martes, 4 de mayo de 2010

Uçhisar

De camino a Uçhisar, desde las ventanas del autobús, empieza a descubrirse el paisaje erosionado de la Capadocia, la tierra de los hermosos caballos, como significa su nombre de antaño. Pronto se percibe también que los itinerarios turísticos en la región recorren siempre las mismas carreteras y, la sorpresa del encuentro con ese territorio erosionado, paisaje lunar, que dicen algunos, anima a una visita más a fondo, quizá a pie algún día, por supuesto, nunca en verano, por las altas temperaturas.

A Uçhisar llegamos muy pronto y accedemos por la ruta obligada para los autobuses hasta el aparcamiento que se encuentra al borde de la población, más adelante comprobaremos que no es el mejor punto para descubrir la belleza del asentamiento, aunque si proporciona una buena panorámica lejana de todas esas formaciones rocosas erosionadas que puntúan el paisaje.

La localidad se amalgama en torno a una montaña horadada por multitud de antiguas viviendas que aprovechaban la facilidad de tallado de la toba volcánica para construir en negativo, es decir, quitando material para hacer las dependencias dentro de la roca.

La montaña perforada sirvió de refugio o fortaleza , para defenderse de ataques externos, en la antigüedad, ahora es un lugar muy frecuentado, nos cruzamos con un grupo de franceses, casi todos jubilados, dando la nota en el ascenso hacia la parte alta. Agradecemos haber hecho este viaje en temporada baja, con frío y posibilidad de lluvia, no queremos ni imaginar como estará esto de atestado en otras épocas del año.


Los huecos, antes usados como viviendas, también se completan con pasadizos y túneles que desempeñaban esa función de protección, como vías de escape o abastecimiento. Una de esas estructuras talladas en la roca hemos visto que ahora es un bonito hotel. El turismo llena la zona próxima al aparcamiento de vendedores de recuerdos o productos típicos, incluido el que llaman "turkish viagra" y de agradables terrazas de bar con vistas al inmenso valle. Hemos hecho acopio de nuestra primera bolsa de frutos secos variados, con cacahuetes bañados en una cobertura de sésamo y garbanzos al azafrán.


La visita no se ha prolongado mucho debido a que, en esta época del año, enseguida anochece, tan rápido como, aproximadamente a las cuatro o cuatro y media de la tarde si el día está cubierto. Así que hemos vuelto al autobús para hacer una última parada en un mirador antes de llegar al hotel.





El mirador se abre al denominado valle de las palomas, un ave de gran significado en el mundo musulmán y para las que se tallaban también en las rocas (de ahí el nombre del valle) huecos o cavidades para que éstas hiciesen sus nidos, con frecuencia resaltados con pintura blanca para que las atrajesen hacia ellos.




La panorámica del Valle de las Palomas se nos muestra ya con el día oscureciendo y las luces de las viviendas comenzando a encenderse. Como es habitual, el mirador está lleno de puestos de venta de todo tipo de objetos de artesanía, recuerdos y pequeños locales donde tomar una bebida o un tentempié.

Después de concedernos un tiempo para recorrer esos puestos, salimos hacia el hotel Perissia, en las afueras de la ciudad de Ürgüp, donde se nos asigna la habitación y se nos recuerda el horario de comidas y desayuno (la cena entre las 19 y 21 horas).

En esa cena comprobaremos que el bufet está fantástico, con una gran variedad de platos propios de la gastronomía local, serán pocos días para poder degustarlos todos, una pena. De la habitación y el servicio tampoco tenemos queja, una estupenda relación calidad-precio.

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