Toda la visita al castillo se hace de forma muy tranquila, no hay muchos visitantes, cosa impensable en otros países, y casi todo el turismo es interior, de la propia región o de otras zonas de Eslovaquia, poco a poco ha ido dejando de llover, aunque le día sigue gris y con neblina en las tierras bajas. Recogemos el coche en el aparcamiento y salimos hacia Bardejov, una ciudad de algo más de 30.000 habitantes, declarada Patrimonio de la Humanidad, que conserva gran parte de sus murallas medievales y en la que sobresale su gran plaza del mercado (Radnicné námestie), rodeada por un espléndido conjunto de casas medievales y renacentistas, algunas con sus fachadas decoradas con pinturas. Ocupando el centro de la plaza, el ayuntamiento del siglo XVI y, al fondo, la iglesia de sv. Egídi, otra construcción gótica que conserva en su interior un total de 11 altares de la época.
El nombre de la ciudad deriva de Käse Markt (Mercado del Queso) de cuando esta zona estaba habitada por una importante comunidad luterana y constituía una ciudad que ya en el s. XVI rivalizaba con la capital Levoca, de esta época se conserva el castillo restaurado (Hrad) ahora como sede de un museo, utilizado como cuartel general de la Gestapo durante la Guerra.
El casco antiguo es bastante amplio y revela la importancia que tuvo esta ciudad, conserva también muchos elementos de interés, se emplaza en la confluencia de dos ríos que lo protegen según gran parte de su perímetro. En uno de los extremos se levanta el castillo, como probable remate del desaparecido cinturón de murallas, en él convergen las tres calles interiores longitudinales que se van abriendo en abanico de la misma forma que lo hace el cauce de los ríos que delimitan la inicial trama urbana.
No ha crecido mucho la ciudad desde su época de mayor esplendor, allá por los inicios del s. XVIII, y salvo la proximidad de la pequeña localidad de Lubica, al borde del río menor y ya unida a la ciudad por un extenso desarrollo de casitas unifamiliares, en el Kezmarok nuevo solo destaca un grupo de bloques de vivienda colectiva en medio del campo de la optimista época del alojamiento para las masas y la baja densidad del resto del desarrollo natural del casco, así como una zona industrial en la otra orilla.
En la oficina de turismo nos dan una hoja con un plano en el que se señalan las principales curiosidades a visitar, esta pequeña guía se complementa en cada lugar con carteles indicadores en varios idiomas. Además de la nueva iglesia evangélica y el ayuntamiento o las antiguas casas cercanas al mismo en unas bonitas calles laterales, o la basílica de sv. Kríza, uno no puede perderse la Drevený artikulárny kostol, ahora abierta de nuevo al público, tras reparar sus graves daños estructurales. Se trata de un curioso templo evangélico construido en 1717 totalmente en madera y con capacidad para 1.400 personas, decorado en su interior con pinturas de carácter religioso. Junto a este edificio, se conserva el antiguo Lyceum, donde se formaban las clases dirigentes luteranas.
Salimos de Kezmarok en dirección a Tatranska Lomnica, con la intención de utilizar un teleférico que nos llevaría a la cima de esos montes, pero como suele ser habitual en estos casos, cuando llegamos, la cumbre se encuentra cubierta por la bruma, por lo que no podremos apreciar el vasto panorama que se domina desde allí, así que abandonamos esa idea y recorremos en coche esa zona turística de la parte baja de la montaña, sede del Parque Nacional de los Tatra y donde se suceden los cámpings y las cabañas de madera, recuerdo de esas vacaciones del antiguo régimen en contacto con la naturaleza que aún siguen siendo una forma habitual de turismo en el país.
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