martes, 17 de febrero de 2009

Mlada Boleslav


Este destino es una deuda que tenía con la República Checa, gracias a una guía de viaje anticuada y que siempre me pareció escrita por alguien que había pasado de largo por la mayor parte de los lugares que describía. Así, cuando pretendí visitar el museo de la fábrica de automóviles Skoda, la guía me llevó a Plzen (la ciudad que da nombre a un tipo de cerveza, la pilsen), de gran interés, pero en la que ya no está la fábrica de automóviles y donde el destartalado museo que queda, en unas viejas instalaciones de la misma, está dedicado a motores e industria pesada, tal como nos explicó en aquel viaje el vigilante, después de llamar a un timbre, que era el medio utilizado para iniciar una visita que se ve no era muy habitual, fue él quien, por fin, nos dio la clave: "el museo está en otra ciudad, a más de 100 km. de aquí". Pero ese año ya no podíamos deshacer lo recorrido.

Me apasionaba la historia de la marca Skoda desde que descubrí en Praga aquellos descapotables clásicos que utilizaban para pasear a los turistas y cuando, viajando por zonas rurales, uno se cruzaba constantemente con aquellos vehículos económicos de la época socialista, casi siempre en perfecto estado y circulando por todo tipo de carreteras. Así que, aquí estamos, conduciendo hacia Mlada Boleslav, después de haber comprado la "viñeta" (esa pegatina para adherir al parabrisas que acredita el pago de una tasa para poder circular por las autopistas del país). En relación con esto último, sobre todo en Eslovaquia, conviene primero enterarse si la zona a visitar tiene autopistas, porque, aunque su construcción avanza a buen ritmo, es todavía una infraestructura muy escasa.

Nuestro destino es un cámping próximo a la ciudad de Mlada Boleslav, en un barrio de viviendas unifamiliares de las afueras, muy cerca de una de esas grandes vías de circunvalación, llamado Kosmonosy, entre la ayuda del navegador y el recuerdo de parte de un itinerario ya hecho otras veces, no tuvimos problemas para llegar, exceptuando las retenciones habituales en la travesía del área metropolitana de Praga (el viario de alta capacidad se interna en zonas con limitaciones de velocidad urbanas que conviene respetar, están muy controladas y suelen caer en la trampa muchos conductores foráneos, recomiendo siempre hacer lo que viereis en los nativos).

En el cámping nos decidimos por la tienda, en vez de las cabañas, (en este de distintos tamaños), una especie de bungalows en madera que abundan en todo este tipo de instalaciones a lo largo del país, sin lujos, pero habitualmente limpias, son también una forma cómoda y económica de viajar que ya hemos probado otros años. Los servicios del cámping, con un nombre que se relaciona también con un club automovilístico de Skoda o algo así, están muy anticuados, algo también muy habitual, y podemos imaginarnos formando parte de una excursión en grupo de aquellos tiempos oscuros del comunismo, así siguen desde entonces, pero ya sabéis que, para viajar, como para vivir, uno debe tomar lo que recibe con alegría, como alternativa a la ausencia, a la nada, es eso lo que nos hace felices.

Y también lo hará tomarnos un día de descanso tras tanta carretera y pedir una cerveza en el quiosco que hay junto a la entrada, que atiende también a los usuarios de una zona deportiva y de juegos exterior, como siempre, dejarán que os llevéis el vaso hasta donde estéis instalados y, cuando acabéis lo devolvéis a la barra. El bosquecillo que bordea el cámping está lleno de esas pequeñas parcelas de huerto con una cabañita, como una mini-casa, algo que siempre nos ha llamado la atención y de lo que desconocemos el origen en estos lugares donde se suponía abolida la propiedad privada, pues no parecen algo reciente.

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