domingo, 29 de marzo de 2009

Zádielska Dolina




Este valle es otra de esas espinitas clavadas, una curiosidad natural que no tuvimos tiempo de encontrar en otra de nuestras anteriores visitas al país. Esta mañana (un 11 de Agosto del año 2008, las fechas reales no tienen nada que ver con el día en que ahora voy pasando las notas al blog) salimos decididos a conquistar por fin el valle de Zadiel, pero tampoco va a ser fácil.

Las ayudas son el navegador y el mapa, olvidémonos de que exista ninguna señal de carretera que señale Zádielska Dolina, como mucho, indicarán el pueblo de Zadiel, tampoco el navegador admitirá como destino nada que no sea Zadiel.

Lo del mapa es más grave, pues, como comprobaremos, incluye un error en su localización, de lejos se ve el valle claramente, una montaña partida por una profunda hendidura que se alza sobre un paisaje sensiblemente plano. Sin embargo, el desvío lateral hacia la población donde supuestamente se encuentra no es el que señala el mapa, lo averiguamos cuando recorremos uno de estos pueblos en fondo de saco hasta su punto más profundo y la gente nos mira con cierta extrañeza, dándonos la bienvenida a un lugar en el que seguro no se ven muchos viajeros extranjeros.

El segundo intento, el intuitivo, es el que da resultado, aunque sospechando el habitual remate del fondo de saco, dejamos el coche a unos cien metros de donde se ve un pequeño aparcamiento para excursionistas y la barrera que impide el paso de vehículos a un sendero que recorre, a lo largo de unos tres kilómetros, el estrecho cañon que ha horadado un curso de agua en la caliza hasta alcanzar profundidades de 300 m. y un ancho, en algunas zonas de tan solo 10 m.


Al principio el camino se hace un poco incómodo porque coincide con el extremo del cañón, donde la abertura es más amplia y el día es caluroso, pero pronto se adentra en esa zona profunda y sombría, donde la vegetación trepa buscando la luz de las zonas altas y los árboles crecen en cualquier resquicio de la roca. El riachuelo sigue abriéndose paso entre la frágil caliza y salta ruidoso de roca en roca, tanto que es difícil escucharse cuando uno habla, de vez en cuando, algún cartel indicador informa sobre las peculiaridades geológicas , botánicas o acerca de otras características de esta brecha en el paisaje, el itinerario puede hacerse de forma circular, pero, como no sabemos cuanto tiempo habría de llevarnos, lo haremos solo a lo largo del tramo de la garganta, un total de dos horas, aproximadamente.


Al final del recorrido hay una cabaña de madera, probablemente una antigua vivienda rural, que es ahora un bar y sencillo restaurante, con un gran porche sombreado, el mobiliario y el interior tienen ya más de cincuenta años, la juventud la pone quien ahora regenta el local, una mujer en la barra y dos hombres en la cocina, coincidimos con una familia con varios niños que han pasado la noche acampados en el prado adyacente al bar y que, ahora, están haciendo sus mochilas para continuar su excursión, otros dos jóvenes llegan también con sus mochilas y ocupan una mesa cercana, se toman un gulash y una copa de ese aguardiente que es el habitual aperitivo local. Hemos pedido también gulash y una cerveza porque era casi lo único que podíamos entender de los posibles platos de comida y lo poco que conseguimos conversar en inglés con quien servía las mesas tampoco ayudó, aunque, como siempre, la amabilidad fue siempre fundamental. La chimenea de la cocina humea y nos llega ese olor que más tarde, a lo largo de este viaje, al fin identificaré, un aroma que me resulta casi repulsivo y no sé explicar todavía por qué, pues la comida siempre es de calidad, casera y muy sabrosa. El gulash es aquí ya claramente más una sopa que un guiso de carne, muy caldoso, se sirve con unas buenas rebanadas de pan tradicional, de las que, ya descubriremos, solo cobrarán las consumidas. Para terminar, un estupendo café y un rato de reposo antes de emprender el camino de regreso al aparcamiento, desandando todo el valle.

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