lunes, 16 de febrero de 2009

Y todavía Francia y Alemania

Iniciamos el segundo día de viaje, porque Francia da para mucho, y sobre todo, el sistema radial de autopistas, centrado en la capital, hace que cualquier travesía en diagonal comporte siempre más tiempo del deseado. Conducir por autopista, aún sin necesidad de cumplir con expectativas de horarios por etapas (son las ventajas de viajar con el propio coche y sin destinos predeterminados) sigue causando un cierto nerviosismo y estrés, cada cambio de país significa también adaptarse a otras formas de circular y a esas reglas tácitas no incluidas en los códigos, pero evidentes para los que frecuentan ese tipo de vías a diario.
Es sabido, así, que en Francia el carril situado más a la izquierda debe quedar expedito cuando se acerca por el mismo un motorista a 200 km/h., independientemente de que uno se encuentre también adelantando y con otro vehículo más lento delante. Por eso después de rebasarte, te hacen ese gesto con el pie, que no sé lo que significa, pero supongo que algo así como querer darte una patada en los huevos. A veces me entran ganas de retarles a parar en la siguiente área de servicio y dirimir nuestras diferencias, porque, sin generalizar esto a todos los moteros, muchos, en cuanto se quitan el casco y demás protecciones, pierden el aspecto de superhombres y quedan reducidos a personajes casi tan diminutos como su masa encefálica, pero vamos a evitar ponernos a su nivel y... ¡traguemos toda la bilis que podamos!.
Pasar de Francia a Alemania significa ahorrarse mucho dinero en peajes. Para quien desconoce este país, lo de circular por autopista suele considerarse como el paraíso de los automovilistas, siempre te comentan lo mismo: "allí las autopistas son gratuitas", "no tienes límite de velocidad, puedes ir a la que te apetezca sin que te multen". La realidad es bien distinta, como son gratuitas, recogen todo el tráfico que podría circular por el resto de las vías interurbanas, los atascos son monumentales cada vez que uno se aproxima al entorno de influencia de una gran ciudad, las limitaciones de 120 y 80 km/h. son ya habituales en tramos con cierta peligrosidad (accesos y salidas de ciudades, zonas con fuertes pendientes, travesías de puentes o viaductos, áreas con abundancia de tránsito de vehículos pesados, etc.).
Así que, con cierto cansancio acumulado, decidimos detenernos antes de lo previsto y hacer noche en un cámping situado todavía en territorio alemán, aproximadamente a un centenar de kilómetros de Nuremberg, en una ciudad llamada Dinkelsbühl. Es una villa medieval preciosa, en la que estuvimos años atrás, por eso esta vez solo pararemos para dormir, pero recomiendo su visita, conserva sus murallas y es un ejemplo clásico de ciudad fortificada de planta circular. La curiosidad hace que esa forma urbana remede una parte del propio territorio en la región, resultado del impacto de un meteorito.
Como es habitual en Alemania, el cámping es de auténtico lujo, por su tranquilidad, limpieza, calidad de los servicios, jardinería,etc. Aunque montamos la tienda con rapidez, cuando finalizamos ya empieza a anochecer y se van amortiguando las voces de los niños, que ahora ya se van a dormir o se enfrascan en algún juego de mesa bajo los porches a la luz de una lámpara.

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