martes, 13 de julio de 2010

Konya

Para llegar a Konya, una ciudad de casi un millón de habitantes, se atraviesa una inmensa estepa, un paisaje plano y repetitivo que nos recuerda el eterno viaje de civilizaciones nómadas, pastores obligados a buscar un lugar más allá donde asentarse.


Tiene fama Konya de ser una ciudad ultraconservadora en las costumbres, como centro religioso y de peregrinaje, lugar donde Mevlana (que significa "nuestro maestro y es como se conoció a Celaleddin Rumi, uno de los místicos sufíes islámicos más influyentes en el pensamiento religioso) fundó el primer monasterio de los derviches, grupo de monjes que entraba en contacto con la divinidad mediante la música y la danza, siguiendo un baile ritual en el que se gira constantemente, manteniendo un brazo hacia el suelo (lo terrenal) y otro hacia el cielo (lo divino) en tanto que otro miembro de la comunidad supervisa la ceremonia para evitar que el ejecutante se quede atrapado allá arriba sin poder regresar.


El pensamiento de Mevlana sorprendería a muchos que critican el islamismo por suponer que solo es una religión de radicales y está reconocido por la UNESCO como uno de los grandes humanistas de la historia de éste nuestro mundo.


En Konya, tras haber sido parado para un control rutinario por la policía de tráfico, nuestro autobús, con algo de retraso, nos dejó frente a conjunto monástico, que ahora es un Museo y que destaca en su entorno por los minaretes y la cúpula cubierta de azulejos color verde turquesa.
Aquí comenzaron algunas de las inevitables incongruencias de unos cuantos del grupo de excursionistas. Cuando explicaron que había que quizá habría que descalzarse para entrar a la mezquita-museo, alguien replicó: "¿y por qué vamos a tener que descalzarnos si es un museo?"
En realidad, no era necesario descalzarse, eso lo hacían los creyentes, que tienen este lugar como una especie de sitio sagrado de peregrinaje. A la puerta daban unas bolsas de plástico para poner por encima de los zapatos. Entre otras razones, lo de descalzarse se hace porque el suelo está cubierto de alfombras de lana o seda, como en todas las mezquitas, y no sería higiénico dejar los terrones de las suelas o las cagarrutas de perro pegadas a la urdimbre.


Cuando salíamos, dos chicos que también venían con nosotros nos gritan: "Venid, venid, aquí hay una mezquita en la que están rezando, es una pasada, hay un montón de tíos que se levantan y se agachan todos al mismo tiempo".

"No chicos, no nos interesa".

-"Pero si se puede pasar hombre, solo tenéis que descalzaros".

No dimos más explicaciones. Sería muy largo hacerles entender que la religión, para quien la practica, no es un espectáculo turístico, quien viaja debe saber que hay cosas que nos diferencian, pero no nos vuelven pintorescos o fotografiables. En nuestras iglesias católicas también un montón de gente se levanta y arrodilla al mismo tiempo, murmuran cosas por lo bajinis al unísono y hacen cruces en la cara con un dedo de la mano perfectamente coordinados. ¿Nos sorprende mucho?

Lo poco que hemos paseado por los alrededores del museo no nos han transmitido es imagen de ciudad conservadora en las costumbres, hemos echado en falta un poco más de tiempo para acercarnos al corazón de la propia urbe, a unos paso de aquí, pero no era posible, salíamos de inmediato para comer en un caravasar.


El caravasar ahora reconvertido en restaurante, mantiene su vinculación primera respecto a esas rutas de caravanas que pasaban por aquí, ahora está cerca de un nudo de carreteras y engullido por un polígono comercial e industrial, a donde llegan las caravanas de nuestro siglo, esas de camiones articulados que transportan todo tipo de mercancías.
Impresiona su interior, donde albergaba a mercaderes, estancia abovedada, con tres naves paralelas y una cúpula central, de gran altura. Todo esto se complementaba con los baños turcos, los establos, almacenes para la mercancía y, siempre, una pequeña mezquita, todo ello encerrado en una construcción que se abría según varios patios interiores.
La comida estuvo bien, como siempre, pero fue más turístico el menú de lo habitual y menos abundante. Volvemos al autobús para pasarnos todo el resto de la tarde en la carretera.

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