martes, 14 de julio de 2009

Spissky Hrad, Bardejov y Kezmarok

Salimos muy temprano para iniciar una excursión por la región. El día amaneció muy gris y con una lluvia ligera pero persistente, nada más entrar en la carretera que deja atrás la ciudad de Levoca se empieza a ver la silueta del castillo de Spis, su tamaño es impresionante, se dice que se trata de la mayor fortaleza de Centroeuropa y, aunque paseando por sus ruinas resulta difícil imaginarlo, llegó a estar habitado por unas 2000 personas durante el siglo XVII.
Lo que más sorprende es que está construido totalmente en travertino, la piedra de la zona y los caminos más frecuentados relucen como mármol pulido por el desgaste del paso de millares de viandantes, aunque eso los hace un poco peligrosos un día húmedo y lluvioso como el de hoy.
La capilla gótica del castillo está rehabilitada y convertida en un pequeño museo dedicado a la historia de la propia fortaleza, con distintos tipos de armas y armaduras de distintas épocas, así como diversos hallazgos arqueológicos que corroboran la antigüedad del poblamiento en esta zona, en otra sala, denominada "de la justicia" pueden verse diversos artilugios utilizados para impartir justicia (torturar o aplicar la pena de muerte) con paneles que explican su funcionamiento. El ascenso a una de las torres permite contemplar un amplio panorama y la pequeña ciudad de Spisska Kapitula, un lugar que intentaremos visitar sin conseguirlo por la mala señalización y una cierta desorientación por nuestra parte, por eso Levoca y su región deben merecer una segunda visita o más.

Toda la visita al castillo se hace de forma muy tranquila, no hay muchos visitantes, cosa impensable en otros países, y casi todo el turismo es interior, de la propia región o de otras zonas de Eslovaquia, poco a poco ha ido dejando de llover, aunque le día sigue gris y con neblina en las tierras bajas. Recogemos el coche en el aparcamiento y salimos hacia Bardejov, una ciudad de algo más de 30.000 habitantes, declarada Patrimonio de la Humanidad, que conserva gran parte de sus murallas medievales y en la que sobresale su gran plaza del mercado (Radnicné námestie), rodeada por un espléndido conjunto de casas medievales y renacentistas, algunas con sus fachadas decoradas con pinturas. Ocupando el centro de la plaza, el ayuntamiento del siglo XVI y, al fondo, la iglesia de sv. Egídi, otra construcción gótica que conserva en su interior un total de 11 altares de la época.

El Bardejov antiguo es un recinto bastante pequeño, levemente redondeado en los bordes que abraza su muralla y en el que esa imponente fila de casas con el hastial en perpendicular a la línea de la calle conducen a uno hasta ese gran hueco urbano de la plaza del mercado, con la iglesia cerrando el lado opuesto y obligando a rodearla a quien entraba o salía de esta vieja ciudad. Lo nuevo se extiende a partir de este núcleo, tras el pequeño cinturón verde que se pega a los muros medievales, siempre con densidades bajas y marcando un límite claro con el campo.
De aquí nos vamos a Kezmarok, otra ciudad protegida, de menos de 20.000 habitantes, aunque más bulliciosa que esta que dejamos, tal vez en ello influye la hora en que entramos en ella. Dejamos el coche en un aparcamiento de pago en un espacio libre al borde de una calle de acceso, está controlado por un hombre con el que cuesta entenderse, pedimos nos cobre por una hora y, como está ya hasta los topes, nos dice que estacionemos delante de otro vehículo, me deja un poco intranquilo, pues me pregunto como se sale de allí. Tras una breve visita callejeando, decidimos comer en un restaurante local, por lo que nos vamos hasta el aparcamiento para renovar el pago de la estancia, llegamos cinco minutos pasada la hora y hay un buen lío montado, el coche ante el que hemos estacionado por indicación del vigilante hace rato que quiere salir y no puede, como no entiendo lo que me vocifera el individuo, aprovecho para mandarlo a la mierda y decirle que toda la culpa es suya, porque yo solo me he retrasado unos minutos, en fin, renuevo el pago por más tiempo y aprovecho el hueco dejado por el que se va para poner mi coche en una posición correcta sin hacer ni caso a las indicaciones que, de nuevo, me hace el vigilante.
La comida el restaurante del Hotel Club nos hace olvidar este desagradable incidente, pedimos platos que son propios de la gastronomía de la zona en un ambiente muy confortable y relajado.

El nombre de la ciudad deriva de Käse Markt (Mercado del Queso) de cuando esta zona estaba habitada por una importante comunidad luterana y constituía una ciudad que ya en el s. XVI rivalizaba con la capital Levoca, de esta época se conserva el castillo restaurado (Hrad) ahora como sede de un museo, utilizado como cuartel general de la Gestapo durante la Guerra.



El casco antiguo es bastante amplio y revela la importancia que tuvo esta ciudad, conserva también muchos elementos de interés, se emplaza en la confluencia de dos ríos que lo protegen según gran parte de su perímetro. En uno de los extremos se levanta el castillo, como probable remate del desaparecido cinturón de murallas, en él convergen las tres calles interiores longitudinales que se van abriendo en abanico de la misma forma que lo hace el cauce de los ríos que delimitan la inicial trama urbana.

No ha crecido mucho la ciudad desde su época de mayor esplendor, allá por los inicios del s. XVIII, y salvo la proximidad de la pequeña localidad de Lubica, al borde del río menor y ya unida a la ciudad por un extenso desarrollo de casitas unifamiliares, en el Kezmarok nuevo solo destaca un grupo de bloques de vivienda colectiva en medio del campo de la optimista época del alojamiento para las masas y la baja densidad del resto del desarrollo natural del casco, así como una zona industrial en la otra orilla.

En la oficina de turismo nos dan una hoja con un plano en el que se señalan las principales curiosidades a visitar, esta pequeña guía se complementa en cada lugar con carteles indicadores en varios idiomas. Además de la nueva iglesia evangélica y el ayuntamiento o las antiguas casas cercanas al mismo en unas bonitas calles laterales, o la basílica de sv. Kríza, uno no puede perderse la Drevený artikulárny kostol, ahora abierta de nuevo al público, tras reparar sus graves daños estructurales. Se trata de un curioso templo evangélico construido en 1717 totalmente en madera y con capacidad para 1.400 personas, decorado en su interior con pinturas de carácter religioso. Junto a este edificio, se conserva el antiguo Lyceum, donde se formaban las clases dirigentes luteranas.

Salimos de Kezmarok en dirección a Tatranska Lomnica, con la intención de utilizar un teleférico que nos llevaría a la cima de esos montes, pero como suele ser habitual en estos casos, cuando llegamos, la cumbre se encuentra cubierta por la bruma, por lo que no podremos apreciar el vasto panorama que se domina desde allí, así que abandonamos esa idea y recorremos en coche esa zona turística de la parte baja de la montaña, sede del Parque Nacional de los Tatra y donde se suceden los cámpings y las cabañas de madera, recuerdo de esas vacaciones del antiguo régimen en contacto con la naturaleza que aún siguen siendo una forma habitual de turismo en el país.

lunes, 13 de julio de 2009

Hacia Eslovaquia


El jueves 10 de agosto salimos de Ostrovacice hacia Eslovaquia, recoger el equipaje fue sencillo pues teníamos todo ya preparado en nuestra cabaña del cámping, así pudimos iniciar la ruta a las nueve de la mañana, una hora bastante temprana para lo habitual en nuestras vacaciones. Los 20 km. que nos separan de Brno los recorremos por autopista pero invertimos en ello más de una hora debido a un atasco monumental que rodea todo el acceso a la circunvalación de la ciudad. Tras abandonar Brno, el itinerario sigue por carreteras nacionales y locales, por lo que resulta imposible calcular el tiempo de viaje, alcanzamos la frontera eslovaca, donde nos piden nuestros pasaportes y no vemos ningún lugar donde adquirir la viñeta para circular por las autopistas nacionales, tras un tramo de carretera después de Uhersky Brod, encontramos una especie de tienda y bar donde indican que la venden, aprovechamos para cambiar algo de dinero en coronas eslovacas y tomamos la autopista en dirección a Trencin, donde anuncian que se acaba la misma y debemos seguir por carretera, en este punto empieza el sufrimiento, se conduce sin el menor respeto a las normas de circulación, los adelantamientos son siempre buscando mejorar la posición en una cola interminable, cruzándose con el vehículo que viene de frente, y da igual que sea un camión, pues ellos también adelantan, si pueden (y por el tamaño si no pueden te obligan a poder) en esas mismas circunstancias.

Tal como había pensado, el mapa que tenemos en el navegador no incluye Eslovaquia, por lo que tenemos que comprar un plano de carreteras en una gasolinera, sin embargo, tanto la escala como la definición del mismo son muy acertadas y nos será de gran ayuda. Alrededor de las 14,45 hacemos una parada en un área de descanso para comer unos bocadillos y en media hora estamos de nuevo en la carretera hacia Levoca, donde tenemos intención de establecernos durante unos días. Los tramos de carretera dejan ver las obras de la autopista futura aquí y allá, sin conexión entre ellos, las pilas de los viaductos se montan con andamiaje y encofrado manual, todo un prodigio de ingeniería artesanal que sospecho tardará años en rematarse.

A medida que transcurre el día, el buen tiempo va dejando paso a los nubarrones y ya sobre las cuatro de la tarde empieza a llover, llegamos al cámping de Levoca y cogemos un bungalow, una curiosa cabañita de alzado pentagonal, de medidas mínimas pero muy agradable, en medio de ese claro en el bosque que es todo el conjunto del emplazamiento. Una vez instalados nos acercamos a Levoca, aunque no es un buen momento para hacerlo, como es habitual, a las seis de la tarde la calle ya parece muerta, apenas hay gente y todas las tiendas ya han cerrado. Entramos en una panadería que todavía está abierta, uno de esos locales donde la iniciativa privada lucha por sobrevivir con oficios tradicionales, compramos unas estupendas piezas de bollería para el desayuno.

Respecto a la ciudad, Levoca tiene unos 14.000 habitantes y fue la antigua capital de la región de Spis, situada en una zona estratégica en relación con diversas rutas que atravesaban la zona, me sorprende descubrir que uno de estos itinerarios era el Camino de Santiago. A Santiago está dedicada la iglesia de la plaza principal y la fachada de una institución religiosa muestra la efigie del apóstol con el sombrero y la concha del peregrino, la iglesia y sus espléndidos retablos no podremos verla en esta ocasión por motivo de unas obras de restauración, pero volveremos en otro viaje a recuperar esta carencia. Todo el casco antiguo mantiene gran parte de su antiguo perímetro amurallado y el acceso a la plaza principal, Námestie Majstra Pavla (el autor de los retablos góticos y uno de los principales representantes de la escultura centroeuropea de esa época) se verifica atravesando una de las antiguas puertas. En la plaza, junto a la iglesia de Sv. Jakub, está el antiguo ayuntamiento gótico, levantado en el año 1555 y remodelado al estilo renacentista, que todavía alberga al consistorio y a una parte del museo de historia de la región. Junto al ayuntamiento hay una jaula de hierro en la que se cuenta que encerraban a las mujeres que habían cometido adulterio u otros delitos para exponerlas al escarnio público, que llaman por ello "jaula de la vergüenza".

Pasear por la ciudad así, casi sin gente, con todo el mundo en sus casas preparando la cena o viendo la tele es un poco extraño a horas tan tempranas, pero ya nos iremos acostumbrando a ello, todo el conjunto de edificios que hacen frente a la plaza principal tiene un gran interés, muchos con sus fachadas pintadas, entre los que destaca la casa Thurzo, de una antigua familia de comerciantes y la del maestro Pavol de Levoca, varias de ellas están pidiendo a gritos una inminente restauración, antes de que sea demasiado tarde, pues el antiguo régimen nunca dió excesiva importancia a estos vestigios de la antigua vida burguesa, ahora habitados por familias de lo más normal en su mayoría.