Por la mañana salimos de nuestra cabaña de Hranice hacia Roznov pod Rahostem, una pequeña ciudad, de un tamaño aproximado al de esta en que nos encontramos, pero donde lo moderno predomina, salvo por el denominado Museo de Valaquia al aire libre, donde se acumula una recreación de la arquitectura tradicional en madera de los valacos, pastores que vivían en Moravia y en algunas zonas de Eslovaquia, trasladando antiguas edificaciones que son recuperadas y acondicionadas en un entorno que repite lo que podría haber sido el suyo original.
Llegamos al gran aparcamiento del museo al aire libre a las once de la mañana, y lo hacemos ya demasiado tarde para el horario local, es sábado y, al contrario que otro museo similar, de mucho mayor interés, que visitamos en su día en Eslovaquia, este está a rebosar de gente, apreciamos su consideración casi como de orgullo nacional y el flujo incesante de visitantes locales que acoge.
Llueve intensamente y la visita no va a ser muy cómoda, como contrapartida, disfrutamos de gran variedad de productos regionales que vamos acumulando de puesto en puesto de un pequeño mercadillo tradicional que tienen montado como una atracción más, haciendo ya de este picoteo las funciones de comida improvisada.
La visita combina una parte a nuestro aire, recorriendo las distintas edificaciones y conjuntos, a modo de pequeñas aldeas, con sus distintas construcciones accesorias, así como la iglesia, escuela,etc., con una parte guiada que nos lleva por los tres molinos hidráulicos que constituyen el mayor foco de interés del museo, entre los que destaca el de los herreros y, por lo curioso de la elaboración, el destinado a obtener aceite de semillas. Resultó también curiosa la espera, cuando una chica nos explicó como funcionaba la visita en un perfecto checo del que apenas logramos adivinar alguna palabra y tras observar nuestra cara, tratando de escudriñar algún resquicio inteligible en esa lengua, se dio cuenta de que eramos extranjeros, puede que los únicos este sábado en el museo. Tras unas frases en inglés, nos facilitó un librillo con textos en inglés, lo que nos ayudó bastante, pues el resto de la visita guiada fue también en checo.
Después de la húmeda visita al museo al aire libre, nos dirigimos hacia Novy Jicin, otra pequeña ciudad que conserva un interesante casco antiguo medieval y, como es habitual, una impresionante plaza porticada en la que sobresalen las viviendas más antiguas, con robustos soportales. La geometría de la plaza ordena todo el conjunto, con fachadas coloreadas que siguen una evidente homogeneidad de cornisa, sobre la cual sobresalen las torres de los edificios representativos del poder religioso o civil de la época que se encuentran próximas a ese corazón de la villa. La casa del alcalde se adelanta a la alineación de uno de los frentes de la plaza y eleva sus arquerías sobre los dos pisos superiores, a modo de logia.
Después de la húmeda visita al museo al aire libre, nos dirigimos hacia Novy Jicin, otra pequeña ciudad que conserva un interesante casco antiguo medieval y, como es habitual, una impresionante plaza porticada en la que sobresalen las viviendas más antiguas, con robustos soportales. La geometría de la plaza ordena todo el conjunto, con fachadas coloreadas que siguen una evidente homogeneidad de cornisa, sobre la cual sobresalen las torres de los edificios representativos del poder religioso o civil de la época que se encuentran próximas a ese corazón de la villa. La casa del alcalde se adelanta a la alineación de uno de los frentes de la plaza y eleva sus arquerías sobre los dos pisos superiores, a modo de logia.
La ciudad, que presume de su patrimonio histórico, como renovado centro de atracción turística local, así como de su carácter tranquilo, se nos muestra tal y como se promociona, porque es sábado, las cuatro de la tarde y está todo cerrado, salvo un par de cafés, que tampoco tienen mucha clientela.Poca gente paseando y todo el conjunto histórico a nuestra disposición, para ser disfrutado con esa tranquilidad de la que los lugareños hacen gala.
Como curiosidad, decir que aquí hubo una floreciente industria textil en el diecinueve, cuando la villa era famosa por la fabricación de sombreros, actividad a la que ahora se dedica un museo, pero de museos ya hemos tenido bastante por hoy y, además , sospecho que a esta hora ya habrá cerrado.
Regresamos con tranquilidad, también, al cámping de Hranice, con tiempo para hacer una parada de aprovisionamiento en un supermercado de la cadena local que más apreciamos, denominada "Billa". Todo con tiempo para tomarnos una infusión y leer durante un buen rato en nuestra pequeña cabaña de madera.
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