En la recepción hay ya una oficina de una compañía local de alquiler de vehículos. Hay quien prefiere desplazarse a Antalia y alquilar un coche allí, porque dicen se ahorrarán unos euros, como pensamos que el ahorro no es tal (esa ciudad queda a unos 50 km de aquí y en algo habrá que llegar hasta ella, supongo que el viaje no es gratis en el tercer mundo) reservamos ya nuestro coche. Hemos escogido, entre los económicos, un Renault Clio Symbol, modelo que se fabrica aquí, con maletero tipo berlina, que hemos visto mucho en otros países del Este de Europa.
De buena mañana, nos dirigimos al lugar en la recepción donde se nos dijo que nos traerían el coche, tenemos que esperar, el hombre no ha sido puntual. Nos deja a la puerta el Renault con música poptürk a toda pastilla y hacemos las preguntas de rigor. El vehículo está en la reserva, llueve a mares y, como es habitual en los Renault, el climatizador funciona bastante pobremente, esperamos a que desempañe las lunas, cosa que le cuesta horrores e iniciamos nuestra excursión, ahora ya viajando como nos gusta, en nuestro propio vehículo.
La primera parada, como es obvio, será la gasolinera más cercana, que ha tardado lo suyo en presentarse, volviendo a sufrir esa penuria inevitable en vacaciones, de ir circulando con la lucecita de la reserva encendida, sin saber donde puede estar el abastecimiento de camino.
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