Salimos muy temprano del hotel, a las ocho, que para nosotros serían las siete de la mañana, pero ya hace mucho que amaneció y se oyeron las llamadas a la primera oración del día desde los altavoces de los minaretes. Desde la ventana de la habitación se aprecia un amplio panorama de la ciudad de Ürgüp y se distinguen las partes más antiguas encajadas y excavadas en la roca natural. Todavía algunos globos aerostáticos sobrevuelan el horizonte.
Aquí se reune un vasto conjunto de iglesias y pequeños monasterios excavados en la roca, testimonio de las primeras comunidades cristianas en su avance desde Israel hacia Europa, el valle constituyó un refugio durante la épocas de enfrentamiento con los árabes y alberga centenares de construcciones religiosas de carácter troglodítico, de las que muchas están todavía sin abrir al público.
Nuestra primera parada la constituye un fotogénico grupo de esas curiosidades geológicas que están aquí por todas partes y que denominan "chimeneas de las hadas". En este caso, de las que emergen coronadas por una gran roca a modo de sombrero, producto de la erosión del material más blando que constituye la base, una erosión por la lluvia que no es total por quedar protegida por esa especie de paraguas de pierdra dura y que origina ese tipo de formación tan curiosa. Lo que más impresiona, como siempre, no es tanto este grupo que denominan "las tres guapas" sino el paisaje circundante, todo él plagado de curiosidades geológicas similares.
Tras esa parada, en poco tiempo, llegamos a nuestro destino principal, el valle de Göreme. Este lugar es un Museo al Aire Libre, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.Aquí se reune un vasto conjunto de iglesias y pequeños monasterios excavados en la roca, testimonio de las primeras comunidades cristianas en su avance desde Israel hacia Europa, el valle constituyó un refugio durante la épocas de enfrentamiento con los árabes y alberga centenares de construcciones religiosas de carácter troglodítico, de las que muchas están todavía sin abrir al público.
La conservación de los frescos interiores es muy desigual, tanto por el distinto nivel de deterioro, como por las distintas técnicas y períodos a los que corresponden, siempre impresiona el ambiente general de recogimiento, de ocultación, la penumbra permanente y la reducida dimensión y multitudinaria localización de los mismos, como si pequeños grupos diferentes, siempre con un mínimo número de miembros, se congregasen en cada uno de los templos bajo la guía espiritual de diversos pastores, algo muy diverso a lo que acabaría siendo la iglesia católica en su apogeo medieval.
La decoración enigmática y llena de símbolos ingenuos, en tonos rojos, comparte lugar con las elaboradas representaciones posteriores a la época iconoclasta, los refectorios de los monasterios son un simple hueco excavado con una roca tallada en el centro a modo de mesa comunal, nunca para más de unos veinte miembros.
Al margen de la denominada Iglesia Oscura, para cuya visita se paga una entrada adicional y en la cual ya había cola para entrar en esta época del año, plena temporada baja, recomendaremos la visita de la Tokali Kilise (Iglesia de la Hebilla) situada fuera del recinto y al otro lado del aparcamiento, a la que se accede de forma gratuita, está calefactada, muy bien iluminada y tiene frescos de características similares a la anterior, sin el agobio de las colas y sin pagar entrada. Consta de dos templos superpuestos, de distintos períodos, excavados uno sobre el otro.
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