunas cosas levemente diferente al anterior, ha hecho equipararse notablemente los ambientes costeros de cualquier parte del mundo. El flujo de visitantes se ha multiplicado y en las playas, quizá a estas alturas ya no queda sitio para poner una toalla, todo se ha masificado como en cualquier otro lugar de la ribera mediterránea, algo que no nos atrae, pues, para compartir costa con las multitudes, nos habríamos quedado en casa. Al menos allí, conocemos esos lugares recónditos, menos frecuentados.
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