jueves, 24 de junio de 2010

Otro valle: Devrent

Antes de la visita al valle, el autobús nos llevó a una de esas obligadas paradas comerciales, en este caso, a un taller de fabricación de alfombras. Hay que reconocer que, en esta ocasión, la visita fue muy instructiva, con una demostración de la formación de un hilo de seda tras hervir el capullo y una auténtica clase magistral acerca de la elaboración de alfombras, la diferencia entre la seda natural y el algodón de imitación, entre el tejido y la urdimbre, la cantidad de nudos como parte fundamental de la inversión en tiempo de realización de cada tapiz y el descubrimiento de las distintas variedades de dibujos y geometrías regionales, incluyendo esas alfombras de pura lana sin tinte, que emplean los colores blanco, negro y gris, los propios de las ovejas que se esquilan para obtener la materia prima. Todo ello, como es cortesía habitual, complementado con un té o rakj para quienes prefirieron la versión alcohólica del agasajo comercial.
Después vino la parada en el valle de Devrent, otro de esos lugares fotogénicos donde la erosión ha dado forma a la toba volcánica según caprichosas figuras.


Por supuesto, las que suscitan mayor curiosidad son aquellas rocas en las que la imaginación puede recrear auténticas esculturas de formas reconocibles, así veremos un camello, una virgen con el niño, etc. Pero, sobre todo, apreciaremos un lugar casi inerte, donde la roca modelada parece ocultar cualquier atisbo de otro tipo de naturaleza, un paisaje de luces y sombras que se desmorona para hacer renacer trozos de terreno, como enormes setas minerales prestas a ser recogidas.
La comida la hicimos en Avanos Resturant, un local a las afueras de la ciudad del mismo nombre, con un buffet maravilloso y extenso en platos vegetarianos, todo comida tradicional turca que iniciamos con una sopa tarhana y rematamos con varias de las propuestas dulces o el inevitable café.


miércoles, 16 de junio de 2010

Un paseo por el valle

Una de las ventajas de estas excursiones organizadas es que dejan tras cada visita un tiempo libre, evidentemente para hacer gasto en las tiendas de recuerdos, equivalente casi al invertido en el recorrido guiado por la respectiva atracción turística.
Esto nos ha permitido un pequeño paseo por el valle de Göreme y descubrir su potencial para rutas de senderismo, sobre todo en un día frío de Enero como lo era este en que allí estuvimos. Además, ese tiempo nos regaló un evidente cambio en el horizonte gris que nos acompañaba, salió el sol y las agujas erosionadas del paisaje montañoso que nos rodea lucieron con sus mejores brillos.



En efecto, todo está lleno de otras muchas iglesias horadadas en la roca, algunas tapiadas o reutilizadas como palomares o alguna otra finalidad agraria al servicio de los cultivos vecinos. En otras, sin embargo, se puede entrar sin más problemas que su relativa inaccesibilidad, siempre como protegidas o escondidas, elevadas respecto al terreno.
Se dice que muchas de estas construcciones quizá no lleguen a descubrirse nunca, pues la erosión acabará con ellas antes de que lleguen a encontrarse. Es este un país inmensamente grande y con gran cantidad de curiosidades a descubrir.



Es difícil imaginarse el carácter que debió haber tenido esta geología habitada por el culto de una religión que conservaba la pureza de sus inicios, el secreto de lo prohibido, las claves de lo iniciático, la personalidad de la interpretación de las enseñanzas del Maestro por sus primeros discípulos, amparada por el paisaje de lo inhabitado, de la inmensidad de una tierra de nómadas, en un lugar mágico que debía invitar a esta especie de reclusión interior que aquí se percibe por todas partes.