miércoles, 14 de abril de 2010

Aterrizaje en Nevsehir

Después de más de cuatro horas de vuelo, anquilosados por lo exiguos que se hacen los espacios cuando cada pasajero toma la opción de personalizar su plaza (reclinar a tope su asiento hasta que casi toca la cabeza de quien prefiere ir con la espalda más recta) tomamos tierra suavemente en el aeropuerto de Nevsehir, la capital de Capadocia y su ciudad más poblada.
El aeropuerto queda lejos del centro y, cuando uno llega, no siente que pueda haber una aglomeración urbana en las proximidades, el paisaje ondulado apenas muestra alguna vivienda rural. Se nota ya el frío en este aeródromo asequible a los de provincias, tan semejante a lo que era el de nuestra ciudad hace veinte años. Descendemos del avión por la escalerilla y atravesamos a pie un tramo de pista hasta entrar en la terminal.
Previo al control de pasaportes y antes de abonar la tasa de visado, cruzamos una cámara de infrarrojos que manejan unos funcionarios con mascarillas, también aquí están dando mucha importancia a lo de la gripe A.
Al salir de recoger el equipaje ya están los guías esperándonos para distribuirnos en varios autobuses, va a ser el grupo con el que hagamos la mayoría de las excursiones. Nuestra guía se llama Ayla y habla muy bien español, aunque dice que lo ha aprendido en un curso intensivo en Salamanca de muy corta duración y lo perfecciona en su trabajo diario.
Nos va explicando varias cosas acerca de las salidas en autobús, la estancia en el hotel y un poco de los aspectos generales de la región y el país. Es este un punto importante, porque más adelante nos informará acerca de muchas de las cuestiones cotidianas de la vida en Turquía.
De camino al hotel vamos a hacer ya algunas paradas, la primera será Uçhisar.

martes, 13 de abril de 2010

Un viaje de excepción

Lo fue porque aquí dije que esto eran viajes en coche por países del Este. Pero llega un momento en que la brevedad de las vacaciones hace imposible alcanzar esos otros territorios aún no visitados por los que desearíamos viajar.
Surgió así la oportunidad de recorrer un trocito de Turquía mediante la oferta de una agencia de viajes, se incluía el vuelo desde Madrid y una semana partida en dos etapas, una primera con excursiones organizadas por la región de Capadocia con todo incluido y la otra tan solo con el hotel y desayuno en un complejo turístico de la costa mediterránea. En realidad esta segunda parte suele plantearse así para que se disfrute de la playa o la piscina del hotel, sin desplazarse del lugar, sin embargo, en pleno mes de Enero, es algo imposible.
Nos venía bien esa forma de organizarlo, porque esa segunda mitad de la semana podíamos alquilar un coche en el lugar y volver al planteamiento original de estos viajes (conducir y visitar a nuestro aire una amplia zona que cubriríamos desde nuestra base de estancia permanente).
Todo esto surgió en el puente de la Constitución del año 2010, que por coincidencia con un festivo local, resultaba factible combinar con una corta interrupción de nuestras obligaciones laborales.
La salida del vuelo de Barajas coincidía especialmente mal, de mañana muy temprano, por eso iniciamos esa travesía por carretera de más de 500 kilómetros conduciendo desde casa toda la noche, una noche de perros hasta salir de Galicia, con una lluvia torrencial, casi deslizándose en algunos tramos de la autovía y con una visibilidad muy reducida. Al tener que conducir despacio empecé a pensar que debieramos haber salido antes, que podríamos tener algún problema en carretera y perderíamos el vuelo. Afortunadamente, al alejarnos en dirección a la capital, la lluvia amainó y volvimos a hacer las medias de distancia y velocidad habituales.
Habíamos reservado aparcamiento en un hotel cerca del aeropuerto que funciona con el sistema que denominan "aparca y vuela", puedes alojarte en él o no (como hicimos nosotros) se paga la estancia del vehículo por los días que permanezca en su aparcamiento y te llevan al aeropuerto en un minibús, recogiéndote a la vuelta simplemente haciendo una llamada telefónica.
Los horarios de la ida estaban prefijados, por eso llegábamos bastante temprano respecto al momento en que saldría el minibús, que llegaba justo con la antelación exigida previa al embarque. Hubo, sin embargo un pequeño malentendido, llegó una pareja sin reserva que iba un poco pillada de tiempo y obligaron al conductor a hacer una salida intermedia (con el tiempo muy justo para volver y recoger al turno siguiente) así que nos dicen que aparquemos inmediatamente (no encontramos mucho sitio, salimos corriendo con las maletas, entramos en el minibús escopetados...) el conductor se olvida la tarjeta que abre la barrera, conduce marcha atrás sin ver nada... a partir de ahí, comienza una carrera bestial, sin tráfico a esas horas de la madrugada, que nos pone en la terminal en un suspiro. Por supuesto, incomodados por las continuas quejas del conductor, que nos echa en cara que no se puede hacer eso, lo de venir sin reserva, que no era nuestro caso, pero preferimos callar y dejar que se desfogue.
Lo del aeropuerto, para unos provincianos como nosotros, ha sido un auténtico caos, no se sabía donde estaba la cola de facturación para el mostrador correspondiente, al ponernos cerca del mismo para preguntar, casi nos despellejan porque decían que nos queríamos colar. Lo más gracioso fue encontrar donde estaba el final de la cola, porque se unían las de dos vuelos y mostradores distintos y, según decían, formaba una espiral (un caracol, decían los capitalinos) pero, ¿tan difícil será formar una línea?. Me quedé atrapado en el interior del caracol y tenía que salir hacia el exterior. Una señora me dice: "¿Qué quiere?...¿pasar?" le digo que si y me contesta que... "pues va a ser imposible" (señora, si pone un momento el carrito a su lado en vez de delante de usted, quepo por el hueco) parece que aquí todo es más agobiante y difícil que en provincias. Curiosamente, como con cierto retardo, la señora mueve el carrito-maleta y atravieso la muralla-caracol sin problemas.
Después de una tediosa espera embarcamos en un vuelo de la compañía turca Pegasus y, nada más entrar ya se escuchan algunas quejas de que si no tiene televisión, de que si en Iberia iríamos mejor. Me pregunto que esperaban estos quisquillas, porque el precio de todo el paquete es realmente irrisorio, muy barato para lo que ofrecen, no esperaba yo que estuviese incluido el vídeo o el almuerzo en pleno vuelo, pero alguno ya apunta ese complejo de superioridad de esta nueva España del progreso y el nivel europeo del que volveremos a hablar más adelante.
Hubiera sido muy bonito poder ver algo durante el largo recorrido aéreo, pero puede decirse que toda Europa estaba ese día cubierta por una borrasca y apenas se pudo ver tierra (o mar) en algún momento.

viernes, 9 de abril de 2010

El final del viaje

Fue en Wells, Steinekirchen y al día siguiente, una parada en Ingelfingen, las dos visitas obligadas y la agradable estancia con nuestros amigos de las familias Gschwender y Nohe. En ambos casos con sendos paseos guiados por los padres de Katharina en las dos villas austríacas y por Erich en la alemana de Baden-Wurtenberg.
Como siempre, hemos aprendido mucho de esas caminatas, resolviendo los enigmas de un laberinto de maíz y comiendo al aire libre, recorriendo después los viñedos de las colinas que dominan Künzelsau, donde una bodega local se ha construido su sede como si se tratase de un inmenso barril de la zona.
Hemos sido invitados a una noche de teatro en Schwäbisch Hall, una hermosa localidad junto al río que ya conocemos de cuando pasamos nuestras vacaciones haciendo un intercambio de vivienda con estos amigos nuestros y nos recorrimos concienzudamente toda la región y parte de Baviera.
Antes del teatro cenamos en un biergarten también a la orilla del río. Hay que decir que el teatro es al aire libre, un festival anual en el que las obras, especialmente preparadas para la ocasión, se representan en un increíble escenario: la empinadísima escalinata de la St. Michaelskirche.
Es fascinante porque podría decirse que es como invertir la forma del teatro clásico, incluso en su propia geometría, el escenario son las gradas, la platea es el patio de butacas con sillas plegables y la curvatura es a la inversa. La inclinación del resto de la plaza, donde se colocan las sillas, permite ver perfectamente la obra y la posición sobreelevada de los actores ayuda a ello. La pericia para moverse por ese escenario sin caerse forma parte del espectáculo.
Al día siguiente, el regreso apresurado a casa haciendo un montón de kilómetros en un par de días.


miércoles, 7 de abril de 2010

Un encuentro con la policía de autopistas

Como casi siempre, el final de nuestras vacaciones por Europa del Este acaba con una visita a unos amigos entrañables que tenemos en dos países fronterizos (Austria y Alemania), así que tras el desayuno de un martes 15 de agosto salimos en dirección a la frontera de Freudstat. Nada más cruzar buscamos el puesto que siempre habíamos encontrado cuando se entra en Austria, donde venden la "viñeta" que permite circular temporalmente por autopista previo pago de la correspondiente tasa y que se adhiere al parabrisas del coche.
Sin embargo, no hay ninguno en la frontera, ni tampoco indicación al respecto y, al poco de atravesarla, se nos echa encima la bifurcación en la que se decide entrar en la autopista o seguir por carretera, como teníamos intención de hacer lo primero, nos metemos, pensando que habrá ese puesto de venta del derecho de peaje al inicio de la autopista.
No es así, hemos empezado a circular sin la viñeta, estamos un poco asustados, de modo que cuando vemos un cartel que indica "información" saliendo hacia un área de descanso, nos metemos hacia ese vial pensando en solucionar el problema. De lejos ya se ve que no es más que un mapa o algo así y que la solución no va a venir por ese lado. Lo peor está por llegar.
Nada más aparcar veo por el espejo que tengo detrás un coche de la policía. Bajo y sale una mujer gorda riéndose y diciendo en alemán algo así como "¡vaya, vaya!,... no veo la pegatina por ningún lado".
Hemos tratado de explicarle la situación en inglés pero, ni puto caso, su compañera nos dice que ella lo entiende pero que la jefa es la gorda. Noto, además, ese desprecio hacia lo masculino que otorga una situación de poder por parte de esta vaca amargada. Mi compañera se ha pasado todo el tiempo intentando dialogar, en tanto que yo he acabado perdiendo la paciencia. Sin embargo, el diálogo no ha llevado más que a tener que pagar la multa "in situ", por eso de no entrar en más discusiones. Me he despedido llamándole de todo en español, idioma del que no entiende ni papa la vaca, pero que algo ha sospechado, liberándome, al menos, de un poco de mala leche.
Nos ha informado de que las viñetas se compran en las gasolineras y que de esas si que hay antes de entrar en la autopista, a nosotros ni se nos hubiera ocurrido, pero ahora ya lo sabemos, aunque nos ha costado una pasta la información.
Es esto un aviso a navegantes, pues según nos cuentan nuestros amigos austríacos, parece ser muy común que la policía de autopistas trate de putear a todo aquel que entra desde los países del Este, los del antiguo telón de acero, por eso del miedo a la inmigración que tienen estas gentes que suelen apoyar a partidos un poquito xenófobos para defenderse de lo ajeno al bien vivir.

martes, 6 de abril de 2010

Desde Slavonice a Trebic





Salimos de Telc por carretera hacia Slavonice. De camino, recorriendo una zona rural, pasamos por varios campos donde se cultiva la amapola. Queremos dejar constancia de ello con una foto porque ya en varias ocasiones, cuando hemos explicado que en Alemania, república checa, Eslovaquia y otros países de la Europa Central se utilizan sus semillas en grandes cantidades para diversas preparaciones culinarias, pasteles y panes, algunas personas nos han mirado incrédulos sin entender que eso se coma. La primera vez que la probamos en una especie de brazo de gitano, relleno con pasta dulce de esas semillas pensamos que era una especie de chocolate o cacao.


Slavonice tiene un casco antiguo muy interesante, todavía se puede entrar al mismo según sus dos puertas principales gótico-renacentistas. Desde la situada al Oeste, pasando bajo sus arcos entramos en la plaza Dolní námestí, un inmenso espacio triangular que se abre hacia una manzana con forma redonda, en cuyo interior se alza la iglesia de la Asunción. Puede que como resultado de quedar inicialmente dento de un perímetro menor también fortificado.

La ciudad se fundó en el siglo XIII, con el nombre de Zlabings, cuando formaba parte de un itinerario de unión con Viena, su posición estratégica cerca de la frontera austríaca convirtió a esta población en un recinto sumamente cerrado durante los tiempos del telón de acero, pero, como podemos comprobar ahora, esa misma posición hace que goze de una renovada afluencia turística. Hemos coincidido con una marcha cicloturista de ese país vecino.




Todo el conjunto edificado de Slavonice es de gran belleza y muy uniforme, destaca su patrimonio de casas góticas y renacentistas, con fachadas profusamente decoradas mediante la técnica del esgrafiado, sobre todo en la gran plaza triangular y en la que se encuentra tras esta, una vez pasada la iglesia, en este caso de forma rectangular alargada, una especie de calle ancha (Horní námestí).

Como siempre, el color de las fachadas, los hastiales, la uniformidad de altura de las casas y la conservación del patrimonio histórico (sin duda favorecido por el aislamiento de la zona durante el período comunista) ajeno a desarrollos modernos, configuran un conjunto de gran valor.

Después de haber comido algo tarde en una de las terrazas que se extienden por la plaza de uno de los restaurantes locales, salimos de regreso a nuestro emplazamiento en Trebic para visitar la ciudad al atardecer, antes de retirarnos.


Llegamos a Trebic y aparcamos en una plaza justo al borde del casco antiguo. Huelga ya decir que ver estas ciudades a media tarde es encontrarlas ya casi dormidas, tenemos la ventaja de que el ticket del aparcamiento a esta hora y con el gasto mínimo ya nos incluye hasta la mañana del día siguiente.

La ciudad antigua está bastante desfigurada por la irrupción sin complejos de lo moderno. Aunque se ha mantenido la escala de la edificación, lo nuevo afea a lo antiguo que se ha conservado. El centro está en una hondonada, al borde del río Jihlava y ha crecido mucho con urbanizaciones entre el verde. La plaza principal, la Karlovo námestí, se extiende alargada siguiendo una manzana de cierre que bordea el río, a ella asoma la torre la iglesia de Sv. Prokop y conserva alguna casa con la fachada decorada con esgrafiado.

El mayor atractivo de Trebic está al otro lado del Jihlava, en esa orilla, ascendiendo por la colina, se ha conservado aislado el ghetto judío, que ahora ha sido rehabilitado profundamente, mereciendo la declaración de Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco. La visita a la colina de Hrádek es un poco exigente, por lo empinado del terreno. Los rincones más pintorescos del barrio judío se encuentran en las callejuelas que evitan el itinerario principal y, en la parte más alta, entre árboles, se llega al cementerio (Zidovský hrbitov) que es una especie de parque romántico en el que se encabalgan unas lápidas sobre otras, algunas de épocas remotas, y se adivina la ciudad y el río allá abajo a lo lejos.