Es ésta la segunda ciudad en importancia del país, después de la capital, con unos 130.000 habitantes, se ha beneficiado siempre de su situación como cruce de caminos y, en particular, experimentó un fuerte desarrollo a partir de 1846, cuando se estableció la conexión ferroviaria dentre Viena y Trieste.
martes, 31 de agosto de 2010
Maribor
Es ésta la segunda ciudad en importancia del país, después de la capital, con unos 130.000 habitantes, se ha beneficiado siempre de su situación como cruce de caminos y, en particular, experimentó un fuerte desarrollo a partir de 1846, cuando se estableció la conexión ferroviaria dentre Viena y Trieste.
Ptuj
Esta pequeña ciudad, de algo más de 30.000 habitantes, tiene el orgullo de ser la más antigua de Eslovenia, un recinto de carácter medieval irregularmente extendido a los pies de la colina donde se alza el castillo (Ptujski grad) y al borde del ancho cauce del río Drava que, no muy lejos y como se aprecia en el horizonte, forma aguas abajo un amplio lago artificial, creado en los años setenta para abastecer a una central hidroeléctrica y que ahora se disfruta también como lugar de recreo, para la pesca o los deportes náuticos.
Al llegar hemos aparcado en un espacio arbolado con parquímetros frente a la fachada del hotel Poetovio (la denominación latina de Ptuj) y, tras acercarnos a la oficina de turismo y dar un primer paseo por el centro histórico buscando un lugar para comer, sin mucha fortuna, volvemos sobre nuestros pasos para hacerlo en la terraza del hotel junto al que tenemos el coche, donde hemos visto que lo hace gente que parece vivir o trabajar aquí en la ciudad. Muy cerca tenemos la estación del ferrocarril y podemos ver pasar los trenes asomando por encima de un seto. Pedimos el plato especial de la casa par dos personas, junto con una ensalada, nos han abrumado con el surtido de carnes a la parrilla (ternera, milanesa de pavo, pljeskavica, variedad de salchichas, filete de cerdo, brocheta de pollo) y su acompañamiento (paprika amarilla, cebolla, tomate, patatas fritas, champiñones en vinagre, pasta de pimiento, salsa de mostaza), tenemos que hacer un supremo esfuerzo para acabarlo.
Después de comer, pasamos por delante de una bodega donde comercializan los vinos de la zona, está todavía cerrada, y aparecemos de nuevo en la Minoritski trg, ensanchamiento triangular a modo de plaza de la calle longitudinal (bajo la colina del castillo) que articula toda la vida del centro histórico (la Presernova ulica). La plaza toma el nombre del monasterio minorita que allí se encuentra, al lado de la Torre de la Ciudad, ahora pequeño museo, del monumento a Orfeo y del Ayuntamiento. Todo ello enmarcado por un armonioso conjunto de coloridas fachadas barrocas. En el otro extremo de la calle, otro monasterio, el Dominikanski samostan.
Por unos estrechos pasajes laterales de esta calle principal, se inicia el ascenso al castillo, ahora convertido en museo municipal, que tras las reformas renacentistas y barrocas tiene más el aspecto de noble palacio austrohúngaro y hace pensar en ciudades como Salzburg o Krakow.
Subiendo se disfruta de unas hermosas vistas sobre los tejados de la ciudad antigua y el entorno del río, con el gran lago artificial de fondo.
Sigue haciendo bastante calor (estamos en todos los lugares del recorrido a más de 30 o 35 grados) y la vista de la lámina de agua refresca un poco el ánimo tras el ascenso, que tampoco es mucho.
Tras un recorrido breve por el patio del castillo, volvemos a descender hacia las calles de la ciudad a través de otro de los estrechos pasajes sombríos que forman las fachadas encajadas en la pendiente.
La fachada de otro de los hoteles de siempre de esta ciudad, recién pintada, muestra lo fácil que resulta en estas ciudades realzar un frente urbano, basta reparar los desconchados y acertar con la combinación de dos tonos, claro y oscuro resaltando los huecos. Si por añadidura se escoge en consonancia la floración de las jardineras en las ventanas, el resultado ya es espectacular.
Ptuj es famosa por sus vinos, cultivados en las laderas soleadas que se abren al valle del Drava y también por sus carnavales. Especialmente conocido en la región es el de la localidad de Kurent, cuyas máscaras, vistas en una fotografía, nos recuerdan a esas otras de algunos pueblos de Alemania o de nuestra tierra, tan antiguas y arraigadas en la tradición rural.
Volvemos al aparcamiento junto al hotel donde hemos comido para continuar la excursión en dirección a Maribor.
De Sobec a Celje
La salida del día siguiente, un seis de Agosto que amanece soleado y sin agua, tiene en sus previsiones visitar Celje, Ptuj y Maribor, cuya localización respectiva forma un triángulo al Norte de Zagreb y Ljubljana, fácilmente accesible por autopista. O eso parecía en un principio, porque las obras en el entorno de la capital de Eslovenia provoca siempre un impresionante atasco en el punto donde los dos carriles acaban convirtiéndose en uno.
Celje ocupaba un lugar privilegiado en la antigüedad, entre la confluencia de los cauces del Savinja y el Voglajna, un enclave estratégico con murallas que cerraban un recinto rectangular, apoyándose en la barrera natural de los dos ríos como protección adicional. Hoy, sobre el borde del Voglajna discurre el ferrocarril, una infraestructura que fundamentó sus primeros desarrollos de la etapa industrial y el bonito edificio de la estación decimonónica marca el límite de crecimiento de la ciudad moderna.
Desde sus orígenes, el casco antiguo presenta cierta regularidad, con grandes manzanas alargadas, algo que facilita mucho la orientación y el paseo por sus calles, varias de ellas peatonalizadas, buscando sus principales monumentos entre un tejido urbano que, no siempre es uniforme, pero que transita entre las diversas épocas históricas con la habitual compañía de los variados tonos pastel de sus fachadas.
De lo más antiguo, quedan restos de la muralla, como la llamada Torre del Agua (Vodni stolp) que cerraría la ciudad por el lado del río, el hospital y capilla de Santa Isabel, el castillo de Abajo o la Abadia de San Daniel.
Trzic
Decía nuestra guía que era ésta una ciudad volcada en la fabricación de calzado, pero, de nuevo, parece un dato inexacto, desde la ruptura de la antigua Yugoslavia, lo de los trabajos con el cuero ha sufrido, igual que la mayor parte de las manufacturas, un tremendo bajón, llegamos, además en un mal momento a Trzic.
La calle principal del casco antiguo, que como casi siempre es una plaza donde se celebra el tradicional mercado, Trg svobode, está recién urbanizada y ha mejorado mucho su aspecto, pero su prolongación, Koroska cesta, todavía se encuentra en pleno proceso de adaptación, las zanjas abiertas y el pavimento levantado de las obras dejan todo convertido en un barrizal pues, nada más llegar nosotros, ha empezado a llover.
Hemos tenido tiempo de hacernos con un folleto y plano en la oficina de turismo, justo antes de que la luz natural empezara a disminuir de forma brusca y del cielo encapotado comenzase a caer un intenso chaparrón que ha hecho desaparecer de las terrazas a los pocos lugareños que las estaban disfrutando con su cerveza. Justo cuando estábamos llegando al museo de la ciudad, la cosa empeoró y tuvimos que guarecernos en el portal de acceso a una vivienda, junto a la cama del perro que, por suerte, no la estaba utilizando, ya ni el paraguas nos servía. En unos minutos, de los canalones empezaron a bajar auténticas riadas de agua, pero también tras un breve lapso, el aguacero disminuyó hasta una ligera llovizna.
Bajo esa llovizna apenas perceptible, hemos recorrido la población por su casco antiguo, arracimado bajo las laderas y junto al cauce del río, echando un vistazo a las curiosidades que se citan en el folleto turístico. Es esta un de esas localidades casi secretas o por descubrir que, sin duda mejorará mucho cuando rematen la nueva pavimentación en granito, lástima que la rudeza del clima obligue siempre aquí a hacer las obras en verano.
Parece que la apariencia actual de las edificaciones guarda una relación directa con las medidas a doptadas tras un grave incendio sufrido en el año 1811. Aunque se conservaron fachadas medievales o clasicistas con invariantes característicos de esta localidad, una norma posterior al incendio, obligó, entre otras cosas, a proteger puertas y ventanas con contras exteriores de acero.
Habitualmente, las portadas de los inmuebles tienen un rosetón en la clave y la fecha de construcción o las iniciales del propietario. La iglesia parroquial y la de San José sobresalen con sus campanarios sobre los tejados, aunque desde una visión lejana también lo hace alguna torre de viviendas.
Somos los únicos paseantes que recorren las calles de la ciudad, en determinado momento se nos ha unido el coche de un vecino que pretende atravesar el barrizal con el vehículo hasta la puerta de su casa, al final desiste y deshace todo el camino andado marcha atrás.
Seguro que esta ciudad, protegida como monumento histórico desde el año 1985, afronta ahora tiempos mejores y, en un futuro no muy lejano, puede que se beneficie de nuevo de su condición fronteriza y de su localización como lugar de paso. Nos alegramos de haberla conocido antes de que eso suceda, pese a las molestias de las obras.
lunes, 30 de agosto de 2010
Hacia Velika Planina
Kamnik
Su posición, tendida en la llanura que bordea el cauce del río y con el telón de fondo de esas altas montañas, la ha permitido crecer de forma natural, expandiéndose en las direcciones de lo que debió ser un itinerario principal de paso, así es hoy una ciudad de algo más de 25.000 habitantes, con muchas nuevas casas unifamiliares y bloques de viviendas o incluso, su polígono comercial e industrial, algo que uno ni siquiera adivina cuando está inmerso en las callejuelas del casco medieval.
Hemos entrado con el coche por la calle Maistrova y aparcado en la explanada que está detrás del convento de los Franciscanos, al atravesar el puente llama la atención la Estación de Autobuses, esa gran infraestructura existente en todas las ciudades del antiguo bloque del Este, aquí camuflada bajo una gran cubierta de teja a dos aguas, como si se tratase de una construcción monumental más de la ciudad histórica.
Parece que ese recinto ovalado al otro lado del río, con una calle-plaza longitudinal y una sucesión de enlaces transversales en dirección al cauce (quizá también a un puente, como en la actualidad) hubiese desbordado muy pronto el cinturón de murallas, del que hoy solo queda, como vestigio, el Mali Grad, en una elevación que encierra también una pequeña capilla, de tal forma que la calle Sutna, más allá del castillo, se prolonga como un apéndice del propio núcleo concentrado, sin diferencias en el tipo de edificación.
Tras la comida, otro recorrido arriba y abajo por la calle Sutna y el borde del río, nos hemos fijado en las lámparas que iluminan la calle, colgadas de un cable entre las fachadas de uno y otro lado, son botellas de plástico agrupadas por colores (verde, blanco traslúcido, transparente...) adheridas a una base en la que se acomodan las conexiones eléctricas y los portalámparas, un detalle de ornamentación y reciclaje en perfecta armonía.
Hemos decidido hacer el ascenso a la colina del Stari Grad a pie, por eso de hacer la digestión y porque disponíamos de tiempo. La subida se hace, por momentos un poco dura con este calor de bochorno de un día de Agosto que no sabe si abrirse definitivamente o descargar una buena cantidad de lluvia refrescante.
Kranj
Es esa una de las ciudades relativamente grandes de Eslovenia, la cuarta en importancia, pese a tener poco más de 50.000 habitantes, y daba su nombre a la antigua provincia austríaca de la que era capital. Mucho menos frecuentada por el turismo que otras curiosidades históricas de la región, conserva un casco antiguo de origen medieval y lo nuevo, fuera de él, tiene suficiente interés también para ser recorrido. También es conocida como "la ciudad de Preseren", el más grande de los poetas eslovenos, que vivió y escribió gran parte de su obra aquí en la segunda mitad del s. XIX. Hay una escultura en bronce oscuro de France Preseren justo delante del edificio del teatro, obra de Joze Plecnik, otro de los emblemas culturales eslovenos de principios del s. XX. Tal como se comprueba en otra que existe en Ljubliana en medio de la plaza dedicada al poeta, la figura de Preseren no parece fuese tan cúbica ni imponente (esta podría utilizarse para asustar a los niños, casi como personalizando la efigie del coco) como la resultante de la interpretación artística de una pareja de escultores del realismo socialista, ese en donde importaba más la idea que su materialización artística.
La ciudad antigua empieza a recuperar su esplendor de antaño, poco a poco, las fachadas comienzan a lucir esos vivos colores de los frentes urbanos austrohúngaros, las calles están mejorando sus pavimentos y apariencia, nuevos adoquines, más árboles... quizá empiezan a sobrar sombrillas y terrazas, como en todas las poblaciones turísticas, pese a que esta todavía no es muy visitada. Es muy loable también el esfuerzo que está haciendo la municipalidad por dar a conocer sus secretos, aunque en una visita de un día no nos ha sido posible acceder a todos esos que se abren previa cita concertada o formación de grupo.
Quizá la síntesis de valores de la ciudad puede encontrarse en la plaza Slovenski trg, antes llamada de la revolución, que conserva una escultura de ese periodo pasado muy emparentada con la de Preseren en estética, una especie de nueva puerta de entrada al casco histórico donde conviven modernas fachadas de vidrio serigrafiado con un Instituto de letras del XIX y vivienda popular de hormigón, esta última en un estado de urgente petición de ayuda. Justo al lado del monumental viejo Instituto, la secuoia gigante, pegadita al aparcamiento de pago frente a un hotel, donde hemos dejado el coche.
La ciudad antigua tiene forma alargada, una calle principal ensarta tres plazas como las cuentas de un collar, su forma en planta sigue la del terreno existente entre la confluencia de los ríos Kokra y Sava, protegida por una muralla por el lado de este último (cuyos lienzos todavía se conservan en parte) y por el impresionante desnivel natural que forma el cañón del Kokra por el otro, un corte del terreno al que algunas casas se asoman sin temor.
Aunque nos habíamos desorientado un poco por la acumulación de obras y pasos provisionales que había a la entrada del centro, cuando hemos empezado a caminar, enseguida nos dirigimos acertadamente hacia el casco histórico gracias a la visión lejana de la silueta del campanario de la parroquial de Sv. Kancijan, cuyo hermoso interior tampoco pudimos ver, estaba cerrada.
La plaza más importante del casco antiguo, como siempre la calle principal ensanchada, es la Glavni trg y a ella asoman las más hermosas fachadas y los edificios significativos (iglesia, antiguo ayuntamiento...) el resto son otras dos calles paralelas, una a cada lateral, una especie de conjunto concéntrico que repite el perímetro geometrizado del asentamiento. Al fondo, como una proa, la torre del Pungert, junto a la iglesia de Sv. Rok (San Roque para nosotros) es un residuo del sistema de defensa medieval y, probablemente de lo que era el último reducto o ciudadela. Como curiosidad también relacionada con la defensa, ahora convertida en reclamo turístico, una red de túneles excavados durante la ocupación nazi, sobre todo para servir de refugio antiaéreo ante un inminente bombardeo de los aliados al final de la contienda. Da gusto pasear por la Tavcarjeva ulica, menos frecuentada y restaurada que la peatonalizada calle principal y asomarse al otro lado del Kokra por el puente sobre el cañón.
En la Vodopivceva ulica, una fuente de Joze Plecnik sustituyó en los años 50 otra estructura hidráulica histórica, al igual que sucede con la arquería del teatro, tiene algo de extraño o fantasmagórico en medio de este entorno gótico, renacentista y barroco, no puedo decir que me guste, pese al valor que tienen la mayoría de las obras de este poco convencional maestro del primer racionalismo yugoslavo y que descubrimos en España a través de aquel antiguo número de la revista Quaderns.
No hemos podido ver tampoco la capilla del osario, del s. XIII recuperada tras unos, relativamente recientes, trabajos arqueológicos, pues hay que concertar visita en el Gorenjska museum, en el antiguo Ayuntamiento.
Tras el recorrido callejero, pedimos unos folletos en la oficina de turismo, que por fin hemos encontrado en un extremo de la Slovenski trg.