martes, 27 de julio de 2010

Llegada a Belek Beach

Horas y horas de viaje, ascendiendo la cordillera de Toros, con sus cumbres nevadas, una pequeña parada en un área de descanso de carretera para un refrigerio y vuelta al autobús. Nuestra llegada a Belek beach y al hotel del mismo nombre, a orillas del Mediterráneo, coincide con un accidente en un poste del tendido eléctrico, hay varios compresores funcionando para reestablecer el abastecimiento.
Alguien aprovecha ya para comentar que este es un lugar tercermundista, porque no hay alumbrado público en las calles. Me abstengo de comentarle que si lo hay, lo he visto cuando he salido del autobús, solo que han preferido, tras el accidente en el tendido, abastecer a los hoteles, para que los turistas no se quejen tanto del tercermundismo. Quizá alguien (no hace falta ser muy mayor) recuerde una situación similar en Barcelona o en Madrid por el incendio de un transformador o la caída de una torre de alta tensión (¿ciudades tercermundistas?).


En la recepción hay ya una oficina de una compañía local de alquiler de vehículos. Hay quien prefiere desplazarse a Antalia y alquilar un coche allí, porque dicen se ahorrarán unos euros, como pensamos que el ahorro no es tal (esa ciudad queda a unos 50 km de aquí y en algo habrá que llegar hasta ella, supongo que el viaje no es gratis en el tercer mundo) reservamos ya nuestro coche. Hemos escogido, entre los económicos, un Renault Clio Symbol, modelo que se fabrica aquí, con maletero tipo berlina, que hemos visto mucho en otros países del Este de Europa.

De buena mañana, nos dirigimos al lugar en la recepción donde se nos dijo que nos traerían el coche, tenemos que esperar, el hombre no ha sido puntual. Nos deja a la puerta el Renault con música poptürk a toda pastilla y hacemos las preguntas de rigor. El vehículo está en la reserva, llueve a mares y, como es habitual en los Renault, el climatizador funciona bastante pobremente, esperamos a que desempañe las lunas, cosa que le cuesta horrores e iniciamos nuestra excursión, ahora ya viajando como nos gusta, en nuestro propio vehículo.

La primera parada, como es obvio, será la gasolinera más cercana, que ha tardado lo suyo en presentarse, volviendo a sufrir esa penuria inevitable en vacaciones, de ir circulando con la lucecita de la reserva encendida, sin saber donde puede estar el abastecimiento de camino.

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