Volvemos al autobús e iniciamos de nuevo la excursión por estas carreteras de la Anatoliaa rural. Nos detenemos en el aparcamiento próximo a la localidad de Ihlara, desde donde una larga escalinata conduce al fondo del encajado valle que lleva su nombre. Aunque por falta de tiempo ceñiremos nuestra visita a esta zona (solo disponemos de una hora), es recomendable hacer a pie el sendero que recorre todo el cañón, siguiendo el río en dirección norte hasta el monasterio de Selime.
El valle luce ahora en todo su esplendor otoñal, con el arbolado de ribera reluciente en su gris plata de los troncos desnudos y con el río rebosante de agua de recientes lluvias. La lluvia fina nos acompañará en toda esta visita. El río Melindiz, casi un arroyo grande, discurre por el fondo de esta hendidura profunda y estrecha, encajonada por paredes verticales de roca.
En lo turístico, más allá de la belleza del paraje y de lo agradable que resulta recorrer ese sendero paralelo al río en tre las localidades de Ihlara y Selime, el cañón es conocido por albergar un importante conjunto de iglesias excavadas en la roca, construidas entre los siglos VI y XI. El grupo de las que se pueden visitar se encuentra concentrado al pie de este aparcamiento, a uno y otro lado del río, nos hemos empeñado en verlas todas, y lo hemos conseguido, pero el tiempo se nos ha hecho muy justo y el desplazamiento entre ellas fue al trote en el último tramo.
Las iglesias son de formas y tamaños muy distintos, pero casi siempre llama la atención lo reducido de estos templos de los primeros cristianos y la proximidad entre unos y otros, revelando algo muy distinto a lo que luego fue la Iglesia como centro de poder, es lo más oopuesto posible a la fuerza estructural del gótico, de hecho, es recomendable la visita provistos de una linterna, de lo contrario no se podrán apreciar los frecos que decoran muchas de ellas.
Algunas de estas pinturas están en muy mal estado, por el desprecio que hacia ellas mostró más tarde la nueva religión mayoritaria, el Islam, pero como comenta alguien, no es tan distinto a lo que se hizo con la Mezquita de Córdoba. En cualquier caso, es este un país que siempre ha sido frontera de culturas e ideas y, viendo estas iglesias, conviene no olvidar que por aquí también se inició el viaje del cristianismo hacia Europa.
Junto a una de las más alejadas de la entrada al lugar, nos maúlla un gato que habita ahí, en medio del bosquete, con la pelambrera cubierta de una fina capa de lluvia, al llamarlo se acerca dócilmente y se deja acariciar.
Puede que la más espectacular de estas construcciones sea la denominada Iglesia de los Jacintos, cuya fachada está ornamentalmente labrada en la roca, formando arcos y columnas. Esta imitación de elementos arquitectónicos necesarios en los templos construidos a cielo abierto y totalmente inútiles cuando se tallan en un material que se sostiene por si mismo, es una constante en todo este tipo de construcciones, siempre dando forma a un espacio eliminando material.
El valle luce ahora en todo su esplendor otoñal, con el arbolado de ribera reluciente en su gris plata de los troncos desnudos y con el río rebosante de agua de recientes lluvias. La lluvia fina nos acompañará en toda esta visita. El río Melindiz, casi un arroyo grande, discurre por el fondo de esta hendidura profunda y estrecha, encajonada por paredes verticales de roca.
En lo turístico, más allá de la belleza del paraje y de lo agradable que resulta recorrer ese sendero paralelo al río en tre las localidades de Ihlara y Selime, el cañón es conocido por albergar un importante conjunto de iglesias excavadas en la roca, construidas entre los siglos VI y XI. El grupo de las que se pueden visitar se encuentra concentrado al pie de este aparcamiento, a uno y otro lado del río, nos hemos empeñado en verlas todas, y lo hemos conseguido, pero el tiempo se nos ha hecho muy justo y el desplazamiento entre ellas fue al trote en el último tramo.
Las iglesias son de formas y tamaños muy distintos, pero casi siempre llama la atención lo reducido de estos templos de los primeros cristianos y la proximidad entre unos y otros, revelando algo muy distinto a lo que luego fue la Iglesia como centro de poder, es lo más oopuesto posible a la fuerza estructural del gótico, de hecho, es recomendable la visita provistos de una linterna, de lo contrario no se podrán apreciar los frecos que decoran muchas de ellas.
Algunas de estas pinturas están en muy mal estado, por el desprecio que hacia ellas mostró más tarde la nueva religión mayoritaria, el Islam, pero como comenta alguien, no es tan distinto a lo que se hizo con la Mezquita de Córdoba. En cualquier caso, es este un país que siempre ha sido frontera de culturas e ideas y, viendo estas iglesias, conviene no olvidar que por aquí también se inició el viaje del cristianismo hacia Europa.
Junto a una de las más alejadas de la entrada al lugar, nos maúlla un gato que habita ahí, en medio del bosquete, con la pelambrera cubierta de una fina capa de lluvia, al llamarlo se acerca dócilmente y se deja acariciar.
Puede que la más espectacular de estas construcciones sea la denominada Iglesia de los Jacintos, cuya fachada está ornamentalmente labrada en la roca, formando arcos y columnas. Esta imitación de elementos arquitectónicos necesarios en los templos construidos a cielo abierto y totalmente inútiles cuando se tallan en un material que se sostiene por si mismo, es una constante en todo este tipo de construcciones, siempre dando forma a un espacio eliminando material.
¡Ojalá el mío aprendiese de esos!
ResponderEliminarNo lo necesita, estos lo hacen porque saben que pueden conseguir comida, viven solo de eso y de lo que cazan, a cambio, son libres.
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