A Maribor llegamos justo cuando empieza a caer la tarde, aparcamos tras cruzar el puente Titov most, en la Presernova ulica, después de hacer un giro hacia el centro que desemboca en una calle cortada por obras de reurbanización, justo en el borde del núcleo histórico peatonalizado. Es la hora en que acaba de terminar el tiempo de pago con parquímetros y, como ya intuiamos y nos explica amablemente un joven que pasaba por allí, en inglés, al ser viernes tarde, podríamos estacionar el vehículo en esta misma plaza hasta la mañana del lunes sin meter ni una sola moneda.
Es ésta la segunda ciudad en importancia del país, después de la capital, con unos 130.000 habitantes, se ha beneficiado siempre de su situación como cruce de caminos y, en particular, experimentó un fuerte desarrollo a partir de 1846, cuando se estableció la conexión ferroviaria dentre Viena y Trieste.
Es ésta la segunda ciudad en importancia del país, después de la capital, con unos 130.000 habitantes, se ha beneficiado siempre de su situación como cruce de caminos y, en particular, experimentó un fuerte desarrollo a partir de 1846, cuando se estableció la conexión ferroviaria dentre Viena y Trieste.
También como otras muchas localidades clave del imperio austrohúngaro, en es punto donde se confunden las fronteras de diversos territorios, paso de unas manos a otras con cierta frecuencia y no sin notables sufrimientos. La población germana expulsó a la local tras la ocupación y, a su vez, los alemanes fueron expulsados tras el final de la guerra en 1945. Desde hace ya tiempo es un importante centro para el circuito competitivo de los deportes de invierno y se prepara para celebrar la vigésimasexta Universiada de Invierno en 2013. Junto con Ptuj, será también capital europea de la cultura en 2012. Todo un conjunto de buenos augurios para los que se está renovando con esmero.
Es también una importante sede universitaria, cosa que se hace sentir en su ambiente urbano, no solo por la presencia de edificios docentes, sino también por la de estudiantes y sus, aquí, inevitables bicicletas, que comparten espacio con el peatón, en ocasiones con cierto riesgo para los incautos viandantes como nosotros, acostumbrados a la segregación natural de ambos tráficos.
El conjunto urbano se emplaza en un amplio valle drenado por el curso del río Drava, la ciudad antigua al Norte y, la moderna, en su mayor parte, al Sur, huyendo de las fuertes pendientes de las montañas de la sierra de Phorje, que delimitan esa localización, componiendo un hermoso marco ambiental y facilitando el acceso a esa agreste naturaleza a sus habitantes, a tan solo unos escasos minutos del centro.
La ciudad histórica gravita en torno a la Glavni trg, plaza de desembocadura del puente viejo y tradicional puerta de entrada a la ciudad, su recinto se funde en armonía con los primeros ensanches decimonónicos y con algunos edificios institucionales, culturales o universitarios, pasando a convertirse en una sucesión de chalecitos más al esterior, donde la montaña hace sentir su presencia en la topografía. Al otro lado del río, sobresale la silueta del Europark, un moderno gran centro comercial, con sus cubiertas cónicas acristaladas, una de esas nuevas catedrales del consumo.
Quizá sea por la hora a la que hemos llegado, o por su menor tamaño también, pero Maribor, menos atosigada por el turismo, nos ha parecido una ciudad más habitable y doméstica que Ljubljana, menos parque temático y con más verde público en su centro. Aunque se ve que también tiene su zona de copas y cafés, que ahora comienza a despertarse para abrir paso a los noctámbulos.
La oficina de turismo está en un pabelloncito de vidrio sobre una plaza muy bien acondicionada, delimitada por la iglesia de los Franciscanos, bastante cerca de donde hemos dejado el coche y en uno de los puntos desde donde se puede iniciar el recorrido por la zona peatonal del casco histórico. El castillo de la ciudad (Mestni grad) y una antigua bodega están también muy próximos.
El Ayuntamiento y la, tan frecuente, columna de la peste, están en otro encadenamiento de plazas, en la Rotovski trg, desde allí, hay un paso hasta la catedral (Stolna cerkev) con su fachada orientada hacia un espacio libre ajardinado, entre plaza y parque, cuyo frente principal cara a cara con el de la catedral, lo completan el Teatro y la Facultad de Medicina. Justo a las puertas de la catedral nos ha sorprendido una fuerte tormenta con su copioso aguacero, hemos corrido a guarecernos bajo la portada. Hace muy poco que acaban de cerrar el acceso público a la torre, desde donde dicen que hay unas vistas impresionantes sobre el conglomerado urbano y su entorno.
Hemos bajado desde uno de los puentes, por una escalinata llena de recovecos, hasta el amplio paseo verde que bordea la orilla del Sava, donde se camina a salvo de las bicicletas, hasta una antigua torre de la muralla, la Vodni stolp, otra vez la torre que limita con el agua, ahora convertida en bar con terraza, justo por encima, donde acaba la ciudad, la antigua Sinagoga.
Al otro extremo, los restos de otra de las torres de esquina en lo que fue el rectángulo murado, a medio camino entre ambas, otra de las curiosidades de Maribor, la casa de la Stara trta, la cepa de vid más antigua del mundo, documentada su existencia en este mismo lugar desde hace, al menos, 400 años.
La rehabilitada casa de la Stara trta es ahora un pequeño museo, sala de catas y venta de vino, dedicada a esta cepa y, en general, a los vinos de la región, un bonito recinto acondicionado con gran sencillez y un acertado uso de la reducida selección de materiales y colores. Cada año, la vendimia de la parra adosada al inmueble, se convierte en un importante acontecimiento ciudadano, la reducida cosecha da lugar a un vino embotellado en unas botellitas especiales que se ofrece a importantes personalidades de relevancia mundial, el emperador del Japón entre ellas, y una parte menor se pone a la venta, imagino que para afortunados y caprichosos clientes con posibles.
Para quien tenga más tiempo y horas de luz natural, conviene no perderse un paseo por el Mestni park, amplio parque urbano que conecta a la ciudad vieja con la naturaleza de su entorno o el renovado estdio Ljudski, con su ondulante cubierta blanquecina, eje de toda esa amplia zona deportiva remozada para los juegos universitarios de invierno.
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