viernes, 20 de febrero de 2009

Y ahora la excursión: Turnov, Klokoci, Sobotka...


Salimos del Museo Skoda, en Mladá Boleslav, para hacer un recorrido circular que pasará por varias poblaciones próximas y retornar al cámping al final del día. Nuestra primera etapa será Turnov.

Se dice que Turnov, una pequeña ciudad de alrededor de 15.000 habitantes, se encuentra en el corazón del Cesky Raj (y perdonad que nunca ponga esas tildes en forma de ángulo sobre las letras correspondientes) que suele traducirse como el Paraíso Bohemio, una región que se extiende en torno al espacio natural protegido que lleva ese nombre. Constituye, por lo tanto, un punto de partida y de hospedaje para los excursionistas que frecuentan la zona, debido a eso y a su situación, desde su fundación allá a mediados del siglo XIII en un promontorio dominando el río Jizera, sobre una importante encrucijada de caminos, el centro recoge siempre una frenética actividad. También, desde muy antiguo, la ciudad albergó una importante actividad artesana vinculada a la talla de vidrio o piedras preciosas para el montaje de joyas, ahora renovada con una Escuela de Artes Aplicadas dedicada al aprendizaje del oficio.

El centro gravita en torno a una amplísima plaza, de forma casi cuadrangular, a la que se asoman las edificaciones civiles más nobles de la localidad, entre las que destaca el Ayuntamiento y una construcción de principios del s. XIX en estilo neorrenacentista que ahora alberga a un banco local. El resto del casco antiguo, de modestas dimensiones, avanza, sin solución de continuidad, siguiendo las principales calles de salida desde la plaza y acaba fundiéndose con nuevas calles rectilíneas llenas de casitas unifamiliares y bloques exentos de varias plantas, siempre sin abandonar la compañía de lo verde, a uno y otro lado del río, aproximándose todo lo que puede a la autovía y sus nudos de enlace. En medio de la plaza, una antigua fuente con columna central coronada por una imagen de la Virgen, ocupa ahora, recuperada, el lugar que abandonara a principios de la década de los 50, cuando las autoridades comunistas, igual que otros imitadores, antes y después, se empeñaron en limpiar de cualquier tipo de mancha incómoda la "memoria histórica" de la ciudad.

Hay varias iglesias interesantes en Turnov, pero entre todas ellas destaca la silueta pesada de la imponente catedral dedicada al Nacimiento de la Virgen María, no tanto por sus valores arquitectónicos como por su volumen, tanto que aquí le otorgan el título de la mayor de Europa construida en estilo neogótico, sustituyendo a una anterior que había sufrido varios incendios y se encontraba en estado ruinoso. Junto a la iglesia, vale la pena internarse en el romántico cementerio entre los árboles que la flanquea por uno de sus laterales, como cualquier viajero haría en París por Père Lachaise o Montparnasse, solo que aquí desconoceremos la trascendencia de todas estas familias ilustres y su representatividad en la historia local o nacional.
La caminata y el estómago nos avisan que está próxima la hora de la comida, así que, tras renovar el ticket de aparcamiento al coche, estacionado allí en plena plaza, una suerte encontrar tan buen sitio, y esperando que nadie se moleste por disponer doblemente de una plaza destinada a rotar en su uso, buscamos un sitio donde tomar algo. Hay un restaurante que hace esquina con la propia plaza pero, avanzando unas cuantas casas más siguiendo una de las calles que embocan a la misma, hacemos un gran descubrimiento, una especie de autoservicio local, un lugar que, de no ser por los nuevos servilleteros con logos de marcas de refrescos multinacionales, podría seguir estando incluido en la ciudad de los años 50, en pleno pasado comunista del país. La comida casera de especialidades locales nada tiene en común con esos "fast food" de las cadenas al uso y mantiene la ventaja de poder ver los platos preparados y poder señalar con el dedo lo que uno quiere. Comimos casi como curas, como se suele decir, y por el equivalente de unos 10 euros en total para los dos. Un poco llenos de más, nos dirigimos de nuevo a la plaza para refrescar un poco el coche, ya muchas horas al sol, antes de proseguir con nuestra excursión.

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