Como casi siempre, el final de nuestras vacaciones por Europa del Este acaba con una visita a unos amigos entrañables que tenemos en dos países fronterizos (Austria y Alemania), así que tras el desayuno de un martes 15 de agosto salimos en dirección a la frontera de Freudstat. Nada más cruzar buscamos el puesto que siempre habíamos encontrado cuando se entra en Austria, donde venden la "viñeta" que permite circular temporalmente por autopista previo pago de la correspondiente tasa y que se adhiere al parabrisas del coche.
Sin embargo, no hay ninguno en la frontera, ni tampoco indicación al respecto y, al poco de atravesarla, se nos echa encima la bifurcación en la que se decide entrar en la autopista o seguir por carretera, como teníamos intención de hacer lo primero, nos metemos, pensando que habrá ese puesto de venta del derecho de peaje al inicio de la autopista.
No es así, hemos empezado a circular sin la viñeta, estamos un poco asustados, de modo que cuando vemos un cartel que indica "información" saliendo hacia un área de descanso, nos metemos hacia ese vial pensando en solucionar el problema. De lejos ya se ve que no es más que un mapa o algo así y que la solución no va a venir por ese lado. Lo peor está por llegar.
Nada más aparcar veo por el espejo que tengo detrás un coche de la policía. Bajo y sale una mujer gorda riéndose y diciendo en alemán algo así como "¡vaya, vaya!,... no veo la pegatina por ningún lado".
Hemos tratado de explicarle la situación en inglés pero, ni puto caso, su compañera nos dice que ella lo entiende pero que la jefa es la gorda. Noto, además, ese desprecio hacia lo masculino que otorga una situación de poder por parte de esta vaca amargada. Mi compañera se ha pasado todo el tiempo intentando dialogar, en tanto que yo he acabado perdiendo la paciencia. Sin embargo, el diálogo no ha llevado más que a tener que pagar la multa "in situ", por eso de no entrar en más discusiones. Me he despedido llamándole de todo en español, idioma del que no entiende ni papa la vaca, pero que algo ha sospechado, liberándome, al menos, de un poco de mala leche.
Nos ha informado de que las viñetas se compran en las gasolineras y que de esas si que hay antes de entrar en la autopista, a nosotros ni se nos hubiera ocurrido, pero ahora ya lo sabemos, aunque nos ha costado una pasta la información.
Es esto un aviso a navegantes, pues según nos cuentan nuestros amigos austríacos, parece ser muy común que la policía de autopistas trate de putear a todo aquel que entra desde los países del Este, los del antiguo telón de acero, por eso del miedo a la inmigración que tienen estas gentes que suelen apoyar a partidos un poquito xenófobos para defenderse de lo ajeno al bien vivir.
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