martes, 25 de mayo de 2010

Paisaje y patrimonio de Anatolia

Salimos muy temprano del hotel, a las ocho, que para nosotros serían las siete de la mañana, pero ya hace mucho que amaneció y se oyeron las llamadas a la primera oración del día desde los altavoces de los minaretes. Desde la ventana de la habitación se aprecia un amplio panorama de la ciudad de Ürgüp y se distinguen las partes más antiguas encajadas y excavadas en la roca natural. Todavía algunos globos aerostáticos sobrevuelan el horizonte.
Nuestra primera parada la constituye un fotogénico grupo de esas curiosidades geológicas que están aquí por todas partes y que denominan "chimeneas de las hadas". En este caso, de las que emergen coronadas por una gran roca a modo de sombrero, producto de la erosión del material más blando que constituye la base, una erosión por la lluvia que no es total por quedar protegida por esa especie de paraguas de pierdra dura y que origina ese tipo de formación tan curiosa. Lo que más impresiona, como siempre, no es tanto este grupo que denominan "las tres guapas" sino el paisaje circundante, todo él plagado de curiosidades geológicas similares.
Tras esa parada, en poco tiempo, llegamos a nuestro destino principal, el valle de Göreme. Este lugar es un Museo al Aire Libre, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Aquí se reune un vasto conjunto de iglesias y pequeños monasterios excavados en la roca, testimonio de las primeras comunidades cristianas en su avance desde Israel hacia Europa, el valle constituyó un refugio durante la épocas de enfrentamiento con los árabes y alberga centenares de construcciones religiosas de carácter troglodítico, de las que muchas están todavía sin abrir al público.
La conservación de los frescos interiores es muy desigual, tanto por el distinto nivel de deterioro, como por las distintas técnicas y períodos a los que corresponden, siempre impresiona el ambiente general de recogimiento, de ocultación, la penumbra permanente y la reducida dimensión y multitudinaria localización de los mismos, como si pequeños grupos diferentes, siempre con un mínimo número de miembros, se congregasen en cada uno de los templos bajo la guía espiritual de diversos pastores, algo muy diverso a lo que acabaría siendo la iglesia católica en su apogeo medieval.










La decoración enigmática y llena de símbolos ingenuos, en tonos rojos, comparte lugar con las elaboradas representaciones posteriores a la época iconoclasta, los refectorios de los monasterios son un simple hueco excavado con una roca tallada en el centro a modo de mesa comunal, nunca para más de unos veinte miembros.
Al margen de la denominada Iglesia Oscura, para cuya visita se paga una entrada adicional y en la cual ya había cola para entrar en esta época del año, plena temporada baja, recomendaremos la visita de la Tokali Kilise (Iglesia de la Hebilla) situada fuera del recinto y al otro lado del aparcamiento, a la que se accede de forma gratuita, está calefactada, muy bien iluminada y tiene frescos de características similares a la anterior, sin el agobio de las colas y sin pagar entrada. Consta de dos templos superpuestos, de distintos períodos, excavados uno sobre el otro.


jueves, 20 de mayo de 2010

La noche folclórica


Durante todo el día hemos recorrido las carreteras de una Anatolia rural, en el paisaje pequeños pueblos, minaretes y antiguas casas troglodíticas, rocas erosionadas, a determinadas horas nos cruzábamos con microbuses escolares que dejaban o recogían a los niños, ellos siempre de traje oscuro y corbata, ellas con sus vestidos más coloridos, algunos con dibujos de personajes infantiles que ya pertenecen a la cultura global. Conviene que recuerde aquí la absurda forma de mirar por encima del hombro las miserias de un país emergente que se deduce de algunos comentarios de mis compatriotas en el autobús, quizá gente de frágil memoria o de una región mucho más próspera, históricamente, que la mía y, desde luego, poco viajados. Aquello que sienten como subdesarrollado, nos caracterizó a nosotros, como país, no hace tanto tiempo, incluso el integrismo religioso (reserva espiritual de occidente) algo que, hasta el momento, no me ha intimidado en ningún tramo del viaje.
La vuelta, habiendo anochecido ya, aunque temprano para nuestra latitud de origen, incluye una parada en un hamam a las afueras de Ürgüp, con su cúpula repleta de óculos vidriados, allí se quedan quienes se han apuntado a una sesión de baño turco. Los demás seguimos viaje unos minutos más en el autobús hasta el hotel.
Apuntarse a todas las excursiones o actividades paralelas, aparte de encarecer mucho este económico viaje, debe acabar por crear una insoportable situación de estrés, algo indeseable en vacaciones. Por eso hemos elegido solo la noche folclórica, hoy, después de la cena y de que regresen los del hamam, no iremos los dos, así que la describiré de segunda mano.
Tras la noche folclórica existe también la posibilidad, para quien se haya apuntado y si las condiciones meteorológicas lo permiten (ausencia de lluvia y viento fuertes, sin helada o nieve) de hacer un trayecto en globo, para lo que deberán levantarse muy, muy temprano.


La representación, en una sala acondicionada al interior de una edificación troglodítica, se acompaña con todo tipo de bebidas, incluido el rakj, ese anís fuerte que se puede tomar diluido en agua, un alcohol que parece ser consumido por todos los turcos, una especie de bula aquí respecto a la prohibición religiosa. Se escenifican bailes tradicionales de distintas regiones del país, la danza de los derviches y, por supuesto, la del vientre, así como un baile al exterior iluminado y coreografiado con fuego, amenizados por el sonido, en vivo, del clarinete y el davul, imprescindible como acompañamiento de percusión.

Yo me he quedado en el hotel, anotando algunas cosas del viaje y viendo la tele, en la que descubrí una especie de programa tipo "los 40 principales" en el que se pasan vídeos de poptürk, esa increíble mezcla de sonidos árabes y pop-rock que, con sus diferencias de calidad según los artistas, resulta siempre sorprendente y refleja un poco esa pugna constante entre la tradición a conservar y la fusión de culturas. Tendré la suerte también, a la noche siguiente, de sintonizar un programa especial dedicado a un artista llamado Erkin Koray, al que rinden tributo otros músicos, donde van repasando su trayectoria de esa especie de rock mestizo, salpicada con imágenes de sus distintas épocas, que van cambiando desde un look a lo Elvis hasta la melena del período heavy o el aspecto aseado de los nuevos románticos, todo un viaje generacional que se va reflejando también en las canciones que van reponiendo.

viernes, 7 de mayo de 2010

Una parada para comer

Una para comer y otra comercial, habría que decir. La primera, en un restaurante donde ya tenemos reservada una gran mesa (las otras están casi totalmente ocupadas por gente del país) nos permite descubrir, una vez más, las delicias de la gastronomía turca. Sobre todo por los entrantes ("meze"), que han sido abundantes y muy variados: hígado de cordero, hojas de parra rellenas y otras muchas especialidades regionales, después, una sopa de lentejas y menta, ese fabuloso pan de pita recién horneado, pizza turca con queso de cabra y un kebab que se cocina sellado en una olla de barro, acompañado con bulgur y arroz, de postre el ineludible yogur con miel, que acompañamos, por primera vez, con un café turco que dejamos reposar el tiempo de rigor antes de tomarlo.
La bebida y los cafés, que nunca están incluidos en lo que ya hemos pagado por el conjunto del viaje, se puede pagar en euros, moneda que admiten en prácticamente todos los comercios y suele salir mejor pagar así, siempre ejercitando la técnica del regateo, aunque nos cueste, el no hacerlo es también un desprecio hacia la forma de comerciar de esta gente.
La salida se ha complicado y creo que, con ella, el resto del día. A cuatro personas se les ha ocurrido la brillante idea de pasar del restaurante, porque no llevaban incluida pensión completa y buscarse un sitio de comer por su cuenta, se han desplazado varios kilómetros y no encontraban medio de transporte para volver. Salimos más de media hora tarde.
La parada comercial, en una joyería, supuestamente incluía una explicación y demostración de como se elabora la turquesa, pero al llegar tarde, rompemos la planificación de esta inmensa nave dedicada a la venta y fabricación de joyas, algo que incomoda a algunos, ya que ven solo ese afán mercantilista y nada más en este alto en el camino. Se está haciendo de noche ya (poco más de las cuatro y media de la tarde) y hace bastante frío, llueve un poco también.
Nos reciben con el famoso té de manzana. Los comerciantes siempre ofrecen un té cuando se entra a ver la tienda, algo que no obliga a nada por ninguna de las partes, pero que permite al vendedor exponer sus habilidades en su propio terreno (el interior de la tienda) por eso siempre insisten en que uno pase al interior.
Ni las joyas ni sus precios nos han parecido muy interesantes, no porque no lo sean, sino porque nunca nos ha llamado la atención gastar dinero en algo tan poco funcional. Por eso, una vez echado un vistazo a la magna exposición, salimos al exterior. Un empleado nos dice que ahí se está muy incómodo, que mejor vayamos a una zona cubierta del taller. Ahí descubrimos el lado de los trabajadores, la iluminación, el ambiente acondicionado, el lujo en la decoración, quedan sustituidos por el cemento, unos bancos de madera desvencijados y una estufa de leña que, por suerte, alguien ha podido realimentar en cuanto llegamos.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Descenso a Ihlara


Volvemos al autobús e iniciamos de nuevo la excursión por estas carreteras de la Anatoliaa rural. Nos detenemos en el aparcamiento próximo a la localidad de Ihlara, desde donde una larga escalinata conduce al fondo del encajado valle que lleva su nombre. Aunque por falta de tiempo ceñiremos nuestra visita a esta zona (solo disponemos de una hora), es recomendable hacer a pie el sendero que recorre todo el cañón, siguiendo el río en dirección norte hasta el monasterio de Selime.

El valle luce ahora en todo su esplendor otoñal, con el arbolado de ribera reluciente en su gris plata de los troncos desnudos y con el río rebosante de agua de recientes lluvias. La lluvia fina nos acompañará en toda esta visita. El río Melindiz, casi un arroyo grande, discurre por el fondo de esta hendidura profunda y estrecha, encajonada por paredes verticales de roca.












En lo turístico, más allá de la belleza del paraje y de lo agradable que resulta recorrer ese sendero paralelo al río en tre las localidades de Ihlara y Selime, el cañón es conocido por albergar un importante conjunto de iglesias excavadas en la roca, construidas entre los siglos VI y XI. El grupo de las que se pueden visitar se encuentra concentrado al pie de este aparcamiento, a uno y otro lado del río, nos hemos empeñado en verlas todas, y lo hemos conseguido, pero el tiempo se nos ha hecho muy justo y el desplazamiento entre ellas fue al trote en el último tramo.
Las iglesias son de formas y tamaños muy distintos, pero casi siempre llama la atención lo reducido de estos templos de los primeros cristianos y la proximidad entre unos y otros, revelando algo muy distinto a lo que luego fue la Iglesia como centro de poder, es lo más oopuesto posible a la fuerza estructural del gótico, de hecho, es recomendable la visita provistos de una linterna, de lo contrario no se podrán apreciar los frecos que decoran muchas de ellas.
Algunas de estas pinturas están en muy mal estado, por el desprecio que hacia ellas mostró más tarde la nueva religión mayoritaria, el Islam, pero como comenta alguien, no es tan distinto a lo que se hizo con la Mezquita de Córdoba. En cualquier caso, es este un país que siempre ha sido frontera de culturas e ideas y, viendo estas iglesias, conviene no olvidar que por aquí también se inició el viaje del cristianismo hacia Europa.




Junto a una de las más alejadas de la entrada al lugar, nos maúlla un gato que habita ahí, en medio del bosquete, con la pelambrera cubierta de una fina capa de lluvia, al llamarlo se acerca dócilmente y se deja acariciar.






Puede que la más espectacular de estas construcciones sea la denominada Iglesia de los Jacintos, cuya fachada está ornamentalmente labrada en la roca, formando arcos y columnas. Esta imitación de elementos arquitectónicos necesarios en los templos construidos a cielo abierto y totalmente inútiles cuando se tallan en un material que se sostiene por si mismo, es una constante en todo este tipo de construcciones, siempre dando forma a un espacio eliminando material.

Tiene varias plantas superpuestas y fue un antiguo monasterio, de esos primitivos, donde un grupo muy reducido de monjes se retiraba para vivir en unas condiciones extremas.





Güzelyurt y el valle de Ihlara


Amanece temprano en Ürgüp, a las cinco y media ya se escucha el altavoz de una mezquita cercana llamando a la primera oración del día. El bufet del desayuno no desmerece respecto a lo que habíamos visto en la cena, el único inconveniente es que no resulta aconsejable abandonar la mesa para coger algo habiendo dejado algo en ella, el eficiente servicio de camareros lo habrá retirado cuando uno vuelva, por eso, tras la experiencia, hemos decidido quedar seimpre uno de los dos de guardia en tanto el otro se aprovisiona. Solo en panes y bollería, dulce o salada, será imposible probar toda la variedad, luego están la mermelada de cereza o higos, las mieles, pasta de sésamo...
El autobús nos espera a la puerta para iniciar nuestra excursión, con primera parada matutina en la localidad de Güzelyurt, cuyo centro se encuentra a esa hora temprana ya muy animado, con el movimiento propio del mercado diario, atravesamos la población y descendemos por una empinada cuesta, bordeando una ladera cortada donde asoman de nuevo esas características antiguas viviendas empotradas, o directamente excavadas, en la roca volcánica.
El principal atractivo turístico del lugar lo constituye una pequeña mezquita visitable, que no es sino la transformación de una anterior iglesia griega (los griegos vivieron aquí durante siglos, en este país frontera de culturas y civilizaciones, sujeto siempre al vivén de quien dominaba el mundo de las ideas en cada momento).

Entramos cuando todavía está el otro grupo de españoles con su guía de nuestro mismo tour en el interior, tengo la impresión, escuchando el final de su explicación, de que hemos tenido suerte con nuestra guía turística, es una mujer y de carácter muy abierto. El muchacho este, sin embargo, me parece un poco devoto, he tenido que reirme con la explicación que da para justificar la separación de hombres y mujeres en el culto (se debe al movimiento que se ejecuta para orar, ese de agacharse con el culo cerca de la cabeza de quien está detrás, parece ser que resultaría obsceno y provocativo para los hombres, y trata de arreglarlo diciendo que espera también lo sea para las mujeres, todo eso siempre debajo de una chilaba y velo, o sea simplemente adivinando la figura, no me imagino lo que puede provocar en este ambiente de recato una revista porno).
Por el contrario, cuando nuestra guía le pide al muchacho un rosario para explicar su uso, éste le dice que solo tiene uno de esos reducidos que aquí usan los hombre para liberarse del estrés, a lo que ella responde: "claro, ya sabéis que en Turquía las mujeres trabajan y los hombres tienen estrés".
Lo curioso de la mezquita está en como una iglesia cristiana puede ser reutilizada para funcionar como templo musulmán, al fin y al cabo, basta orientarse hacia la Meca en vez de Jerusalen, sustituir bancos por alfombras, tapar los frescos de santos con pintura blanca y caligrafiar los cuatro nombres sagrados del Islam, se pone a la entrada una fuente y un minarete... Y ahí está, un claro ejemplo del reciclaje espiritual, esa filosofía de la reutilización que ahora nos parece tan moderna.
Echamos en falta que no nos dé tiempo para subir al centro de la población andando, pero aprovechamos a tope el que nos dejan libre para recorrer la parte antigua que rodea la mezquita, otra pequeña colina con construcciones de épocas muy diferentes y de estilos muy variados, que incluye una iglesia excavada en la roca, desde la cima, estupenda vista con Güzelyurt al frente y el valle al otro lado.
















martes, 4 de mayo de 2010

Uçhisar

De camino a Uçhisar, desde las ventanas del autobús, empieza a descubrirse el paisaje erosionado de la Capadocia, la tierra de los hermosos caballos, como significa su nombre de antaño. Pronto se percibe también que los itinerarios turísticos en la región recorren siempre las mismas carreteras y, la sorpresa del encuentro con ese territorio erosionado, paisaje lunar, que dicen algunos, anima a una visita más a fondo, quizá a pie algún día, por supuesto, nunca en verano, por las altas temperaturas.

A Uçhisar llegamos muy pronto y accedemos por la ruta obligada para los autobuses hasta el aparcamiento que se encuentra al borde de la población, más adelante comprobaremos que no es el mejor punto para descubrir la belleza del asentamiento, aunque si proporciona una buena panorámica lejana de todas esas formaciones rocosas erosionadas que puntúan el paisaje.

La localidad se amalgama en torno a una montaña horadada por multitud de antiguas viviendas que aprovechaban la facilidad de tallado de la toba volcánica para construir en negativo, es decir, quitando material para hacer las dependencias dentro de la roca.

La montaña perforada sirvió de refugio o fortaleza , para defenderse de ataques externos, en la antigüedad, ahora es un lugar muy frecuentado, nos cruzamos con un grupo de franceses, casi todos jubilados, dando la nota en el ascenso hacia la parte alta. Agradecemos haber hecho este viaje en temporada baja, con frío y posibilidad de lluvia, no queremos ni imaginar como estará esto de atestado en otras épocas del año.


Los huecos, antes usados como viviendas, también se completan con pasadizos y túneles que desempeñaban esa función de protección, como vías de escape o abastecimiento. Una de esas estructuras talladas en la roca hemos visto que ahora es un bonito hotel. El turismo llena la zona próxima al aparcamiento de vendedores de recuerdos o productos típicos, incluido el que llaman "turkish viagra" y de agradables terrazas de bar con vistas al inmenso valle. Hemos hecho acopio de nuestra primera bolsa de frutos secos variados, con cacahuetes bañados en una cobertura de sésamo y garbanzos al azafrán.


La visita no se ha prolongado mucho debido a que, en esta época del año, enseguida anochece, tan rápido como, aproximadamente a las cuatro o cuatro y media de la tarde si el día está cubierto. Así que hemos vuelto al autobús para hacer una última parada en un mirador antes de llegar al hotel.





El mirador se abre al denominado valle de las palomas, un ave de gran significado en el mundo musulmán y para las que se tallaban también en las rocas (de ahí el nombre del valle) huecos o cavidades para que éstas hiciesen sus nidos, con frecuencia resaltados con pintura blanca para que las atrajesen hacia ellos.




La panorámica del Valle de las Palomas se nos muestra ya con el día oscureciendo y las luces de las viviendas comenzando a encenderse. Como es habitual, el mirador está lleno de puestos de venta de todo tipo de objetos de artesanía, recuerdos y pequeños locales donde tomar una bebida o un tentempié.

Después de concedernos un tiempo para recorrer esos puestos, salimos hacia el hotel Perissia, en las afueras de la ciudad de Ürgüp, donde se nos asigna la habitación y se nos recuerda el horario de comidas y desayuno (la cena entre las 19 y 21 horas).

En esa cena comprobaremos que el bufet está fantástico, con una gran variedad de platos propios de la gastronomía local, serán pocos días para poder degustarlos todos, una pena. De la habitación y el servicio tampoco tenemos queja, una estupenda relación calidad-precio.